viernes. 29.03.2024

¡PPatriotas!

Ni PP ni VOX han asumido en momento alguno posiciones patrióticas.

No es fácil distinguir nacionalismo y patriotismo. Si originariamente la nación era el lugar, la comarca, la región, el país de nacimiento, la patria era el territorio de origen familiar, al que uno se vinculaba por razón de filiación a través de generaciones. Ambos conceptos con una indiscutible carga subjetiva, se fundaban en conceptos objetivos. Salvo naturalmente los vizcaínos. Cosa que todavía acontece hoy. Nacen todos en Baracaldo, pero luego ellos son de donde quieren ser. Derechos históricos.

No es fácil distinguirlos porque con el romanticismo se alienta la ruptura de los viejos Imperios en franca decadencia y en la guerra ideológica se adopta un concepto de Nación legitimador de las ansias de independencia de diferentes territorios tanto en América como en Europa. La Nación pasa a ser un concepto político, instrumental, un arma al servicio de que determinados territorios se doten de un Estado propio, de una organización política independiente.

No es fácil, por eso, definir la Nación ni el nacionalismo, que es el movimiento político inspirado por una concreta Nación. Y los intentos de construir un concepto objetivo han sido un fracaso rotundo. Ni la lengua, ni la religión, ni la cultura propia justifican una realidad política diferenciada. A ese respecto el concepto de Nación joseantoniano, pese a su entronque con determinadas filosofías políticas alemanas (H. Heller) en las que se inspira, no supera el mínimo de calidad lógica. ¿Qué es eso de “la unidad de destino en lo universal”? ¿Cómo puede atribuirse hoy el carácter de Nación a alguien con fundamento en el futuro, en el impredecible destino?

En realidad, el concepto de Nación se vincula a territorios que en algún momento “fueron”. Y eso en países como España es tanto como no decir nada porque en algún momento determinado de nuestra historia todos o casi todos los territorios “han sido”. Finalmente de lo que se trata es del reconocimiento de una personalidad propia, de la condición de sujeto político acreedora de una auto organización política.

Por debajo, en el subsuelo del nacionalismo la realidad objetiva única era la existencia de unos intereses comunes a la burguesía nacional de crear un mercado a su medida, en su ámbito y en provecho propio.

El nacionalismo españolista, por contra, es en realidad un nacionalismo reactivo frente a los nacionalismos de ámbito inferior. Carece en sí mismo de objeto toda vez que España tiene su propio Estado y carece de objeto su afirmación como Nación a los efectos de dotarse de una estructura política propia. Se vincula más que con el nacionalismo romántico del XIX, con la segunda oleada nacionalista (la fascista) vinculada estrechamente con el anticomunismo y el exterminio del movimiento obrero y el cambio social. Con el nacionalismo del XX, igualmente impulsado por las burguesías nacionales en defensa de sus intereses.

Lo del patriotismo ha tenido menos desarrollo aunque también ha formado parte de cócteles ideológico-políticos en cuanto se ha usado como reclamo para exigir sacrificios extremos a las mayorías sociales.

En la práctica ser nacionalista español resulta extremadamente fácil. Basta querer que todo siga igual y eso no se castiga. Lo que se grava es el cambio, la innovación… Basta hablar mucho de España, de los graves e increíbles peligros que acechan a la Unidad nacional y hacer uso del merchandising nacionalista al uso (sustancialmente banderitas en el reloj, mascarilla, arnés del perro y hasta en la ropa interior).

Se trata, salvo casos extremos que no hay que descartar, de una mera retórica formal. A diferencia, el patriotismo se mueve en el terreno de la generosidad, del sacrificio que se asume en aras al bien de los demás cediendo en lo propio y es, por ello, evaluable objetivamente.

Es claro. Se puede ser nacionalista y no ser patriota. Incluso anti patriota. Y al revés. Los franceses, a los que paradójicamente acusamos de chauvinistas, han condecorado a decenas de españoles que participaron de la Resistencia por su patriotismo, pese a distar de posiciones nacionalistas francesas, o incluso españolas.

