viernes. 19.04.2024

El alma

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A Kira y a Marta


La Historia de la Humanidad no está mal. Tampoco bien. Todo depende de cómo se mire. Y sobre todo de cómo acabe. Y si acaba en el punto para el que estamos trabajando con ahínco y esmero, tampoco servirá a nadie ni para nada. Será un mero episodio flatulento de una  Historia indocumentada que nadie podrá recordar porque arrastraremos a todos, a todo en realidad, a la destrucción. La nada más absoluta. La Historia sin Historia porque su documentación desaparecerá con ella misma.

Hemos sido capaces de las mayores creaciones. Aunque las haya buenas y malas. Aunque cada creación sea en sí misma buena y mala. Nuestra capacidad para demoler y pudrir nuestra obra ha superado nuestra capacidad creativa. En realidad no hemos creado nada, simplemente hemos aprovechado e interpretado en nuestro beneficio lo que nos rodea hasta agotarlo, hasta extinguirlo, hasta destruirlo...

Un buen día, que no fue el sexto ni tampoco el primero, creamos a Dios a nuestra imagen y semejanza. Una imagen deforme y caricaturesca de lo que nosotros hemos sido en cada época, en cada momento. Y otro buen día creamos el humanismo. Un ejemplo de nuestra inmodestia, soberbia y prepotencia. Y con base al Humanismo nos erigimos en el centro de la creación, en principio y fin de todas las cosas. Formalmente el principio y fin de todas las cosas era ese Dios creado a nuestra imagen y semejanza,  pero realmente éramos nosotros. Dios no era más que  una marioneta, un útil para ser manejado desde bambalinas contra todos y contra todo. La religión no era el opio del pueblo. Era un arma de destrucción masiva, al servicio del dominio de los unos sobre otros. Del poder. Nosotros, autollamados homo sapiens, éramos los Hijos de Dios, nuestra Galaxia era el eje del Universo, nuestro Sistema no era solar sino geocéntrico y todo se había creado para nuestro provecho. Pronto centramos el mundo en nuestra tribu, nuestra etnia, nuestro género, nuestra nación, nuestra clase social.

Mientras avanza el exterminio animal, se industrializa la ganadería y universaliza la explotación animal en todos los sectores económicos desde el primario al terciario primando la muerte sobre la vida, hoy en todas partes avanza el “animalismo”

Otro buen día, lejano también, se nos ocurrió la palabra que luego sería en latín ánima y en romance alma. El alma era la esencia de lo vivo, de la vida. Lo que nos diferenciaba de lo no vivo, de lo  muerto. Y nos dimos cuenta que era  lo que teníamos en común con los demás seres vivos  y especialmente con las formas superiores de vida. Y por eso nos llamamos a nosotros mismos y les llamamos animales, poseedores de alma.

La comprensión de que nuestra esencia era la vida y que este bien no era patrimonio exclusivo nuestro podría haber determinado una socialidad y una cultura absolutamente distinta de la nuestra. Pero una vez más el dominio y el poder lo emputeció todo.

Los sacerdotes del odio y del poder, justificadores de los sacrificios humanos y animales, de la guerra y la sumisión, de los pueblos elegidos y los becerros de oro, hallaron la fórmula. Los hombres no seríamos en adelante animales, sino animales racionales. Como si alguien supiera que pueda ser la razón. Como si nosotros mismos pudiéramos ponernos de ejemplo de racionalidad. Y relegaron a los animales a la condición de objetos susceptibles de propiedad, de poder y sumisión absolutos. Nos otorgamos poder sobre su vida y su muerte. Dejaron de ser nuestros socios en la vida para convertirse en carne.

Pero no se quedaron ahí. Tras los animales privaron de alma a otros hombres y les llamaron esclavos y siervos y proletarios. Y también a las mujeres, que no recuperarían su alma hasta el Concilio de Trento… Y  a los indios porque, aunque las Leyes de Indias les atribuyeron “alma” y por tanto la condición de personas humanas, de poco les sirvió ante la codicia de una Conquista subcontratada en buena parte a esos sacerdotes que querían la grandeza de una Iglesia, que en realidad era una proyección grotesca, caricaturesca, deforme de ellos mismos y sus miserias.

Mientras avanza el exterminio animal, se industrializa la ganadería y universaliza la explotación animal en todos los sectores económicos desde el primario al terciario primando la muerte sobre la vida, hoy en todas partes avanza el “animalismo” a partir de todas las personas que han tenido la fortuna de relacionarse con esos seres a los que llamamos irracionales porque no han sabido o se han negado a aplicar la violencia más allá de sus propias necesidades de subsistencia, por no haber construido un imperio sobre el poder y la destrucción. A partir de quiénes, entre víctimas y victimarios, eligen a las primeras. A partir de quiénes han visto lo mismo que es cada cual en los demás, la vida. Quiénes han concluido que los demás animales nacen y viven como nosotros. Que mueren lo mismo y por las mismas causas. Quiénes han compartido el calor, la mirada, las caricias de un animal. La compañía. Que es mucho más que reposar en el mismo sofá o la misma cama o pasear juntos. Vivir y morir juntos.

Urge que nuestras leyes contemplen los derechos de los animales. Urge la Reforma Constitucional. Urge recuperar el alma, la suya y la nuestra.

El alma