jueves. 28.03.2024

Podemos en la encrucijada

Podemos debe elegir entre pretender llegar al Gobierno muy pronto o ser una fuerza decisiva en la oposición recuperando su electorado más radical.

pablo-iglesias

Podemos debe elegir entre pretender llegar al Gobierno muy pronto o ser una fuerza decisiva en la oposición recuperando su electorado más radical

La eclosión primero del partido de Pablo Iglesias y más tarde el de Albert Rivera ha supuesto una bocanada de aire fresco en la política española, en este nuevo turno pacífico de partidos de los dos partidos que han estado en el gobierno de la nación. He leído con deleitación el estupendo libro de José Ignacio Torreblanca (Asaltar los Cielos) y he podido confirmar una intuición: este partido ha surgido a la vez de forma oportuna y oportunista sin que ello sea contradictorio. Sin el 15M no hubiera surgido el partido, aunque Podemos no tuviera ni tiene el monopolio de su representación. Tampoco hubiera surgido de esta forma y con esta fuerza hace 20 años –incluso 10- porque todo el fenómeno de la comunicación en red no existía. Como señala el autor del libro, los tres elementos que han facilitado algo que parecía necesario -pero difícil- han sido la “Fakul” –la facultad de Ciencias Políticas de la Complutense- los platós de la televisión y la comunicación en red comentada. Y también unos profesores que decidieron no quedarse sólo y por más tiempo entre la pizarra y los libros. El factor humano también cuenta. La situación era propicia: una corrupción del partido del Gobierno que empieza a afectar a la dignidad de sus propios votantes, una austeridad que nos ata a la crisis permanentemente, un presidente que es el líder menos valorado de todos los líderes de los demás partidos y de algún otro del propio, un paro que no baja del 23%, unas condiciones laborales de los que tienen trabajo cada vez más precarias y unos sistema públicos de educación y sanitario menoscabados en sus presupuestos entre el 20% y el 21% desde el año 2009 (estudio del BBVA).

Las encuestan dicen claramente quienes sostienen al PP por su intención de voto: los mayores de 65 años, donde se reúnen una parte de la herencia del franquismo, un miedo a perder lo que consideran un privilegio (aunque sea una pensión miserable) y otro poco de miedo a reconocer que se han equivocado votando al PP porque sí había alternativa. En este contexto surge Podemos, con un programa que parecía radical e insostenible en aspectos fundamentales. Que sea radical no necesariamente es malo ni irrealizable. Puede significar ir a la raíz de los problemas, tal como señalaba Ortega y Gasset en otros contextos. Sin embargo un programa con visos de insostenibilidad puede ser mortal para los proponentes. Por ejemplo, es irrealizable una rentaba básica universal para todos los ciudadanos independientemente de su situación; es insostenible presupuestariamente –no hace falta hacer números- y es insostenible porque es injusto, al igual que era insostenible por injusto el cheque-bebé de Zapatero. La revisión de la deuda pública en aras de un impago parcial es otro tipo de insostenibilidad, pero también insostenible. No lo es presupuestariamente, pero sí lo es en un mercado de capitales globalizado para un país como España. Se sobrentiende el porqué. También parecen inoportunos, inadecuados y erróneos algunos conceptos como el de casta refiriéndose a todos los políticos del PP y del PSOE. Supone meter en el mismo saco sociológico a los Arenas, Aguirre, Fabra, Camps, con los Zapatero, Chacón, Rubalcaba o López Aguilar, por poner algunos ejemplos. Y si lo extendemos a otros partidos y a otros políticos del pasado, supone igualar en origen, dignidad y patrimonio a los Abel Matutes con los Tierno Galván, a los Fraga con los Carrillo, a los Pujol con los Pasqual Maragall. Castas las había en la India, aristocracia política en la Inglaterra victoriana, pero estas categorías sociopolíticas son inadecuadas para describir a los políticos en general, incluso para el conjunto de los políticos del PP. Los problemas son otros y la categoría política expuesta no es adecuada. Mucho más acertados están los líderes de Podemos cuando se inspiran en Lenin o Maquiavelo; mejor aún cuando lo hacen en Gramsci y su concepto de hegemonía, porque los tres operaron en situaciones concretas con acierto al menos intelectual. Ahora Podemos ha reculado y ha triunfado la pretensión de “ocupar la centralidad del tablero” con Monedero entre las piezas comidas. Es de esperar que sean conscientes del salto que eso supone. Competir con el PSOE para desbancarle de la centralidad buscando en torno a 10 millones de votos –para asegurar el Gobierno- supone la reconversión a un partido socialdemócrata, incluso con la renuncia a la parte neoliberal de Zapatero de mayo del 2010. Ahora las encuestas menguan para Podemos. Esta es la encrucijada, porque queriendo la centralidad pueden perder –lo están haciendo- el voto más radical, aunque no extremista, ese radicalismo oportuno que les hizo obtener 1.246.000 votos en las elecciones europeas de hace un año. Parece que dos de los líderes de Podemos -Iglesias y Errejón- quieren convertir un partido que parte de la radicalidad –en el buen y necesario sentido del término- a la gobernabilidad. Para ello tienen que desplazar al PSOE como primer partido de la izquierda sociológica cuando lleva Podemos apenas más de un año de existencia como partido en la arena política. No parece posible. El PSOE tarde o temprano se recuperará, sobre todo si aprende de sus errores y los reconoce, porque llevaba el partido cometiendo errores un siglo más cuarenta de ausencia y, a pesar de ello, ha gobernado 21 años desde la Constitución de 1978. Podemos puede tener un papel importante como oposición de izquierdas al PSOE en el gobierno de la nación, como alternativa gubernamental compartida en Autonomías y como gobierno en muchos ayuntamientos. Hablamos del próximo futuro. A más tiempo, como diría un creyente, Dios dirá.

Que a pesar de los errores iniciales de planteamiento, que a pesar de trabajar intelectualmente a partir de conceptos equivocados o inadecuados –lo de casta aplicado a los políticos en España- hayan tenido un éxito notable y unas encuestas aún propicias para condicionar gobiernos al menos -aunque no para formarlos salvo excepciones- dice mucho de los errores de gobierno del PP y más aún de los errores pasados del PSOE cuando se dio ese garbeo neoliberal en el 2010. Izquierda Unida desaparecerá y Ciudadanos –el partido que compite con el PP en la derecha- se consolidará, y todo ello propiciará el fin del bipartidismo institucional, pero aún es pronto para acabar con el bipartidismo gubernamental. El presidente del próximo Gobierno será del PP o del PSOE. Podemos debe elegir entre pretender llegar al Gobierno muy pronto o ser una fuerza decisiva en la oposición recuperando su electorado más radical. Para conseguir 10 millones de votos –o al menos 7 u 8 millones que le permita aspirar al Gobierno- queda mucho y con esa pretensión sólo abrazará humo. A Podemos no le queda otra que esperar, porque sólo el futuro y los errores de los demás pueden permitir aunar parte del voto radical y gran parte del voto del PSOE para desbancar a este partido de la centralidad de la izquierda. Y aún así necesitará mucha suerte, más tiempo, mucho acierto propio y mucho error ajeno. 

Podemos en la encrucijada