viernes. 29.03.2024

(Pandemia franquista) Segunda Transición. Desmontar el franquismo

España es un reservorio del virus franquista, que de vez en cuando exacerba sus síntomas y se hace notar en forma poco deseable.
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En mis artículos “pandémicos” precedentes he querido sentar la tesis de que el franquismo no es sólo la agudización sintomática que se viene manifestando, sino una enfermedad crónica que late tras aquella. España es un reservorio del virus franquista, que de vez en cuando exacerba sus síntomas y se hace notar en forma poco deseable.

Es de lamentar que cuarenta y cinco años después de la muerte del Dictador, su Régimen habite entre nosotros y condicione  nuestras vidas. En su momento, se discutió lo de la transición con ruptura o sin ruptura. Y no se le dio quizás excesiva importancia. Incluso se pensó que el término ruptura era duro y poco recepcionable popularmente. Quizás se planteó mal la cuestión. Lo importante no estaba en si había o no ruptura, lo importante es que hubiera transición, completa, a un régimen democrático, superación del régimen autocrático.

Es claro que no lo hemos conseguido y esa es una herencia funesta para las próximas generaciones. A estas les legaremos unos poderes fácticos inmutados que no sólo desempeñan el mismo papel que antes, sino que han incrementado su poder efectivo. Baste recordar los sacrificios que hubimos de asumir por rescatar una Banca cuya función inversora ya la cuestionan los fondos de inversión y de pensiones y su función como banca comercial a medio plazo será absorbida por las grandes tecnológicas. Nunca las eléctricas soñaron un monopolio y una situación como la que hoy lucran. Y lo mismo puede afirmarse de las tecnológicas. Seguimos aferrados al turismo y a los servicios y a un sector del automóvil de incierto futuro.

Las organizaciones empresariales (CEOE y Foment) son las más duras de Europa, pese a que las condiciones laborales en nuestro país son francamente peores. Su intransigencia ha llevado a una de las Reformas laborales más agresivas, en palabras del ministro Guindos, y distamos mucho de condiciones que rigen en los países de nuestro contexto relativas por ejemplo a la democratización de la gestión de las empresas y la participación de los trabajadores en las mismas. La CEOE es la continuación histórica de la Confederación de Empresarios Nacional Sindicalistas, integrada en los Sindicatos verticales de Franco. Indisimuladamente. No en vano nada más constituirse se puso a su frente a un empresario más conocido como tenista, Ferrer Salat, y como segundo de abordo, luego Presidente, a Don José María Cuevas, ex secretario general de la Junta Nacional del SEU (Sindicato falangista/franquista de Estudiantes) y hombre de Rodolfo Martín Villa. Y en Cataluña FOMENT NACIONAL DEL TREBALL, nunca prohibida por el franquismo sino transformada en “organismo de opinión económica”. Inolvidable la conexión de sus dirigentes con el terrorismo patronal y el asesinato de dirigentes obreros de la CNT en los años 20. Y entre ellos Salvador Seguí, el Noi del Sucre.

Y lo mismo puede afirmarse de la Iglesia Católica a cuyo frente siguen elementos de ultraderecha golpistas irredentos, al margen de cualquier valor constitucional que sólo están dispuestos a recibir del sistema pero poco a dar. Que mantienen e impulsan sectas y grupos secretos intolerables dedicados al chantaje y la coacción.  La apropiación de patrimonio histórico nacional debería haber conducido a muchos de ellos a los Juzgados por delitos de falsedad. Su papel como lobby al frente de negocios como la Sanidad privada y la Enseñanza privada y concertada, es un freno a los servicios públicos universales y a la igualdad entre los españoles. Además de actuar en competencia desleal frente al sector privado por las condiciones ventajosas en que operan y la financiación pública de que disfrutan. También en oposición a cualquier avance en materia de derechos civiles. Frente a la Iglesia la incapacidad ha sido tal que ni siquiera ha habido el atrevimiento de denunciar los Concordatos vigentes e introducidos por la puerta de atrás en Enero de 1979.

En cuanto a las instituciones el grado de penetración del franquismo sigue siendo importantísimo e incluso estratégico: Fuerzas Armadas, Policía y Fuerzas de Seguridad, Servicios secretos, Judicatura, Fiscalía, Administraciones Públicas… siguen siendo dirigidas por sujetos adscritos, en muchos casos, a sectores ideológicos próximos al franquismo. O conservadores radicalizables. Un esbozo todo lo provisional que se quiera puede trazarse a partir de las organizaciones sindicales representativas en cada sector.

