viernes. 29.03.2024

Ahora es más posible

Existe la mostrenca idea de que el 26J ha dado un resultado más difícil para la Izquierda para la investidura de Pedro Sánchez que el 20D. Eso se debe supuestamente a dos cosas: 1) que ha sido eficaz la propaganda goebeliana del PP de que, dado que el partido de Rajoy ha pasado de 123 escaños a 137, no sólo tiene más derecho a formar gobierno sino que, además, es más fácil porque no hay alternativa de izquierdas; 2) que se confunde inevitablemente o interesadamente mayoría política con mayoría aritmética. Sin embargo, de un análisis político relativamente simple, se deduce que el primer punto es falso casi en su totalidad. Lo primero a señalar es que lo ocurrido entre el 20D y el 26J es importante para el fin formar el tan ansiado –se deja en el aire siempre por quién–, sea cual sea el signo del Gobierno. Mejor dicho, siempre y cuando ese Gobierno sea del PP o, como mal menor, de gran coalición. La realidad es que la economía española le ha ido mejor sin Rajoy que cuando el inane gallego manejaba el BOE desde su mayoría absoluta en ambas Cámaras, y sólo el Brexit ha puesto en dificultades la economía financiera. Señalaré las razones por las que creo que ahora es más factible un gobierno sin Rajoy y sin el PP que el 20D:

1) Al día siguiente de las elecciones del 20D no sabíamos aún por quién se decantaría prioritariamente Ciudadanos sobre el futuro gobierno, pero su pacto con el PSOE lo aclaró, con lo que la ilusión de los del PP de convertir al partido de Rivera en su comparsa para llegar a la Moncloa se esfumó. Entonces PP más Ciudadanos sumaban 163 escaños, a 13 de la mayoría absoluta, pero superando en 2 escaños a la suma de PSOE, Podemos e IU (161 escaños). Ahora, y si no confundimos política con aritmética, el PP no puede sumar a sus 137 escaños los 32 de Ciudadanos con la presunción con que lo hacían antes. La razón de ello la explicó el propio Rivera, líder de Ciudadanos, señalando que los que querían que gobernara Rajoy en estas segundas elecciones ya se han ido al partido de la calle Génova. Nada pasa en balde. Rivera fue claro cuando dijo,  antes de las elecciones, que no apoyaría un gobierno de Rajoy salvo que fueran de la mano del PSOE. Si ahora Ciudadanos se mancomuna con el PP sin la coartada socialista se expone a perder el voto de los que le han votado y que no quieren que Ciudadanos se entregue al PP sin nada sustancialmente a cambio. Y en política dos y seis no son ocho.

2) Tras el 20D Podemos podía presionar al PSOE para intentar una investidura e incluso un gobierno de izquierdas con el apoyo de algún nacionalista –principalmente PNV– y la abstención de otros –los catalanes– porque la Izquierda de ámbito nacional estaba a 2 escaños de la Derecha (163 por 161); ahora la coalición supuesta de derechas supera a la supuesta de izquierdas –o al menos, “del cambio”, como dice Pedro Sánchez– en 13 escaños (169 a 156). Pero volvemos ahora con más razón que antes a no confundir política y aritmética, porque los 32 escaños de Ciudadanos no suman sin más con los 137 del partido de la gaviota. En realidad el PP se ha quedado sólo, como un farero con su faro, sólo que el faro está sobre la cambiante arena de lo inmediato y en medio del proceloso mar del PP. Ahora Podemos ya no tiene coartada –o planteamiento sincero, que todo es interpretable– de que era posible un gobierno de izquierdas con pespuntes nacionalistas. Ahora ya no suma. Ahora el único posible gobierno alternativo al de Rajoy con sus 137 escaños es un gobierno –o al menos una investidura– de Pedro Sánchez con 188 escaños (la suma de PSOE, Podemos y Ciudadanos). Las elecciones del 26J han cortado las ínsulas sorpassianas de Iglesias y compañía y, ahora, si Pedro Sánchez aceptara el encargo del Rey de intentar formar gobierno, tiene Podemos muchas más dificultades socioelectorales de no apoyar esa investidura. Sólo, claro está, la investidura, reservándose sus 71 diputados para forzar en lo posible una práctica política en el  BOE de Sánchez homologable con la socialdemocracia. Ahora ya no vale ni cal viva, ni exigir vicepresidencias, ni sonrisas del destino. A Podemos, más pronto que tarde, se le presentará la política crudamente, sin chisteras con conejos ni juego de tronos que regalar. Ahora sólo tiene Iglesias y compañía tres opciones descarnadas, sin comodines con lo que juguetear a ser mayores: o Rajoy, o Sánchez o nuevas elecciones. Sin margen ni siquiera para la negociación y sin nada que garantice que Podemos fuera a incrementar sus escaños en nuevas hipotéticas elecciones, incluso si menguan los errores tácticos y de imagen de Iglesias.

