jueves. 18.04.2024

Los tiempos están cambiando… aceleradamente

Aunque cito de memoria, decía Marx que hay siglos que valen por un año y años que valen por un siglo...

El voto de derechas es un voto egoísta y de privilegio frente y contra los demás

Aunque cito de memoria, decía Marx que hay siglos que valen por un año y años que valen por un siglo. Las elecciones del 25 de mayo han puesto de relieve que se está produciendo una aceleración en el proceso histórico que está ocurriendo y padeciendo Europa y gran parte de los europeos. También en el resto del mundo, aunque viniendo desde más lejos (América Latina, toda Asia) o con otros ritmos (USA). El ascenso extraordinario de sendos partidos de extrema derecha en Francia y en el Reino Unido, y el de un partido de izquierda (Podemos, 1.245.950 votos) con rasgos populistas en España, ha puesto en duda en Bruselas sobre si la mentira permanente sobre la bondad e inevitabilidad de las políticas de austeridad basadas en el déficit como paradigma son posibles de mantener en el futuro inmediato. Ha habido otros cambios también interesantes en otros países de la UE pero, por el peso de estos tres países en Europa, son los más notables. En España se suma esto a la pérdida de 5 millones de votos entre el PP y el PSOE, de tal manera que ya no llegan al 50%. Se ha demostrado el poder fáctico del voto, tan importante como otros poderes fácticos. Sobre todo cuando no son tiempos de asaltos a la Bastilla o a los Palacios de Invierno y que no parecen, en todo caso, deseables ni posibles en el siglo XXI. Y menos en vista de gran parte de las experiencias del pasado, sobre todo por sus finales. Parece más factible la senda gramsciana. La austeridad europea impuesta por la Merkel, Bruselas, el FMI, el BCE y los mercados a los gobiernos del Sur ha fracasado. En España, como máximo exponente del fracaso por el peso económico en la UE (un billón de euros de PIB), ha provocado una contracción de la economía dentro de la misma crisis, como puede comprobarse por la evolución del PIB desde el años 2007 al 2013. Ahora hay 5.933.000 parados (EPA, mes de abril), 2.976.000 con más de un año en el paro, 1.979.000 de hogares con todos sus miembros en paro y una tasa juvenil de paro del 55,5%. Al fin esta situación ha hecho mella en el electorado del PP, electorado que parecía exonerado de un mínimo de dignidad. El electorado de derechas justifica su voto por el derecho al privilegio de una situación, aunque esa situación sea la del pensionista de menos de 600 euros o la del salario neto de menos de 900 euros. El voto de derechas es un voto egoísta y de privilegio frente y contra los demás (jóvenes sin empleo, emigrantes, parados que han de ser subsidiados, etc.). La izquierda debe cambiar muchas concepciones cuando, por ejemplo, en Francia los obreros han votado el 48% al partido de la fascista Marine Le Pen y sólo un 6% al PSF, aunque estos datos hay que traerlos en parihuelas y sujeto a estudios socio-electorales serios. En España la primera consecuencia de este poder fáctico del voto es la abdicación del Rey Juan Carlos. Al menos ese voto ha forjado la fecha de la abdicación aunque lo hubiera hablado de antemano con su hijo Felipe, con Rajoy y con Rubalcaba muchos meses antes. No es lo mismo visualizar un Parlamento con el 90% de los disputados diciendo que sí al sucesor que un 60%, aun cuando la elección estuviera asegurado. La segunda consecuencia es el brete que el borbón reinante ha metido al PSOE, que va a retratar en color la traición del alma republicana (según Rubalcaba) del partido votando al sucesor borbónico. El país estaba entrando en una especie de turno pacífico de partidos a lo Cánovas-Sagasta, con un bipartidismo consolidado aparentemente, y los electores, unos por acción y otros por omisión (abstención de antiguos votantes del PP), lo ha hecho pedazos. Además hay que reformar la Constitución al menos para designar al sucesor/a del propio sucesor. También hay que buscar aforamiento para el abdicante, no vaya a ser que haya cometido alguna “irregularidad” en su vida pública y privada pasada.

Para el PSOE es terrible aunque no estoy seguro de que sea consciente de ello. Ahora este partido -que parece imprescindible y/o inevitable para los próximos gobiernos futuros- tiene dos caminos extremos posibles: a) Proseguir por la senda socio-liberal en lo económico que lo metió Zapatero a partir de mayo del 2014 y convertirse en el partido de la derecha moderna no ligada al franquismo (como es el PP). Con ello relegaría al propio PP a la extrema derecha, matizada con restos de franquismo y estandarte del nacional-catolicismo de Rouco y demás secuaces. Aznar es y sería su líder natural; b) Convertirse en un partido socialdemócrata con todas las consecuencias, es decir, defensa a ultranza del Estado de Bienestar, con políticas anticrisis sin mirar déficits (pero sí la deuda pública), sin veleidades privatizadoras por sistema, lucha denodada contra el fraude fiscal, implantación de una renta básica de ciudadanía no relacionada con el pasado laboral, keynesianismo mediante gasto publico para estabilizar la demanda agregada y, por ende, el consumo y la actividad económica, salario mínimo en torno a los 1000 euros, etc. Eso supondría enfrentarse a la Merkel, al FMI, al BCE, a la banca española, a los propietarios de las empresas energéticas (ideal sería la nacionalización de una parte de la misma), etc. El problema del PSOE es de credibilidad, porque para recuperar el electorado perdido no le queda más remedio que reconocer que el presidente Zapatero y el PSOE se equivocaron en mayo del 2010 con sus congelaciones de salarios para funcionarios y pensionistas, además de otras (algunas privatizaciones, reforma Express del artículo 135, apoyo a la Monarquía ahora, etc.). Ello le permitiría criticar de paso a Rajoy por hacer lo mismo que el gobierno de Zapatero pero multiplicado el error por diez, desvelando las mentiras de Rajoy a sus votantes cuando decía y dice que la crisis es por la herencia recibida, como si el anterior inquilino de la Moncloa hubiera hecho en el terreno económico algo que fuera en dirección contraria a lo que hace ahora el gobierno de Rajoy. No es que sienta pena por los votantes del PP porque tienen lo que han votado, sobre todo los votantes pobres, sean pensionistas, asalariados o dueños de un pequeño comercio, que son los más perjudicados por la austeridad. Lo más probable es que el PSOE trate de pescar entre ambas orillas con el peligro de quedarse como está ahora, es decir, ahogado o casi. Pero, como siempre, el futuro está abierto y depende de lo que unos pocos decidan y otros muchos se resignen.

Los tiempos están cambiando… aceleradamente