viernes. 19.04.2024

La izquierda se suicida a fuego lento

PSOE y Podemos están en la encrucijada, entre ambos suman escaños para gobernar, pero sus hipotecas políticas les impiden el acuerdo.

Dice la resolución del Comité Federal del PSOE aprobada el 28 de diciembre que “la autodeterminación, el separatismo y las consultas que buscan el enfrentamiento sólo traerán mayor fractura a una sociedad ya de por sí dividida. Son innegociables para el Partido Socialista y la renuncia a esos planteamientos es una condición indispensable para que el PSOE inicie un diálogo con el resto de formaciones políticas”. Es verdad que anteriormente se dice que “si Rajoy y el PP fracasan en su intento de formar Gobierno, el PSOE actuará como primer partido del cambio en aras del interés general y con sentido común y responsabilidad”, lo cual tampoco induce a pensar que esa responsabilidad entraña luchar necesariamente por un gobierno de izquierda o progresista. Cada partido o formación política tiene todo el derecho y la obligación de negociar a partir de sus propios criterios y fundamentos, pero la resolución aprobada por el PSOE exigiendo que para el inicio de las conversaciones con otro partido –se sobrentiende que Podemos pero también afectaría a Democracia y Libertad, Esquerra Republicana, Las Mareas, etc.- debe renunciar a planteamientos de autodeterminación recuerda la admonición de los curas cuando decían aquello de que los fieles creyentes debían renunciar a Satanás, a sus pompas y a sus obras, y seguir siempre a Jesucristo. Es una visión escolática de la política y de la negociación anterior a Maquiavelo, cuando se pensaba que poder real y poder regio eran lo mismo. La lógica de la negociación para la investidura, para un Gobierno o para un programa de gobierno exige partir de los diversos programas concretos que se ponen sobre la mesa sin exigir renuncias sobre los fundamentos, al igual que no se exige a IU que renuncie a sus principios republicanos recuperados desde los tiempos de Julio Anguita. Esta parte de la resolución es un absurdo, un error de grueso calibre que puede precipitar al PSOE al abismo. Quizá los barones piensen que eso no puede ocurrir por la trayectoria más que centenaria del partido, pero cosas similares han ocurrido con el PSI de Bettino Craxi; también con el PASOK griego, aunque en otras circunstancias, y parecían partidos con suelo electoral asegurado. Nada está garantizado en el presente porque en tiempos de mudanza el pasado se ve por los nuevos protagonistas sociales y políticos como rémora y no como estímulo para el presente. En el fondo esa es la Historia: un armario de cadáveres que en su momento se pensó y se pensaron eternos. Las baronías del PSOE tienen tiempo para pensar lo que han impuesto al secretario general y abandonar las anteojeras con que miran el presente porque si el PP –con o sin Rajoy– no puede formar gobierno y el PSOE tampoco porque no puede ni siquiera “iniciar” un diálogo con otras fuerzas de izquierda –que son y porque son soberanistas y/o independentistas en sus principios– significa que el partido está mandando un horrible mensaje a sus posibles electores, un terrible chantaje: o me dais la mayoría absoluta o gobernará per saecula saeculorum el PP. Porque, en efecto, ni siquiera con una supuesta victoria del PSOE –imposible en estos momentos– se asegura formar investidura y gobierno, al igual que le ocurre al PP actualmente con sus 123 escaños (convertidos ahora en 119). Tiene el PSOE dos meses para reorientar su política de negociación –ni siquiera de pactos– para hacer creer a sus posibles votantes que ha hecho ímprobos esfuerzos para echar al PP del Gobierno cuando hay una mayoría de izquierdas en votos. Como primer partido de la izquierda tiene esa obligación. Si se celebraran nuevas elecciones y no se cumpliera ese esfuerzo y no se hiciera visible –que como mínimo ha de ser sincero y no puro teatro– el PSOE está abocado a ser el tercer partido del país en el mejor de los casos, y el segundo, en todo caso, de la izquierda sociológica. Y sabemos que si Podemos fuera el primer partido de la izquierda, incluso el primer partido del país, el resto de los partidos no independentistas y no soberanistas –salvo IU– se coaligarían contra el partido de Pablo Iglesias para impedir que gobernara. En esa coalición estaría, por supuesto, el PSOE. A esa lógica política lleva la deriva fundamentalista del PSOE en su oposición a la deriva fundamentalista de Podemos. En esa situación seguiría gobernando la derecha coaligada y con un PSOE ya en la pendiente de la irrelevancia, aunque con varios millones aún de votantes. Pedro Sánchez tiene, paradójicamente, la hipocresía y el cinismo de sus baronías a su favor porque gobiernan en casi todas las Comunidades Autónomas en las que gobiernan gracias al voto de Podemos y, que se sepa, aceptaron las investiduras correspondientes sin exigir la renuncia a Satanás de cualquier veleidad independentista del partido de Iglesias. Es un poderoso argumento que Pedro Sánchez ha utilizado, aunque parece que de forma timorata.

