jueves. 28.03.2024

¿Qué les pasa a los hombres?

  Esa es la pregunta que se hacía Soledad Gallego-Díaz hace unos años en un artículo de opinión en el que reflexionaba sobre las razones por las que los hombres no se sienten concernidos en relación con la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres.

Esa es la pregunta que se hacía Soledad Gallego-Díaz hace unos años en un artículo de opinión en el que reflexionaba sobre las razones por las que los hombres no se sienten concernidos en relación con la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres.

Para esta brillante periodista, recientemente premiada por el Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad con la medalla a la Promoción de los Valores de Igualdad, resulta asombroso que la mayoría de los hombres piense que el problema de la violencia machista no tiene nada que ver con ellos ya que no son agresores, mientras que la mayoría de las mujeres creemos que tiene que ver con nosotras, hayamos sido o no agredidas personalmente.

Y señala una respuesta, o nueva pregunta, a la que tantas veces nos hemos tenido que enfrentar quienes alguna vez hemos prestado atención a los asuntos “de género”, singularmente, a la lucha contra la violencia machista. Ellos se reclaman individuos mientras que nosotras estamos más dispuestas a verlo como un problema colectivo. Ellos miran a otro lado y nosotras nos sentimos concernidas por cada asesinato, por cada agresión, por cada injusticia que relega a las mujeres a ser ciudadanas de segunda categoría.

Sin embargo, lo curioso que se deriva de estas diferentes formas de enfocar el problema, es que suele terminar preguntándose qué les pasa a las mujeres, como si no fuera más lógico preguntar qué les ocurre a quienes maltratan y asesinan, abundando en eso que se ha dado en llamar doble o triple victimización de las mujeres.

Así, es más sencillo explicar por qué la desigualdad sigue incrustada en lo más profundo de nuestra cultura. Quienes sostienen que la desigualdad es un problema de personas y no de géneros suelen mostrarse beligerantes en la defensa de su posición aunque signifique ahondar y mantener la desigualdad entre hombre y mujeres.

Porque eso es lo que sucede con quienes miran a otro lado y no se dan cuenta de algo que señala muy acertadamente el científico y divulgador Jorge Wagensberg cuando dice que lo importante es la pregunta que nos hacemos  no las respuestas porque éstas vienen implícitas con la pregunta.

Esos que miran a otro lado no están solos. Mientras los organismos internacionales llevan años difundiendo la pedagógica idea de que la desigualdad entre mujeres y hombres es un problema de derechos humanos y por lo tanto, afecta a toda la sociedad, otras instituciones, como las religiosas combaten lo que han dado en llamar “ideología de género” demonizando, una vez más, las palabras y los conceptos que podrían empujar en los avances en esta materia, como ya hicieron con gran éxito en el siglo pasado, solo por defender su arcaica y machista estructura de poder.

La realidad es que son los hombres quienes asesinan a las mujeres, quienes las violan y las utilizan como arma de guerra, quienes detentan el poder o quienes mantienen condiciones desiguales para acceder a la riqueza. Y aún más, todos los estudios e informes de los organismos que luchan contra esta lacra de la desigualdad, concluyen que la participación igualitaria de las mujeres en la sociedad contribuiría a generar mayor progreso y bienestar para todos, hombres y mujeres. Borremos ya de nuestras cabezas la pregunta por lo qué les pasa a las mujeres. Sabemos la respuesta. Cambiemos la pregunta a ¿qué les pasa a los hombres? Negar el fenómeno del género les viene bien para eludir responsabilidades y mantener el dominio pero no aporta ninguna respuesta para resolver el problema.

¿Qué les pasa a los hombres?
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