3) A Pedro Sánchez se le despejan las alternativas y tiene también las mismas tres desnudas que a Podemos, sin hojarasca que las camufle: apoyarse en Podemos y Ciudadanos para llegar a la Moncloa, permitir que gobierne Rajoy o nuevas elecciones. Y no valen trucos de abstención por atasco de alguien en los servicios el día de la investidura, ni cosas por el estilo que algún barón del PP de los que gobiernan gracias a Podemos ha insinuado. Si Rajoy fracasa en la investidura o no se presenta –con el gallego todo es posible– a Sánchez no le queda otra que presentarse a la investidura mal que le pese. Y ahí puede ser contrariado en sus deseos reales con un voto sin negociación ni contrapartida de Podemos y de Ciudadanos para su investidura. Sólo para la investidura y Gobierno, claro, con la incógnita de la legislatura que viene: un sudoku sin reglas ni límites. ¡Tiene más posibilidades Sánchez de llegar a la Moncloa si no negocia con estos dos partidos que si lo hace, vamos! Pero esto es la política, y si no le gusta a Sánchez que se hubiera metido a fontanero, que es un trabajo muy digno e imprescindible para la Sociedad.

4) Al PP le salen nuevos casos de corrupción, aunque con la estimable compañía del partido de Artur Mas, más las fechorías de su ministro del Interior en modo cloaca de Moncloa. Al PP se le ha agotado su techo electoral porque para eso ha servido el 26J, una especie de segunda vuelta del 20D. Su chulería y la mayoría absoluta de Rajoy en la anterior legislatura le condenan a la soledad política a pesar de sus 137 escaños. Los nacionalistas catalanes –de izquierdas o de derechas– odian lo que representa Rajoy y su caterva. El no a la investidura lo tiene garantizado de aquí a la eternidad, y lo que le sirvió al gallego para obtener votos fuera de Cataluña le impide casi el saludo con el país de la sardana. Hasta el más débil intelectualmente de sus votantes ya sabe que ganar unas elecciones no significa tener derecho a gobernar ni poder hacerlo necesariamente. Su programa de negociación es como su discurso en el balcón del 26J: dubitativo, vacío e insufrible. Las dentelladas a la Educación y Sanidad públicas, la austeridad homicida, su reforma laboral, su ley mordaza, el acabamiento de la ley de la Dependencia de Zapatero vía presupuestaría, la desigualdad contemplada desde el sillón de la Moncloa fumándose un puro, su vaguería, su inanidad intelectual, su chulería impostada, su trivialidad, su ignorancia de hasta lo institucional, dejan a Rajoy en una soledad autista y onanista. Pactar, negociar, simplemente charlar con este personaje deja a cualquier partido –incluidos los de derechas– con el peligro de la desafección generalizada de sus votantes y militantes. Rajoy es un factor que contamina. Ahora cabe el refrán de que cuanto menos bulto más claridad, cuantas menos opciones menos negociación, cuantas más mentiras y engaños pre-elecorales menos margen de negociación post-electoral. A Rajoy le está pasando factura su dictadura temporal pasada: asistiremos a su entierro político, pero dos tercios de los votantes no daremos el pésame a su familia política. Con dos tercios de los votantes en contra no se puede gobernar y obliga a Sánchez a intentar la alternativa.

Ahora es más posible