viernes. 29.03.2024

Cataluña o la pantomima de la independencia

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Los asalariados, pensionistas y autónomos en Cataluña que han votado a la derecha o se han abstenido lo han hecho en contra de sus propios intereses

El resultado más relevante desde el punto de vista de lo social de las elecciones autonómicas en Cataluña no es la victoria de Ciudadanos, el batacazo del PP o la renovación de la mayoría independentista. Lo relevante es la derrota de la izquierda. La suma de los votos de ERC, PSC, los Comunes y la CUP dan 2.049.423 votos, mientras que la suma de Ciudadanos, los convergentes y el PP es de 2.226.809 votos. Lo cual demuestra que cuando la izquierda se enzarza con el tema del independentismo el resultado es que gana la derecha. Hasta ahora ese ha sido el juego de las dos derechas más importantes de este país: la tardofranquista del PP y la pujolista de CiU, ahora con otro nombre. Durante la Transición -de la que todavía no hemos salido- el anticatalanismo del PP le ha dado votos al PP en el resto de España -o, al menos, del Ebro para abajo como gustaba decir el honorable Pujol, el del 3%- y el antiespañolismo de los convergentes les ha dado votos en Cataluña. Es la manera que han tenido los dos partidos más corruptos para mantenerse en el poder. El problema surgido a última hora es el del aprendiz de brujo, ese aprendiz que tanto nos deleitó la factoría Disney en su película Fantasía. En efecto, tanto jugar, tanto amagar Pujol con el independentismo y prestar sus escaños al PSOE y al PP, que de la chistera de este juego de tahúres salió primero Artur Mas y luego Carles Puigdemont. Poco a poco la derecha catalana tanto se ha ido creyendo las bondades económicas de la independencia que llevó a un independentista de verdad a la Presidencia de los convergentes, al Sr. Puigdemont, ahora exiliado en Bruselas. La izquierda, en general, ha caído en el error de entrar a discutir en un terreno de juego que le es ajeno, en una plaza donde torean los acomodados, los que tienen la vida resuelta. El PSC porque hasta hace poco –pero muy poco- coqueteaba con el independentismo; Podemos porque, como dijo acertadamente Errejón, el partido era Madrid-Barcelona y Podemos iba con el árbitro. Un error que demuestra que en política el sentido común no vende, no sirve. El derecho a decidir, planteado sólo en Cataluña y de forma coyuntural, es un error. Los partidos deben arriesgar con sus propuestas sin mirar las encuestas y dejar el veredicto de su acierto –o de su error- a las elecciones.

Desde la Transición siempre he pensado que la clave de la política en España, el partido que puede y debe nuclear los cambios, el progreso es el PSOE. No son deseos sino que es el partido que se corresponde ideológicamente con la mayoría ideológica -aunque ajustada- de los españoles. El problema es que este partido ha abrazado el neoliberalismo como método para solucionar los problemas económicos y sociales cuando ha gobernado y cuando ha estado -como ahora- en la Oposición. El problema es que el neoliberalismo ha fracasado. La crisis abierta en esta última década ha enterrado intelectualmente esta corriente de pensamiento que no concibe que pueda haber crisis y ciclos económicos porque el mercado lo resuelve todo en un equilibrio permanente, inmutable, sin sobresaltos. Cuando Felipe González afirmó que el partido abandonaba el marxismo engañó a todos, especialmente a los militantes socialistas: lo que abandonó en realidad fue el keynesianismo. Y es precisamente una política moderadamente keynesiana practicada por Barack Obama en USA la que ha permitido a este país sortear la crisis a pesar de ser el epicentro de la misma. En Europa no fue así. Sólo cambió en los aspectos monetarios cuando Draghi en el 2012 llegó al BCE. No fue suficiente y ya se reconoce que la austeridad llamada expansiva fue una milonga, un error, una estupidez sin fundamento analítico y empírico; una teoría comprada apresuradamente en el mercadillo de las justificaciones para hacer más ricos a los ricos y más pobres a los pobres. Y, claro, Rajoy el indolente se apuntó a ello porque eso le permitía practicar su deporte favorito: no hacer nada, no asumir responsabilidades. Y si el PSOE quiere ser la izquierda debe hacer dos cosas: pactar con los que son también de izquierdas y recuperar el keynesianismo. En España deber hacer más cosas: salario mínimo en torno a los 1000 euros, rentas para los que no tienen para vivir dignamente, lucha contra la evasión fiscal y aumento de la presión fiscal hasta llegar a la media europea. Un país cuya presión fiscal es solo del 34% nunca podrá llegar a los niveles de bienestar de quienes sobrepasan el 40%. Ahí y así están los grandes países europeos como Alemania, Francia, Italia e, incluso, el muy liberal Reino Unido.

El PSC ha fracaso en Cataluña porque el Sr. Iceta no fue capaz de aclarar una duda a los presuntos y potenciales votantes del partido: ¿servirá mi voto acaso para que la Sra. Arrimadas sea presidenta del Govern en Cataluña? En todas partes vemos que cuando la izquierda no se presenta como alternativa a la derecha sino que coquetea con sus principios o gobierna con la derecha el resultado es nefasto para la izquierda. Y, además, los resultados prácticos de las políticas neoliberales son, como hemos visto, un desastre para asalariados, autónomos y pensionistas. Si los partidos de izquierdas no son independentistas -y no tienen por qué serlo- deben ser consecuentes con ello y considerar que el independentismo es una reivindicación de derechas, por más bella que pueda presentarse, por más reivindicaciones históricas con que se revista, por más agravios también históricos que puedan demostrarse, por más reparaciones que queden pendientes. El error del PSC no es apoyar el 155 sino no trabajar con ERC y con Podemos para construir una alternativas de izquierdas en Cataluña. Y algo parecido debe decirse del PSOE en el resto de España.

Para acabar decir que, a pesar de los errores de la izquierda en Cataluña, la responsabilidad de que gane la derecha es de los votantes y los pocos abstencionistas que quedaron. Los asalariados, pensionistas y autónomos en Cataluña que han votado a la derecha o se han abstenido lo han hecho en contra de sus propios intereses. Decía Hamlet a su amigo Horacio que “la culpa no es nuestra estrella sino nuestra” y Calderón que los hados sólo inclinan pero no fuerzan el albedrío. Si los electores siguen votando neoliberalismo y corrupción poco se puede hacer. Esta es la grandeza y la miseria de la democracia. Y claro, la alternativa es la miseria de la dictadura.

Cataluña o la pantomima de la independencia