No vamos a discutir que la oposición de derechas española sea nacionalista, pero desde luego patriota no parece que sea

No vamos a discutir que la oposición de derechas española sea nacionalista, pero desde luego patriota no parece que sea. A la espera de cómo se manifieste en el futuro Ciudadanos, ni PP ni VOX han asumido en momento alguno posiciones patrióticas. Pese a su dialéctica de lo “español y mucho español” se conducen prácticamente como antiespañoles. Son la anti-España que pone sus intereses, incluso los coyunturales, por encima de los estratégicos y los vitales de la sociedad española.

Su posición errática, contradictoria, voluble, frívola, a la contra de cualquier cosa que defendiera el Gobierno y aún de la contraria, su posición frente a la pandemia, ha servido para poner de manifiesto la total ausencia de voluntad de servicio a la ciudadanía, individual y colectivamente considerada, y que la única finalidad de sus posicionamientos era el desgaste y derribo del Gobierno en un momento grave. Una apuesta a corto plazo por ocupar el Gobierno olvidando cosas tan básicas como que el PP obtuvo en las pasadas elecciones sus peores resultados en la historia de la democracia española. Solo inicialmente salvó la cara por la toma de los Gobiernos de Andalucía y Madrid, merced a sus pactos con Cs y VOX. Más todavía cuando Cs es un partido en franca decadencia cuya realidad hoy no es aventurado asegurar que es notablemente inferior a la que retrataron las pasadas elecciones. Y aún más cuando hay serias dudas sobre las capacidades de gestión de ese grupo de jóvenes aupados por la FAES.

En su afán de impedir la gobernabilidad del país en un momento en que incluso estaba en cuestión la salud pública primero y la recuperación económica después, ratificó su posición antiespañola aliándose con los Gobiernos llamados “frugales”, de los que forman parte los amigos de Puigdemont, en defensa de una política de fondos europeos que los limitara, dificultara el acceso de España a los mismos y en todo caso encareciera su obtención. Empinar y endurecer la cuesta y el esfuerzo de los españoles. Ya lo dijo Montoro sin rubor: hundir España, que ya la levantaremos nosotros. Ciertamente, España no necesita enemigos exteriores.

Y finalmente, la ausencia de patriotismo, y aún de cualquier criterio de política de Estado, en materia de Presupuestos. Resulta sencillamente impresentable la oposición de principio a la aprobación de unos Presupuestos Generales del Estado que contemplen los ingresos y gastos adecuados al momento actual, que permitan afrontar los problemas de hoy. Sustancialmente la situación sanitaria agravada que nos vuelve y la necesidad de apoyo económico a la recuperación. El planteamiento del PP no sólo es bizco y egoísta sino estúpido en cuanto al no favorecer la aprobación de unos nuevos presupuestos perjudica directamente a los sectores sociales y económicos que constituyen su soporte electoral y que están a la espera de medidas de apoyo ante la crisis.

No hace falta licenciarse aceleradamente por esa Universidad que el PP creó para afrontar a la Carlos III, a la que reputaban de “roja”, ni pasar por Aravaca para saber que la prórroga de los Presupuestos de Montoro, elaborados en una situación absolutamente distinta sin covid y con una economía en crecimiento no sirve a la realidad actual y las necesidades presentes y futuras. El Sr. Casado, como un niño, quiere que le suban en la noria. A toda costa. Incluso a costa de negarle al Gobierno los instrumentos precisos para garantizar la salud y el bienestar de los españoles. Pretende, en definitiva, que el Gobierno ande, más bien que no ande, este camino con una bicicleta sin cadena. Infantilmente se niega a la aprobación de unos presupuestos que reconoce desconocer (¡!) y por el hecho de participar en su elaboración Unidas Podemos. Cosa más natural que quienes forman parte del Gobierno participen en la elaboración del Proyecto. Alguien debería recordar al Jefe de la Oposición que si hay un Gobierno de coalición es por sus propias líneas rojas. No quiso abstenerse para facilitar un Gobierno monocolor del PSOE. Se negó a abstenerse para facilitar un Gobierno de coalición PSOE-Cs obligando a una nueva convocatoria electoral. Y antes se había negado a un Gobierno de gran coalición PSOE-PP, a la alemana. ¿Qué espera el Sr. Casado? ¿Un Gobierno monocolor del PP con el sólo respaldo de su minoría parlamentaria? Esto no se enseña en las Universidades, se enseña en las escuelas infantiles. Con un ábaco.

Patriotas, lo que se dice patriotas, no son.

¡PPatriotas!