miércoles. 24.04.2024

La estafa del análisis económico actual

neoliberalismo

¿Cómo es que los gobernantes de medio mundo se han creído las mentiras, el fiasco de la austeridad expansiva, el final del keynesianismo, los multiplicadores errados, la creencia de que el sólo mercado lo va a solucionar todo y que lo público es una rémora para la recuperación económica?

Vivimos en un mundo donde se toman decisiones de política económica erróneas. No se trata solamente de que sean interesadas desde algún punto de vista –que también- sino que son erróneas. Parece increíble pero es así. El conocimiento sobre el análisis económico que se imparte en las universidades del planeta y sobre el que luego los gobiernos y los organismos internacionales (bancos centrales, FMI, Banco Mundial, etc.) toman sus decisiones es erróneo, es pura alquimia o pura astrología, cuando el planeta necesita Química y Astrofísica, es decir, ciencia. En lo que atañe a estos fundamentos del análisis económico que se estudia en las universidades estamos en la edad media, en mera escolástica, trabajando con creencias y no con ciencia. Y de ahí los pasos erróneos, las políticas erróneas desde cualquier punto de vista, de ahí el inmenso error, la inmensa estafa de la llamada austeridad expansiva. Si se observa la evolución del PIB en España –por poner un ejemplo sangrante- estábamos saliendo de la crisis a mediados del 2010, llegó Rajoy con el voto de millones de españoles y comenzó la austeridad, la reducción del gasto público a la mitad –por ser generosos- y dio lugar al peor año de la economía española en los tiempos recientes que fue el 2012, año récord de la prima de riesgo, del paro, el comienzo de la quiebra de la Seguridad Social. Es verdad que su antecedente es 2009 cuando los ingresos fiscales se redujeron en 90.000 millones de euros principalmente porque las grandes y medianas empresas manipularon contablemente sus cuentas de resultados para pagar lo menos posible en el impuesto de sociedades previendo que la crisis –que ellos mismos acentúan así- iba para largo. La cosa lo remató Rajoy y la mayoría absoluta del PP con la reforma laboral, que precarizó el empleo y contribuyó a disminuir la participación de las rentas salariales en el PIB y, por ende, en el Consumo y en la Producción. Y a pesar de todo volvió a ganar Rajoy en las siguientes elecciones, pero eso es otra historia y atañe a la responsabilidad ética y cultura de los votantes y abstencionistas.

La pregunta es: ¿cómo es que estos gobernantes de medio mundo se han creído las mentiras, el fiasco de la austeridad expansiva, el final del keynesianismo, los multiplicadores errados, la creencia de que el sólo mercado lo va a solucionar todo y que lo público es una rémora para la recuperación económica? Porque en el fondo eso es lo que creen los neoliberales, que se excitan con Hayek y Friedman, más modernamente con Sargent y Lucas, y aconsejan el tancredismo a los gobiernos e instituciones. ¿A quién beneficia que la economía se contraiga? Desde luego al sistema financiero no, a pesar de lo que puedan decir los Francisco González o la Ana Patricia Botín. A las grandes empresas tampoco porque siempre es mejor planificar el futuro –sí, planificar- esperando que la economía, la demanda y las rentas crezcan que lo contrario. A los ciudadanos, en su inmensa mayoría, tampoco les beneficia que se cobre menos sueldo, que el trabajo sea precario, que se venda la imagen –en parte real- de la quiebra de la Seguridad Social para fomentar por el miedo los fondos privados, que disminuya la demanda porque las rentas salariales se hayan reducido. Y ese prejuicio no solo afecta a los asalariados sino también a las pequeñas empresas que ven disminuidas sus ventas (su demanda). Tampoco beneficia a los autónomos porque la austeridad supone menos ingresos para el Estado y, por lo tanto, menos posibilidades de apoyo a ellos desde lo público. Es verdad que el puñado de ricos se ha hecho más rico, pero eso es un efecto colateral. A la inmensa mayoría de la población –incluida la inmensa mayoría de los votantes del PP y Ciudadanos- la austeridad, la contracción de la economía que supuso los primeros años del gobierno de Rajoy merced por su política económica les ha perjudicado notablemente. Que a pesar de todo sigan votando a estos dos partidos es otro cantar, un misterio insondable. Y eso por no hablar del casi monopolio de la corrupción que es el PP.

