viernes. 29.03.2024

Elecciones, mujeres y pájaros

NUEVATRIBUNA.ES - 19.9.2010La violenta campaña en contra de los comicios que llevaron a cabo los talibanes no impidió que el 40% de los afganos acudiesen a su cita con las urnas en un país cuya población, eminentemente rural y con un índice de analfabetismo que supera el 70%, padece las consecuencias de una de las economías más pobres del mundo. “Más del 40% carece de empleo y el 90% es pobre.
NUEVATRIBUNA.ES - 19.9.2010

La violenta campaña en contra de los comicios que llevaron a cabo los talibanes no impidió que el 40% de los afganos acudiesen a su cita con las urnas en un país cuya población, eminentemente rural y con un índice de analfabetismo que supera el 70%, padece las consecuencias de una de las economías más pobres del mundo. “Más del 40% carece de empleo y el 90% es pobre. Bajo la mirada de las tropas estadounidenses crece la violencia contra las mujeres: hay violaciones, secuestros constantes; dos mujeres activistas fueron asesinadas en sus casas... Los asesinos son de la Alianza del Norte, no son talibanes. Un diputado mató a dos niños inocentes, los metió en un saco y los arrojó al río. Hubo protestas pero acusaron a los manifestantes de ser antimusulmanes. Afganistán tiene dos enemigos, uno son los talibanes y el otro es la Alianza del Norte. La Alianza apoya a Estados Unidos y los talibanes están en contra, pero ambos son enemigos del pueblo afgano”.

Para Malalai Joya la única diferencia entre los integrantes de la Alianza del Norte y los talibanes es su indumentaria: “No hay cambios fundamentales, si cabe es peor. Después de la tragedia del 11-S, Estados Unidos sustituyó a los talibanes por los asesinos de la Alianza del Norte, con la misma mentalidad que los talibanes pero físicamente distintos: llevan traje y corbata, pero son iguales”. "Durante treinta años, en Afganistán se ha oprimido a las mujeres en nombre del comunismo, del islamismo y ahora de la democracia" porque a día de hoy “las mujeres siguen llevando burka, son oprimidas, se las quema con ácido, se las fuerza a casarse, son violadas y asesinadas”.

La foto de Omar Sobhani de dos mujeres que acudieron, ocultas tras sus burkas, a un colegio electoral el pasado sábado puede servir de ejemplo gráfico para estas afirmaciones.

Malalai forma parte de lo que ella denomina “una generación de guerra”, nació cuando se produjo la invasión soviética, y vivió en campos de refugiados, “cementerios de vivos” donde despertó su conciencia social, de Irán y Pakistán.

Durante el régimen talibán llevó burka, a pesar de considerarlo denigrante, porque con él se sentía más segura. En un tiempo en que la educación femenina estaba prohibida, ella impartía clases clandestinas a las niñas en “un país en el que matar a una mujer es como matar a un pájaro”.

Cuando fue elegida diputada con 26 años, la más joven en la historia de Afganistán, se encontró con que entre los altos cargos del gobierno de Karzai, había antiguos aliados de los soviéticos, señores de la guerra, traficantes de opio y miembros del Gobierno talibán. Tuvo que soportar que en el Parlamento la acusasen de infiel y la amenazasen con violarla y matarla por atentar contra el Islam. Finalmente fue expulsada por declarar que consideraba al parlamento afgano como un establo y calificarlo de corrupto y títere.

Desde entonces, apenas cinco años después, poco han cambiado las cosas y poco van a cambiar, en un país que Malalai define como “un estado corrupto y títere de EE UU”, después de unos comicios sobre los que planean las sospechas, casi certezas, de fraude y engaño.

Pilar Rego - Educadora social

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