viernes. 19.04.2024

Causa General contra Garzón

NUEVATRIBUNA.ES - 28.3.2010El multiproceso de Garzón está resultando un espectáculo tan chocante y subversivo que ni los autores del Manifiesto Dadaísta, ni del Teatro del Absurdo, ni del Surrealismo en sesión conjunta hubiesen podido siquiera imaginar.
NUEVATRIBUNA.ES - 28.3.2010

El multiproceso de Garzón está resultando un espectáculo tan chocante y subversivo que ni los autores del Manifiesto Dadaísta, ni del Teatro del Absurdo, ni del Surrealismo en sesión conjunta hubiesen podido siquiera imaginar.

Cuando vemos al Superjuez acusador llevado a rastras al banquillo de los acusados por los propios acusados, los estupefactos espectadores estamos asistiendo a un insólito remedo carpetovetónico de aquel Marat-Sade de Peter Weiss en el que los locos tomaban el poder en el manicomio al mando del Marqués de Sade.

A primera vista la situación que vive el juez Garzón podría ser calificada como kafkiana, es decir, absurda e inescrutable. ¡Es una equivocación¡ lo que está pasando no tiene nada de kafkiano. Kafka en su obra El Proceso, crea un personaje que no sabe nunca de qué, ni porqué, ni por quién es acusado. Pero Garzón no es un moderno Joseph K. ya que, a pesar del juego de máscaras que se desarrolla ante nuestros ojos, aquí se sabe muy requetebién de qué se le acusa, porqué se le acusa y quién le acusa.

Veamos: el intelectual colectivo –por llamarlo de alguna manera- que pretende liquidar a Garzón se conoce públicamente y aparece todos los días en los medios. Está constituido por una abigarrada coalición integrada por falangistas de segunda, tercera y cuarta generación; por jueces vicarios designados para las más altas instancias judiciales por el “dedazo” de los partidos; por los políticos cómplices e instigadores de la corrupción y por –no se olvide- los poderosos empresarios que se hinchan de pasta con nocturnidad y alevosía.

Se trata, ni más ni menos, que de una estrategia combinada para que se mantenga impune -todo en un mismo pack- el pillaje de los Gürtel, la financiación corrupta del PP y los asesinatos del franquismo. ¿Cómo se puede confiar y tener respeto a la justicia, tal y como nos exigen con cara de enfado el piadosísimo Dívar y los señores y señoras del CGPJ, ante la colosal Causa General instruida contra Garzón? ¿Porqué se ha de respetar que algunas autoridades judiciales utilicen su poder legal para impedir torticeramente que se cumpla el principio irrenunciable de igualdad de todos los ciudadanos ante la ley?

Sesudos comentaristas sostienen que el sistema jurídico español es híper garantista con el derecho de los procesados (tipo el famoso juicio de O.J.Simpson), se supone que en contraposición a otros (¿cuáles, por cierto?) menos deferentes con los justiciables. Ahí radica el meollo, dicen, de escandalosas resoluciones judiciales como la anulación de las actuaciones del caso Naseiro (también denominado caso Manglano, ¿se acuerdan?), la prescripción de los delitos probados del señor Cañellas (homo antecessor de Matas) en el caso del túnel de Sóller, la pasividad judicial (quizás hasta que prescriban los delitos) ante el Tamayazo; los casos de Fabra, de los Albertos, del juez Tirado, del Rafita y demás disparates.

En realidad, se podría concluir, a tenor de la práctica procesal, que el llamado garantismo no es más que un eufemismo tras el que se esconde la fórmula magistral para librar de la cárcel, o amortiguar las penas y salvaguardar los botines. Pagando, eso sí, abogados carísimos de a mil euros la hora (exjueces, exfiscales, expolíticos catedráticos) y teniendo buenas agarraderas en los tribunales (por mor de viejos nexos familiares, ideológicos o de secta religiosa).

Así podemos saber, por las escuchas telefónicas procesalmente “no existentes”, que Zaplana “está en política para forrarse” pero va Aznar, y tan pancho él, le nombra ministro (se supone para que se forre mejor), o que Tamayo va por la Puerta del Sol a reclamar su parte del botín y va Aguirre y nos dice, desinhibidamente, que no conoce de nada a ese señor (seguramente es un asunto que compete la departamento de “la gestapillo”), o que los mismos franquistas que llenaron las fosas de asesinados obliguen a mantenerlas selladas mediante el amparo de altos tribunales (lo de Falange Española y de las JONS es como si los excombatientes de las Waffen-SS denunciasen en los tribunales alemanes una campaña de desprestigio por el genocidio perpetrado en Treblinka,) o que Camps y su cohorte se pavoneen por los circuitos glamurosos de la Fórmula 1 bien trajeados (todos excepto Rita Barberá que prefiere los bolsos) gracias a sus amigos del alma o que Don Vito se esté descojonando en la cárcel y poniendo la guita a buen recaudo . A estas alturas de la farsa, resulta obsceno afirmar que el triple proceso contra Garzón tenga como objetivo el cumplimiento y respeto escrupuloso de la ley. ¡Ya está bien de tantas patrañas!

Al final van a llevar razón aquellos que afirman que la Transición a la democracia se detuvo ante la puerta de los juzgados franquistas. Por lo que se puede percibir aún hoy, las mullidas moquetas, las maderas preciosas y los lujosos damascos de los tribunales desprenden los hedores inconfundibles de esa época y del ominoso TOP. Puede que vaya siendo hora de que la sociedad española se revele ante tanta iniquidad y dedique los mayores esfuerzos a limpiar de una vez esa putrefacción. A ser posible antes de que esa mierda lo invada todo de nuevo.

Por cierto, al final de la novela de Kafka a Joseph K. lo matan unos sicarios porque se niega a suicidarse. Esperemos que el final de la Causa General contra Garzón no sea, al menos eso, kafkiano.

Orencio Osuna



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