Vuelvo al punto precedente al último y retomo lo que creo firmemente, lo que pienso en cuanto a lo que se estudia en las universidades en lo que atañe al conocimiento de la Economía y, en concreto, al análisis económico, a sus fundamentos. Estos están profundamente errados. ¿Cómo es ello posible, se preguntará el lector? Voy a tratar de explicar esto de la mejor manera posible pero lo que sigue exige una lectura de atención sostenida. Los fundamentos del análisis económico, una vez hecha la voladura del keynesianismo oficialmente, es la Microeconomía actual. Esta materia apenas ha evolucionado desde Alfred Marshall (1842-1924). Es verdad que ha creado la teoría de los juegos (Neumann, Morgenstern, Nash, etc.), que en los años 30 del siglo pasado se completó el análisis con la competencia imperfecta y/o monopolística de Robinson y Chamberlin, que se ha generalizado con las teorías del equilibrio general (Walras, Arrow, Debreu, Balasko), que se ha sofisticado con mucha matemática desde que Samuelson escribiera los fundamentos, pero conceptualmente, en esencia, ha cambiado poco. Alfred Marshall podría dar clase hoy, un siglo más tarde, con una actualización de conocimientos que no le llevaría más de un mes. Veamos. En las facultades de economía se dice, se cuenta, se explica como verdades reveladas, que los precios y la asignación de los recursos lo hacen los empresarios igualando aquellos a los costes marginales, que consumimos de acuerdo con las utilidades marginales que nos reporta supuestamente la última unidad consumida y que las empresas pagan a los trabajadores y a eso que llaman capital físico de acuerdo con el valor de sus productividades marginales. Hasta en los manuales de economistas progresistas como Stiglitz o Krugman sigue diciéndose esas cosas, aunque con crítica y prevenciones. No tengo tiempo ni este es el lugar para explicar con detenimiento todo esto, pero hasta el lector curioso que ha tenido la suerte de que no le enseñaran cosas tan esotéricas le resultará extraña hasta la jerga empleada. Ningún empresario, ningún pequeño empresario, ningún propietario de un negocio  de este país ni de cualquier lugar del mundo sabe con certeza qué es eso de un coste marginal, qué es una utilidad marginal y qué significa con exactitud qué es el valor de una produtividad marginal. Pero, es más, en el caso de que lo entendiera porque algún neoliberal que a su vez lo entienda –la inmensa mayoría tampoco lo entendien- no le serviría de nada porque no podría aplicarlo a su negocio y/o empresa porque no tendría ni los datos ni un modelo veraz que le ayudara a tomar decisiones con estos criterios. Y para rematar la faena, en el caso hipotético de que esto funcionara y que estuviéramos en un óptimo de decisiones, todo esto sería compatible con el hecho hipotético de que, por ejemplo, el 1% de la población tuviera el 99% de la renta y la riqueza y que el 99% restante tuviera el 1%. Un fiasco total, una injusticia absoluta creer que con el sólo mercado estamos en el mundo Pangloss, en el mejor de los mundos posibles. Si tuvieran razón los manuales de Microeconomía no habría crisis económicas, no habría ciclos económicos.

