viernes. 29.03.2024

Propaganda frente a lógica política

La época actual, donde la propagada, información, noticia o análisis corre a la velocidad de la luz y llega a todo el planeta, paradójicamente ocurre que estamos inmersos en el principio goebbeliano de que una mentira repetida mil veces se convierte en “una verdad”. Es importante la dos palabras anteriores: que se diga que es “verdad”, así, entre comillas, claro, y que sea la única. El caso más dramático para la historia de la humanidad haya sido probablemente las mentiras de los nazis, del partido nazi alemán hasta las elecciones de 1933, donde consiguieron que buena parte de los ciudadanos y, en particular, obreros que hasta entonces votaban a los socialdemócratas y comunistas alemanes, votaran al partido de Hitler cuando este candidato a genocida ya había dado buena cuenta de sus intenciones y de lo que iba a hacer. Ahora mismo en Europa está asolada por partidos de extrema derecha: en el Reino Unido, Francia, Austria, Hungría, Polonia, etc., que ya están gobernando o, al menos, con opciones de gobierno. Por ejemplo, en el último atentando terrorista en Francia se está intentado hacer creer a los posibles votantes de derecha y de extrema derecha que lo ocurrido se ha debido a la inmigración, cuando lo ha cometido un residente francés, aunque de origen tunecino. La verdad no importa porque los partidos de derechas –como en el PP en España– y de extrema derecha consideran que el nivel intelectual de sus posibles votantes no les da para diferenciar entre propaganda e información y sucumbirán al principio goebbeliano. Y, además y en todo caso, las tripas, que son el soporte de la propaganda, siempre podrán con la razón, que lo es de la información y el análisis.

Un ejemplo de lo anterior es lo que ocurre en España. Se ha creado el mantra goebbeliano de que sólo hay dos posibles salidas políticas como resultado del 26J: o gobierna el PP o nuevas elecciones, que es tanto como decir que: o gobierna el PP o gobierna el PP porque es el partido más votado. En el sistema político español afortunadamente ese aserto o principio es falso porque gobierna quien consiga más apoyos en el Congreso para la investidura primero y el gobierno después. Hay que decir que ese mantra goebbeliano está asentado en arenas movedizas porque el día a día está demostrando su falsedad o, al menos, su fragilidad propagandística. Han pasado 3 semanas desde las elecciones del 26J y Rajoy sólo retoza en la charca de sus 137 escaños. No tiene un sí seguro más, a diferencia de las elecciones del 20D, que sabía que si el PSOE llegaba a un acuerdo con Podemos podría contar con el apoyo de los 40 escaños de Ciudadanos. Es verdad que el PSOE se adelantó en una medida preventiva con su acuerdo con el partido de Rivera, lo cual avocaba a nuevas elecciones. Es decir, las perspectivas de gobierno del PP ahora son menores –aunque no imposibles– que antes porque una cosa es la política y otra la aritmética. Más aún, ahora que Podemos no puede proponer una alternativa solvente de izquierdas porque aritmética y políticamente no da con los partidos nacionalistas –a diferencia del 20D–, sólo son posibles tres salidas, que se reducen a dos tarde o temprano: o gobierna el jefe del PP o el del PSOE. No me he atrevido a dar el epíteto de líderes a ninguno de los dos. Los esfuerzos de la derecha, de los medios de comunicación de derechas -que son la inmensa mayoría- están empujando a la investidura de Rajoy sí o sí, pero algo está fallando en esa propaganda goebbeliana. Y lo que falla es la lógica política. Esta dice que sólo un tercio de los que han votado lo han hecho por el partido ¡que hasta el 20D estaba gobernando!, mientras que dos tercios lo han hecho por otros partidos, es decir, que han expresado en esta segunda vuelta de facto que no quieren que siga el partido que está gobernando. Este hecho es capital y, junto con esos dos tercios, determinan la lógica política que se enfrenta a la propaganda. Cosa muy distinta sería la interpretación política de estos mismos resultados electorales si hubiera estado gobernando el PSOE o cualquier otro partido. Y a medida que pasa el tiempo, ese cascarón de la propaganda -que envuelve a la non-nata aún lógica política- se va resquebrajando porque esos dos tercios han expresado en las urnas que no quieren que siga el mismo gobierno y no sólo el mismo partido que estaba gobernando.

La cuestión es: ¿podrá Pedro Sánchez sustraerse a la lógica política y traicionará a esos dos tercios, de entre los cuales 5.424.000 ciudadanos le han votado? ¿Asumirá por fin Unidos Podemos que, aquí y ahora, para la investidura sólo hay dos alternativas: Rajoy o Sánchez? ¿Querrá sobrevivir Ciudadanos como alternativa al PP manteniéndose como mínimo en la abstención en cualquier caso? Si la lógica política se impone a la propaganda goebbeliana, si se impone el cerebro frente a las tripas, será Sánchez presidente de gobierno; en caso contrario, lo será Rajoy. Pedro Sánchez no tiene que llegar a ningún acuerdo ni con Podemos ni con Ciudadanos. Es más, sería contraproducente para llegar a la Moncloa. Lo único que tiene que hacer, a lo que está obligado hacer –y no más probablemente– es a presentarse a la investidura, incluso al mismo tiempo que Rajoy, y que cada partido del Congreso se retrate en ese momento. Luego vendrá la negociación para legislar, sea mediante un acuerdo de legislatura, sea mediante negociación continua de ley por ley.

Claro que el otro gran enemigo del PSOE –además de la propaganda goebbeliana mencionada– lo tiene en sus filas, algunos de los cuales están en consejos de administración de grandes empresas y rompiendo jarrones chinos por doquier. Y este enemigo interno está restrasando la solución final, pero eso no me parece determinante. Con la presentación a la investidura –sólo o a la par–, Sánchez cumple con su trabajo, con su sueldo, con su papel de candidato del segundo partido más votado, deja al PSOE en la mejor situación posible de cara a futuras elecciones -sean próximas o remotas- y obliga a los demás partidos a demostrar su verdadera férula ideológica.

Propaganda frente a lógica política