jueves. 28.03.2024

Elecciones andaluzas o la responsabilidad del votante y del abstencionista

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Ha bastado un leve aumento de los emigrantes para que una parte decisiva de los andaluces hayan inculpado de tal hecho a la izquierda y hayan tirado por la borda una parte de ellos su progresismo

El resultado de las elecciones autonómicas para el Parlamento de la Comunidad Autónoma de Andalucía han dado el día de diciembre el resultado de que el conjunto de la derecha oficialmente constitucionalista (PP y Ciudadanos) más la extrema derecha (VOX) dan como resultado que estos tres partidos, si se ponen de acuerdo, gobernarían por primera vez desde la Constitución de 1978 Andalucía. El resultado es sorprendente porque parecía que los andaluces, las diversas clases sociales, los obreros, campesinos y pequeño-burgueses (comerciantes, autónomos), pensionistas, eran mayoritariamente de izquierdas, aunque fuera moderadamente de izquierdas, que eran además consecuentemente de izquierdas. Y que eso les diferenciaba del resto de España, donde todas las Comunidades habían pasado por el tamiz de la derecha, bien fuera la españolista heredera del franquismo (el actual PP), bien por el PNV o bien por la antigua CiU catalana. Sólo Andalucía había dado su voto mayoritario al conjunto de la izquierda desde 1978. Las elecciones últimas han demostrado que eso era una ficción, que no era fruto de un convencimiento sino de algunos convenimientos. Ha bastado un leve aumento de los emigrantes, nada comparado con los que tiene por ejemplo Alemania o Italia, para que una parte decisiva de los andaluces hayan inculpado de tal hecho a la izquierda –quizá la estatal– y hayan tirado por la borda una parte de ellos su progresismo y se han entregado a la derecha y a la extrema derecha o a la abstención, lo cual supone, aunque en menor medida aritmética, entregarse a la derecha. Esta es la realidad. Se ha dicho que también parte de ese cambio se debe a los apoyos de Pedro Sánchez para formar gobierno en Madrid. Pero esto es una tontería insostenible porque los ciudadanos valoramos los resultados de la acción de gobierno y no las alianzas de los políticos para obtenerlos, y el caso de un partido de izquierda gobernante lo que valoramos es que haga una política progresista, de justicia social y de redistribución de la renta y de la riqueza: que se alíe para tal fin con el diablo no nos importa. El factor determinante, la espoleta que ha forjado la explosión derechista de una parte del pueblo ha sido sin duda la emigración, la pequeña y casi ridícula emigración en sus diversas formas, la insignificante inmigración acaecida en España en los últimos años, por no decir en los últimos meses. Y ante tal hecho parecería que una parte pequeña pero decisiva electoralmente ha trocado la solidaridad por el egoísmo, la esperanza por el miedo al diferente, la supuesta fraternidad cristiana por el egoísmo protestante (Weber, el tópico dixit).

Ante el resultado electoral cabe preguntarse qué va a pasar en Andalucía y en España; también qué gobierno es posible en Andalucía ahora. Pero antes de entrar en esta especulación hay que examinar las elecciones de una manera desacostumbrada, de una manera original, desde el lado de la ética. En primer lugar considerar que los individuos son resposanbles de sus actos, que no son ni menores de edad ni deficientes mentales, considerar que cuando votan saben lo que votan, incluso aunque no se hayan leído los programas de los partidos (ninguno lo hacemos normalmente). Lo saben porque cuando oímos ladridos sabemos que hay perros aunque no los veamos. Por ello debemos considerar desde la esfera de la ética que los 396.000 andaluces que han votado a VOX son responsables y conscientes de haber votado a un partido de extrema derecha, de un partido que quiere acabar con el Estado de las Autonomías actuales, que quiere derogar las leyes feministas, que quiere mandar a los emigrantes con una patada en el culo a sus países sin más, que quiere centralizar las competencias de de Educación y Sanidad para la Administración Central del Estado, que quiere acabar con la autonomía catalana aunque necesite al Ejército para ello, que quiere acabar con el uso de las lenguas catalana y vasca en las autonomías correspondientes, acabar también con la ley del aborto y del matrimonio homosexual vigentes, y otras lindezas que da miedo siquiera considerar. Todas estas cosas lo saben los votantes de VOX, al menos lo intuyen o lo desean, aunque no lo digan. No nos engañemos, querido Pablo Iglesias, los enemigos de la democracia no son Santiago Abascal, ni el secuestrado por ETA, ni el juez elegido entre los 12, todos ellos también entre los 12, sino los 396.000 andaluces que han votado a un partido que sería capaz de acabar con la democracia con tal de impedir que, por ejemplo, tú, Pablo, fueras presidente de Gobierno. Eso sí, han votado legítimamente, al igual que en 1933 más de 13 millones de alemanes votaron al partido de Hitler o hace casi dos años más de 50 millones de norteamericanos votaron a un fascista a la americana como Trump en USA. La democracia no la ponen en peligro los políticos de extrema derecha sino sus votantes, porque el voto en una democracia es el poder fáctico más importante. El error de la derecha es creer que lo único que cuenta son los votos; el error de la izquierda es minusvalorar ese poder. Los análisis marxistoides de la política basado en las clases sociales son la gran cagada del marxismo. La historia ha demostrado que no hay ninguna clase social revolucionaria per se, porque no se puede ser revolucionario, querer cambiar las cosas en un orden de mayor igualdad y justicia y votar a la derecha y menos aún a la extrema derecha.

Se ha dado por hecho con precipitación que la derecha gobernará en el Parlamento andaluz. Es quizás la solución más probable pero no es la única. Puede también concebirse algún entendimiento entre PSOE y Ciudadanos para evitar un gobierno con la extrema derecha del partido de Rivera y el PP. Una solución podría ser que el PSOE cediera la presidencia de la Comunidad al representante de Ciudadanos con la abstención de Unidos Podemos (Adelante Andalucía). Con ello los tres partidos se darían por satisfechos: el PSOE podría tener varias conserjerías a pesar de perder la Presidencia porque sería lo más que podría conseguir, Ciudadanos podría vender que ha cambiado el gobierno andaluz porque no estaría Susana Díaz además del cargo más importante y Podemos habría evitado la entrada o apoyo de VOX en el gobierno andaluz. Otra cosa, otro problema será la acción de gobierno con una mayoría parlamentaria de derechas y de extrema derecha: los avances sociales en Andalucía en el ámbito de sus competencias estarán en serio peligro. Por ello la movilización por esta causa –y no porque haya ganado la derecha las elecciones– será imprescindible en Andalucía y quizá en todo el país. Veremos todo esto en menos de un mes. Veremos de qué están hechos realmente PP y Ciudadanos, veremos el poder real en el PSOE de Susana Díaz y veremos la versatilidad real de Podemos y, sobre todo, si Ciudadanos es una mera muleta del PP o algo más o algo diferente. Por cierto, Sr. Tezanos, no ha dado ni una aquí, en la tierra de Séneca, Nebrija, Velázquez, Murillo, Góngora, Bécquer, Machado, Falla, Lorca, Picasso, Camarón y la Pepa.

Elecciones andaluzas o la responsabilidad del votante y del abstencionista