Y sin embargo hay alternativa a estos fundamentos. Primero recuperar a Keynes y su teoría de la demanda efectiva. Según ésta -y a diferencia de la creencia de los neoliberales- es perfectamente compatible una situación de equilibrio, es decir, con una situación donde no haya estímulos para que nada cambie en la producción, en la retribución de las rentas y en el consumo, con que haya un paro insufrible. Por ejemplo, el mundo actual. Los neoliberales, en contra de la evidencia empírica, en contra del mundo real, piensan que no puede haber paro si hubiera perfecta flexibilidad de precios –que la hay en la práctica- y que los salarios fueran tan flexibles como desearan los empresarios. Pero el mundo real no va por ahí, no puede ir por ahí, porque detrás de los salarios está el consumo y detrás del consumo están las decisiones empresariales de inversión, producción y ventas. Los salarios no pueden ser todo lo flexible que piden los empresarios porque entonces nadie les compraría lo que producen. Adam Smith, el padre putativo de los neoliberales, acertó en unas cosas –por ejemplo, en lo de la división del trabajo- pero la cagó en lo de que buscando el interés particular –los empresarios de la época, hacia 1776- se conseguía el interés general. Y los neoliberales –y su brazo intelectual, los neoclásicos marginalistas- no salen de Hayek, Friedman y la escuela austriaca. Insisto, según estas explicaciones, según estos modelos, no debería haber crisis económica ni ciclos económicos y el mundo viviría en el mejor de los posibles. Pero el mundo va por otros derroteros y parece que sólo China y los tigres asiáticos se salvan.

Y sin embargo hay alternativa intelectual. La hay al menos desde 1960, año en que se publicó Producción de mercancías por medios de mercancías, obra del ocultado Piero Sraffa, economista italiano nacido en Turín en 1898 y muerto en el Cambridge inglés en 1983. Aunque poca gente lo sabe –incluida la inmensa mayoría de los actuales estudiantes y profesores de economía- revolucionó intelectualmente el conocimiento de los fundamentos del análisis económico con esa obra. ¿Qué nos dice el bueno de Sraffa –persona afable, tímida, pero sabia e inteligente según testimonios- sobre estos fundamentos? Nos dice muchas cosas, pero me referiré a las más importantes según mi criterio, criterio forjado durante más de tres quinquenios estudiando y desarrollando la obra del genial italiano. Nos dice que los precios y la asignación de los recursos no se forman igualando estos con el coste marginal de cada producto sino añadiendo un margen de ganancia sobre los costes. Nos dice que la economía, los fundamentos, no se la juega en el análisis parcial –ceteris paribus- marsalliano del estudio de un producto, de una empresa, de un mercado, sino en el conjunto de la economía, en el conocimiento de las relaciones intersectoriales. Y no sólo en el análisis agregado que se hace desde la Macroeconomía casi inventada en exclusiva por Keynes y Kalecki –este último el otro gran relegado-, sino con los datos que proporcionan lo que se produce de forma desagregada, mediante tablas de doble entrada, de forma parecida al análisis Input-Output de Leontief. Doble entrada porque lo que se consume, se compra o se produce tiene una doble asignación: el producto en sí mismo y a donde o desde donde se vende o se produce (sector en Leontief) o cómo se produce (Sraffa). Con ello podríamos saber, por ejemplo, cuanto y, sobre todo, dónde hay que invertir o gastar para minimizar el desempleo. Quizá no para acabar con él del todo porque hay que contar con las limitaciones que supone las decisiones de consumo, el presupuesto del Estado y el equilibrio a largo plazo de la balanza de pagos. Pero con estos conocimientos –que ya se tienen- con datos actualizados –que no se tienen- un gobierno que quisiera acabar con el paro y que, a pesar de ese deseo, fuera votado por una mayoría de ciudadanos, podría disminuirlo notablemente. Como hacen en China combinando mercado y planificación. Aquí, en Europa, habría que imitar a China en aquello que es compatible con la democracia. Auguro que mejor nos iría. Por último y volviendo a Sraffa, el turinés nos dice que el capital –medios de producción, es decir, maquinaria, instalaciones, todo aquello que no consumimos directamente- no es un ente en pie de igualdad con el trabajo sino que también es trabajo fechado, es decir, que el llamado capital actual fue producido en diferentes momentos del tiempo mediante trabajo y que, por tanto, aunque tenga una retribución en forma de ganancia para su reposición no tiene el mismo derecho que el salario, no opera en el mismo plano de igualdad ni económica ni –añado yo- ética. En el mundo neoclásico la distribución viene dada por esas supuestas productividades marginales –debiera decir que así debiera ser según el marginalismo porque no lo es-; en el mundo intelectual creado por Sraffa nos dice, por el contrario, que la distribución entre salarios y ganancias es una cuestión abierta y que lo único que es cerrado es el excedente a repartir, pero que ninguna ley económica nos dice cómo ha de ser ese reparto. Y claro, esto es un hecho revolucionario en lo intelectual porque nada dice el análisis del excedente -que es el objeto de la obra del turinés- de cómo ha de repartirse, que no hay ninguna ley económica al respecto: ¿quizá mediante la lucha de clases?