Frente a todo ello los Gobiernos democráticos han confiado en vano que la modernización del país conllevara la democratización. Automáticamente. Terrible error porque el franquismo ya había hecho el experimento de industrializar el país sin ceder un ápice de libertad. La conclusión no puede ser a estas alturas otra que hay que asumir el trabajo que no se hizo a su debido tiempo. Planificada, metódicamente. Y que ese trabajo debe ser asumido por las propias instituciones. Cuando se delega en la gente la defensa de la democracia es posible el mismo final de la II República, la guerra civil.

A corto plazo desmontando el aparato golpista que se está construyendo. En lo que los servicios secretos deberían tener un papel primordial en materia de información y control. El Estado debe saber quiénes y cuántos son sus enemigos y la planificación de sus actuaciones. Y tan secretos son que no parece ni que existan. Lo que en principio debería considerarse una virtud. Si no fuera porque parece que ignoran todo lo que sucede en nuestro país y fuera de él. No se enteraron o no quisieron enterarse del 23F, no se enteraron de las campañas que los soberanistas catalanes realizaban en todo el mundo, no se enteraron de la actividad de las embajadas catalanas, no se enteraron de la policía patriótica, no localizaron las urnas…

Es más todo lo que requería su esfuerzo y atención era, al parecer subcontratado a la red mafiosa del Comisario Villarejo, también subcontratado por la policía patriótica y no se sabe por cuantas redes más, aplicando al revés el que se dice que es principio de actuación en el MI-5 de que “para los trabajos más sucios, los hombres más limpios”.

No es posible que durante la crisis del procés los servicios diplomáticos españoles en el extranjero se dirigieran para pedir instrucciones al Tribunal Supremo (¡!), que los redirigía al Ministerio de Asuntos Exteriores. Esto puede dar idea de por qué el Estado perdió el llamado “relato” frente al soberanismo catalán. Más la nefasta coordinación policial y errónea actuación violenta el 1-O a cargo del “peculiar” Teniente Coronel Pérez de los Cobos, de triste actualidad nuevamente.

Curzio Malaparte en su tratado sobre La Técnica del Golpe de Estado, libro de cabecera de personajes tan contradictorios como Fraga Iribarne y el Che Guevara, afirma que “el arte de defender el Estado moderno está regulado por los mismos principios que regulan el arte de conquistarlo”. Dicho de otra manera, el Estado no puede victimizar a los golpistas y debe respetar el ejercicio de todos sus derechos constitucionales en los mismos términos que al resto de los ciudadanos, pero debe vigilar y reprimir incluso penalmente las vulneraciones de los derechos de los demás ciudadanos: el ejercicio de los derechos democráticos de voto, de libre expresión, de derecho a una información veraz y garantizar que las instituciones responden al interés general.

Uno no es experto en estas cuestiones pero le parece obvio que si el objetivo de los golpistas es apropiarse de los símbolos comunes, quizás fuera útil que todos asumiéramos y usáramos tales símbolos, siquiera finalísticamente y por un tiempo. Que si todo lo fían a la desinformación, hay que crear un fuerte aparato de información y debilitar su aparato de propaganda especialmente en cuanto hace al exagerado número de licencias de radio y televisión de que gozan en este país, incluidas la eclesiales. Que es menester controlar estrechamente sus fuentes de financiación, nacionales e internacionales sin que sea posible, por ejemplo, que grupos iraníes en el exterior calificados internacionalmente como terroristas financien o hayan financiado a VOX. Que la violencia y las coacciones y la toma de las calles exigen el control y disolución por todos los medios legales de los grupos paramilitares, que en estos días de manifestaciones ya han tenido ocasión de hacerse visibles. Y finalmente, si es necesario y la situación lo requiere, la disolución de las estructuras legales que soportan el golpismo. Ya se hizo con Herri Batasuna llevando la ley más allá de su letra y no debería temblar la mano de los Gobiernos de la Nación hacerlo con estos grupos, con la misma Ley o, preferiblemente, con una ley perfeccionada.

Y a largo plazo, utilizando todos los métodos aprendidos en estos días que nos han convertido a todos un poco en epidemiólogos: informativos, estadísticos,  prevención, contención, aislamiento, vacuna, tratamiento sintomático, investigación. Y sobretodo esfuerzo y trabajo.

(Pandemia franquista) Segunda Transición. Desmontar el franquismo