viernes. 29.03.2024

Consecuencias y políticas económicas por el coronavirus

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No es tarea fácil intentar prever lo que va a pasar desde el punto de vista económico en el próximo futuro por esta pandemia que asola el planeta. Es verdad que el número de muertos por causa de la gripe en todo el mundo es de cientos de miles y sin embargo no se declara por ello pandemias ni estados de alarma (o su equivalente en los distintos países). Hay varias razones que lo hacen posible: en primer lugar parece que estamos vacunados mentalmente por las muertes por gripe porque son previsibles y existen fármacos y vacunas en gran parte de las ocasiones -pero no siempre si las cepas mutan muy rápidamente- para evitar la muerte de la mayor parte de la población, pero no así también de las personas mayores; también porque las gripes y catarros periódicos se han constituido en el mayor negocio de las farmacéuticas mundiales, que además son un oligopolio. Y para convencerse de ello solo hay que ver en nuestro país -pero ocurre en todos los países desarrollados- los anuncios de vacunas, antigripales y anticatarrales en los medios de comunicación (principalmente en “las teles”) en los inviernos. Si se encontrara un antiviral contra la gripe que valiera para todos los años una parte de la industria farmacéutica tendría que cerrar. También la alarma, porque este nuevo virus no respecta clases sociales, y lo mismo puede ser contaminada la cajera de un supermercado que la presidenta del Banco de Santander. Es verdad que eso ocurre con el virus de la gripe, pero contra este ya he dicho que nos hemos vacunado mentalmente.

Son comprensibles las dudas de un Gobierno antes de declarar un estado de alarma porque este afecta gravemente la economía, aunque sea por un espacio breve (que además no lo va a ser). Los señores Torra y la señora Ayuso, presidente y presidenta de las Comunidades autónomas de Cataluña y de Madrid respectivamente, han pedido de forma irresponsable que se cierren las empresas. A estos dos no les importa qué pase con los trabajadores y las empresas, ni son conscientes de lo que puede suponer para un país, aunque podría llegar el momento que fuera necesario. Pero lo han pedido para quedar bien delante de su electorado y poder criticar al Gobierno de la Nación. No son conscientes ni tienen visión macroeconómica, porque si se detiene la producción durante meses y no se mantienen las rentas salariales, el Consumo caerá significativamente y, con ello, el conjunto de la demanda agregada. Por ello una de las medidas que tiene que contemplar el Gobierno es aumentar el Gasto Público de tal manera que la demanda agregada (Consumo+Inversión privada+Gasto Público+Exportaciones) no sea este año inferior a la del año anterior. Evitar esto es absolutamente necesario porque, de lo contrario, caeremos en una recesión económica.

Los medios de la salud pública deben estar siempre sobredimensionados, que es una de las dificultades de la salud como negocio privado, que no pueden permitirse el lujo de atender situaciones excepcionales

La segunda consecuencia es que seguro que seremos un poco más pobres que el año pasado porque, en contra de las concepciones neoliberales, lo único que da valor a los bienes y servicios producidos es el trabajo incorporado. Las máquinas y los ordenadores solo trabajan si los hacemos trabajar. Es verdad que maquinaria de todo tipo y comunicación digital permiten que el trabajo desarrolle la productividad del trabajo, pero la única productividad es la del trabajo. Si se para la economía no se podrán mantener los niveles de renta y riqueza anteriores, incluso aunque el Gobierno cumpla el requisito anterior, es decir, que el gasto público alcance el nivel tal que el conjunto de la demanda agregada de este año no sea inferior a la del año anterior. Seremos un poquito más pobres y eso es inevitable.