¿Significaría que la caída electoral del PSOE sería compensada con un aumento equivalente en votos y escaños por Podemos? No necesariamente. Todo depende precisamente de que los votantes no independentistas y no soberanistas del partido comprueben en las próximas jornadas que Pablo Iglesias y su equipo de dirección hacen también ímprobos y sinceros esfuerzos por negociar una agenda social sin presentar un chantaje al PSOE del tipo: o aceptas el referéndum para Cataluña o no me importa que gobierne el PP. Daría igual que se camuflara de otras intenciones o que endilgaran al PSOE la culpa de un posible fracaso de la izquierda, es decir, del fracaso consistente en disponer de una mayoría sociológica de izquierdas traducido en votos –incluso en escaños– y no intentar llegar a un acuerdo dado que este es imposible por no renunciar dentro el programa de negociación al referéndum. No es necesario que Podemos renuncie a su ideario -a pesar de la horrible resolución federal del PSOE- porque tienen ambos partidos dos meses para que, fruto de su acercamiento a un programa social común, se le caigan a las baronías del partido socialista las anteojeras. El problema para Podemos y PSOE es que entre ambos suman 132 escaños (90 más 42) mientras que PP y Ciudadanos disponen con disciplina 159 (119 ahora del PP y 40 de Ciudadanos). Hay 17 escaños de diferencia que sólo si un número equivalente de los 27 escaños de la candidaturas gallegas, valencianas y catalanas independentistas y/o soberanistas de Podemos suman a los 132 que, con aparente disciplina, pueden presentar entre PSOE y Podemos. Nada parece indicar en buena lógica política que si los 27 coaligados en las candidaturas de Podemos no apoyaran la investidura de Pedro Sánchez –además de los 42 restantes del partido de Iglesias– lo van hacer los 8 de Democracia i Libertad y los 9 de Esquerra. En esta situación los 2 escaños de IU son sólo una fuerza moral, aunque se sumen sus votos para un análisis socioelectoral del 20-D. Si Podemos antepone el derecho a decidir a la agenda social en estos momentos, demostrarán que no son un partido de izquierdas sino una asociación pequeño-burguesa de pretendidos intelectuales camuflada de izquierdismo. Que repasen Iglesias, Errejón y Monedero algunos texto de Lenin para aclararse en este punto.

En definitiva, ambos partidos de la izquierda nacional, PSOE y Podemos, están en la encrucijada y en una grandísima diatriba. Entre ambos suman escaños para gobernar, pero sus hipotecas políticas de origen, su pasado y sus promesas para el 20-D les casi impiden el acuerdo. Queda una posibilidad: que valoren que una repetición de las elecciones no mejoraría la posibilidad de obtener un gobierno de izquierdas sino todo lo contrario. Si entienden que nuevas elecciones darían más escaños extras a la derecha por el nefasto sistema electoral y porque parte del voto de izquierdas se quedaría en casa en una repetición de las elecciones, pueden aparcar sus prejuicios hipócritas (PSOE) y sus idearios de origen (Podemos) y negociar una agencia social común, donde no hay diferencias insalvables sino, en todo caso, restricción presupuestaria. No olvidemos lo que pasó en 1996: el PSOE obtuvo 141 escaños en el Congreso, IU 21 y el PP 156, y, a pesar de ello, gobernó Aznar. Y cuatro años más tarde vino la mayoría absoluta de este falangista tardío, vino la guerra de Irak y los atentados del 11-M. Siempre hay que sacar lecciones de la historia y más si es tan reciente y tan cercana. España necesita un gobierno progresista como el comer. Hay 770.000 familias sin ninguna fuente de ingresos, 1.572.900 hogares con todos sus miembros en paro, 4.850.800 parados según EPA, una tasa de paro juvenil del 46,6% y una tasa de paro global del 21,18%, la tasa de cobertura del paro apenas llega al 50% de los parados, una eliminación por vía presupuestaria de la ley de la dependencia, una precariedad laboral insufrible y un sueldo mínimo realmente ridículo. Y se podría seguir con la Educación Pública, la Sanidad Pública, el tema de los desahucios, la factura energética, la televisión gubernamental de TVE, el poder institucional del PP en el sistema judicial, etc. No sólo los votantes de izquierdas sino una mayoría de españoles no se pueden permitir otros cuatro años marianos. Hay que echar a Rajoy y su caterva inmune e indolente en lo social del Gobierno y demás instituciones. O dejarles al menos sólo con la representación que les corresponde por su voto, que no es precisamente la tarea gubernamental. Si se repiten las elecciones la derecha en votos y escaños subirá y el conjunto de la izquierda bajará. Pedro Sánchez y Pablo Iglesias tienen la palabra, de su poder real y de sus intenciones reales dependen de ver a Rajoy en los sillones de la oposición o de nuevo en la Moncloa.

La izquierda se suicida a fuego lento