Sraffa también nos habla del capital fijo, la producción conjunta, la elección de las técnicas –las distintas formas, por ejemplo, de producir energía eléctrica- la mercancía patrón, la diferenciación entre bienes básicos y no básicos, etc. Pero lo contado en el punto anterior es, en mi opinión, lo decisivo y lo característico. Yo añadiría también la producción conjunta como elemento también troncal, pero esto es ya más complicado de explicar en un mero artículo. Algo de responsabilidad tienen los que se han dedicado al estudio de la obra del italiano porque lo han desarrollado matemáticamente pero no conceptualmente, pero esa responsabilidad palidece frente a la responsabilidad ideológica de otros. Todo lo que escribió Sraffa y todo en lo que influyó –en Robinson, en Wittgenstein, en Gramsci, en el mismo Keynes- es revolucionario en un plano intelectual: la asimetría entre la forma de pagar los salarios y las ganancias en su modelo, en la necesidad de considerar las relaciones intersectoriales que señaló, en la consideración del capital como trabajo fechado, en la importancia dada a la producción conjunta, en el concepto de tasa máxima de ganancia como acaparamiento de todo el excedente, en la construcción virtual de la mercancía-patrón, en su diferenciación entre bienes básicos y no básicos en la producción y no en el consumo. De Sraffa podemos extraer sin integrar con nadie una teoría del comercio internacional, una teoría de la inflación no monetaria, unos criterios de negociación entre salarios y ganancias, criterios de planificación distintas de las erróneas utilizadas en su momento en la URSS, etc. Si Sraffa formara parte de los estudios de economía habría que tirar a las papeleras todos los libros de microeconomía que se estudian porque Sraffa es incompatible con el marginalismo en cualquiera de sus formas y escuelas. Sólo lo sería parcialmente con aspectos de la teoría de los mercados. En mi opinión el futuro de los fundamentos del análisis económico pasa por una integración de Sraffa con el binomio Keynes y Kalecki. Y llevamos un retraso de casi un siglo para esta tarea. En el mundo que viene –y China hace décadas que nos señala el camino- si queremos crear un mundo mejor pasa porque en los temas económicos se mezclen mercado –la competencia es la mejor cualidad del mercado- y la planificación inteligente, una planificación que deje al mercado la formación de los precios y en manos de los ciudadanos las decisiones de consumo, pero que deje en manos del interés público y de quien puede representarlo –parlamentos y gobiernos- decisiones estratégicas sobre sectores estratégicos, que ponga salarios y rentas mínimos dignos, que potencie la competencia, que acabe con privilegios de monopolios y oligopolios, que tenga en propiedad a parte al menos de sectores como el energético, con un sector público potente a la europea –como en Francia o, al menos, como en Alemania, no como en España- y que desde lo fiscal distribuya la renta y la riqueza de acuerdo con principios éticos de igualdad y justicia. Con Sraffa, Keynes y Kalecki, con la integración de la demanda efectiva keynesiana y el excedente esrafiano tendríamos los fundamentos de análisis económico para que estos se llevara acabo, para que las decisiones económicas –muchas de las cuales no están en estos autores ni las han defendido porque son de otra época- sean compatibles con estos fundamentos y compatibles con la realidad, para salir de la alquimia y la astrología en los que una ideología que ha secuestrado el conocimiento y sus consecuencias en esta materia.

La estafa del análisis económico actual