La tercera consecuencia de la crisis sanitaria es el cambio de la estructura de la demanda, porque caerá en picado la correspondiente al ocio y aumentará algo la alimentaria y bienes de primera necesidad en general, aunque este aumento será temporal. Este cambio de estructura de la demanda hará variar la producción de bienes y servicios en general, pero no sabremos ahora mismo cuál será su efecto sobre el empleo porque habrá efectos indirectos de la oferta. Pero podría saberse si se desarrollaran las tablas y el análisis Input-Output de Leontief. Por desgracia este tipo de análisis exige el conocimiento y un desarrollo estadístico detallado año a año, cosa que no existe porque las concepciones neoliberales del análisis económico han despreciado este precioso instrumento. Una lección para el futuro y una tarea para las Administraciones y las universidades.

Por todo lo anterior y desde el punto de vista macroeconómico -que no es el único a contemplar-, el Gobierno debería actuar de la siguiente manera: en primer lugar -ya lo hemos apuntado- aumentar el Gasto Público a lo largo de este año -no se puede esperar al próximo- para que la demanda agregada de este año no sea inferior a la del anterior; en segundo lugar se ha de establecer moratorias de impuestos para las empresas, pero solo podrían disminuir estas en la medida que disminuya el trabajo y la consiguiente producción de bienes y servicios; en tercer lugar, al disminuir los ingresos de las Administraciones y de la Seguridad Social y, en cambio, aumentar el Gasto Publico, el déficit debe aumentar brutalmente, lo quiera o no Bruselas; en cuarto lugar, no puede permitirse el despido de los trabajadores en este período y solo los ERTES, es decir, los expedientes temporales de empleo. Creo que algo dirá el Gobierno en el próximo Consejo de Ministros. Ya habrá tiempo de compensar a las empresas fiscalmente y en las cotizaciones, pero un desempleo masivo como consecuencia de que las empresas aprovecharan la crisis para despedir incidiría terriblemente en las personas y en la demanda agregada vía rentas. Dicho de otra manera, ha de evitarse caer en un ciclo recesivo por el lado de demanda, aunque sea inevitable por el lado de la oferta (toda la oferta del ocio caerá en picado).

Nada volverá a ser como antes. El paradigma neoliberal de que el solo mercado solucionaba todo cayó porque los propios neoliberales en el 2008 pedían de rodillas que el Estado (El Gobierno de USA y la Reserva Federal) intervinieran para arreglar el desaguisado que provocaron los bancos con sus hipotecas subprimes y demás productos financieros sin solvencia (apalancamiento brutal). Ahora es necesario utilizar a los servicios privados de la salud y, por ello, parar, temporalmente al menos, el componente de negocio privado. El solo mercado no va a crear los antivirales necesarios para parar el contagio, ni las empresas privadas de la salud estaban ayudando a los análisis de los posibles infectados sino todo lo contrario, derivando a lo público a los posibles pacientes que no eran clientes. Incluso se ha decretado la posible confiscación de las mascarillas porque las empresas privadas la reservaban para sus clientes en el mejor de los casos. Por otro lado ya no se podrá mantener la ortodoxia sacrosanta de los déficits porque, lo que es relevante en las finanzas públicas, es la Deuda Pública y no la coyuntura. Tampoco se podrá mantener el mito neoliberal de que cuanto menos impuestos y menos, por tanto, servicio público, mejor porque, como estamos viendo, de no existir una Sanidad Pública -al menos en los países europeos- el desastre sería total. La razón de ello es el efecto externo de la pandemia: no se puede evitar mediante el pago a las empresas privadas que se contagie el resto de los ciudadanos. Las epidemias y pandemias destruyen ideológicamente las concepciones privadas de la salud. Veremos lo que pasa en USA porque allí el desastre puede ser colosal. También es una lección los procesos de privatización llevados a cabo por las Autonomías donde gobierna el PP porque han dejado en precario los medios públicos de la salud. Es verdad que podrían ser suficientes para situaciones normales, pero no para este caso, las gripes acentuadas, las grandes catástrofes. Los medios de la salud pública deben estar siempre sobredimensionados, que es una de las dificultades de la salud como negocio privado, que no pueden permitirse el lujo de atender situaciones excepcionales, además, claro está, que solo están al servicio de quien puede pagarlo.

Consecuencias y políticas económicas por el coronavirus