jueves. 25.04.2024

El toque de queda

Imagen de archivo.

De orden del Gobierno se hace saber: De aquí en adelante y durante los seis meses próximos se prohíbe desayunar por la tarde, merendar por la mañana, almorzar por la noche y cenar al mediodía. Se hace saber que queda terminantemente prohibido salir a la calle a las horas de dormir y dormir mientras se sale. Ítem más se prohíbe hablar a los mudos, oír a los sordos y ver a los ciegos. Y, en salvaguarda de la moral cristiana, se prohíbe dormir de once de la noche a seis de la mañana con quien no sea el/la conviviente habitual. Con las excepciones que se establecerán reglamentariamente.

Naturalmente fuera del horario que establece el Gobierno y puedan modificar los Gobiernos autonómicos, todo ello queda autorizado. Incluido lo de dormir con quien no sea el/la conviviente habitual.

Pura retórica. Cosmética política. Amagar y no dar.

Uno no deja de reconocer valor al Gobierno cuando en marzo pasado se decidió por medidas radicales para atajar la pandemia. Muchas cosas debieron ocurrir para que a medida que las mismas se manifestaban más eficaces el Gobierno debilitara su posición y cediera y cediera para acabar levantando el estado de alarma inicial y procediera a una desescalada precipitada que, a la vista está, ha arruinado todos los esfuerzos anteriores y ha extenuado a la población. ¿Se acuerdan de las cacerolas, de Núñez de Balboa y las manifestaciones en descapotable?

Puede ser que el Gobierno se desmoralizara viendo como no obtenía la merecida retribución electoral a su entrega a la causa común. Puede ser que cundiera el desánimo en su seno al comprobar cómo la frivolidad, deslealtad y falta de solidaridad de la oposición no le pasaba a ésta factura manteniendo sus perspectivas electorales. Las encuestas mandan. Puede ser que los lobbies y especialmente el de la hostelería/restauración/discotecas/puticlubs, recuperados de la sorpresa, reagruparan sus fuerzas para presionar a fin de que lo de marzo no se volviera a repetir. El caso es que la energía, la decisión y el arrojo dejaron paso a una torrentera de palabras y más palabras, al diletantismo. A la cobardía, en definitiva.

Y en esas estamos. El Gobierno y las Comunidades, se echan la pelota el uno a las otras y las otras al uno. El uno, que las competencias son autonómicas, las otras que al Gobierno central le corresponde la adopción de instrumentos que no están a su disposición. Y los que quieren adoptar medidas las adoptan y los que no, desde su negacionismo, pues simulan que las adoptan con el menor coste económico posible. Un tira y afloja, en el que el Gobierno y las Comunidades, especialmente las regidas por el PP, se vigilan estrechamente, no dan un paso adelante mientras no conste que el otro lo va a dar también, mientras no esté garantizada la aceptación del otro. Unos y otros le dan pataditas al balón para alejarlo del punto desde el que debe sacarse la falta a sabiendas de que tarde o temprano habrá de ejecutarse desde el lugar en que aconteció la infracción. Nadie asume la responsabilidad de gobernar porque todos sabemos que en este país, ante la incertidumbre, las decisiones erróneas pasan factura y la pasividad y el no-gobierno son históricamente irresponsables. Se negocia con el riesgo. Dejar que el tiempo arregle, o desarregle, las cosas.

Y eso en el mejor de las casos porque también hay quien, como la maléfica Presidenta de Madrid, dedicada al viejo e inmoral jueguecito de lo que en otra época se llamó el “foquismo”, que formulara el guevarismo (encadenar acción/represión/acción ampliada), provocando con su abstinencia la intervención del Gobierno para luego echársela en cara. 

Todo ello constituye una desviación de la política de sus fines. Por uno y otro bando. Por cuanto la política sirve para gestionar los problemas de los ciudadanos y no ha de regirse por el principio de conservación o supervivencia, convirtiendo la detentación el poder en un fin en sí misma considerada. Un espectáculo al que las víctimas y los que somos susceptibles de serlo asistimos atónitos mientras cada día se nos informa de botellones, fiestas particulares y eventos masivos y medidas con una utilidad tan marginal que rayan en la estupidez,

Pero no se preocupen que lo que haya de ser, será. Y los que hoy presionan para que no se adopten medidas radicales lo pagarán con generosidad. Aunque no con tanta generosidad como las víctimas inocentes, los que enfermen o incluso mueran. ¡Así es el juego!

El toque de queda