sábado. 20.04.2024

20D: Opciones, escenarios y perspectivas

Las opciones básicas para las elecciones generales son dos: El continuismo de viejos actores y políticas o la consolidación de las fuerzas alternativas y populares.

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Las opciones básicas para las elecciones generales son dos: El continuismo de viejos actores y políticas o la consolidación de las fuerzas alternativas y populares

Las opciones básicas para las elecciones generales del 20 de diciembre son dos: El continuismo de viejos actores y políticas, con su recambio parcial por Ciudadanos y leves cambios del PSOE, o la consolidación de las fuerzas alternativas y populares, con un peso relevante de Podemos en un gobierno de progreso. En el primer caso, se avalaría la dinámica de supuesta recuperación económica, que pretende esconder las graves injusticias sociales y justificar unas estrategias socioeconómicas regresivas. En el segundo caso, se reforzaría una opción progresiva, con mayor empleo decente, políticas de igualdad y emergencia social y fortalecimiento de los derechos sociales y laborales. Igualmente, existe el dilema entre si se consolida la restauración renovada de la anterior estructura de poder y consenso constitucional o se introducen relevantes reformas políticas y constitucionales, incluida la gestión democrática a la cuestión catalana en una España federal, con la correspondiente consulta popular.

El primer escenario, más perjudicial democrática y socialmente, es el continuismo con la hegemonía de las derechas (PP-Ciudadanos, o al revés). El segundo escenario, problemático, el de un continuismo renovado o cambio limitado (Ciudadanos-PSOE, o al revés). Ambos, no representan un cambio necesario y sustancial. El tercer escenario, complejo, aunque de progreso y con posibilidad de cambio más sustantivo (PSOE-Podemos, o al revés).

Quién sea el primero de cada pareja es importante, más teniendo en cuenta que hoy día ninguno garantiza un acuerdo sólido de gobierno de coalición sino, todo lo más, de apoyo a la investidura desde fuera, permaneciendo en la oposición. Supone una relativa inestabilidad gubernamental, paliada por ciertos consensos de fondo en algunos campos (economía, cuestión catalana, seguridad, construcción europea…) entre las tres fuerzas del consenso europeo dominante (PP-PSOE-Ciudadanos) o con geometrías variables de compromisos parciales entre dos (o tres) de ellas según los temas (regeneración democrática o algunas políticas sociales). Todo ello sin descartar que la fragilidad gubernamental provoque nuevas elecciones generales. 

En todo caso, la realidad representativa de los cuatro, en particular la de Podemos, se va a llenar de tonos grises o valoración de botellas medio llenas y medio vacías. Respecto de las máximas expectativas de hace un año, de ganar con completa hegemonía y aval ciudadano para aplicar el programa completo, parece probable que se queden cortos los resultados electorales. En relación con una trayectoria y una perspectiva más amplias, considerando los procesos de consolidación de su capacidad representativa y articuladora, es posible un avance significativo, con mejores posiciones políticas e institucionales para encarar los nuevos retos. Su evaluación colectiva, la conformación de una nueva subjetividad y disposición, así como el grado de unificación interna en todo ese conglomerado en torno a ello se vuelven fundamentales para definir la estrategia de la nueva etapa, o si se prefiere, la nueva hoja de ruta por la segunda fase del cambio. En ella habrá que combinar, adecuadamente, junto con la gestión municipal y las responsabilidades institucionales, una labor de oposición parlamentaria, la articulación y adaptación de un discurso crítico y el impulso de un amplio y potente movimiento popular contra la persistencia de esa doble problemática de desigualdad e injusticia social y graves déficits democráticos.

En la situación actual están encadenadas la crisis social y económica, la recomposición del sistema político, la tensión territorial y la orientación de la construcción europea. El 20 de diciembre comprobaremos con nitidez el grado de consolidación ciudadana de las distintas fuerzas políticas y la relación entre ellas. Hemos llegado a una encrucijada y el desenlace, aunque con cambios significativos, puede no ser el óptimo según los deseos previos de alguna gente. Habrá que ajustar la subjetividad a la realidad y conseguir el máximo de unidad para reafirmar la voluntad transformadora.

No obstante, este proceso ha generado también la posibilidad de elegir un camino distinto al dominante hasta ahora. Se abre una nueva oportunidad, más lenta y compleja, para la tarea de fortalecer una referencia alternativa y una dinámica popular más profunda y unitaria de construcción de hegemonía cultural y política, de garantías y apoyos sociales para el cambio institucional y económico necesario en un sentido emancipador e igualitario.

De acuerdo con las principales demandas sociales de estos años, las podemos agrupar en dos ejes (o significantes) fundamentales: más democracia y más igualdad. Los dos están entrelazados. Por un lado, más participación, derechos y libertades, recomponer la calidad democrática, representativa y de gestión del sistema político y las instituciones públicas y regular mejor los grandes poderes económico-financieros, con las correspondientes políticas públicas y reformas legales y constitucionales. Por otro lado, superar las profundas brechas sociales, la prolongación del sufrimiento de los sectores más perjudicados y la persistencia de los recortes de derechos y condiciones socioeconómicas con planes inmediatos de rescate ciudadano o emergencia social, así como la derogación de las medidas y leyes de mayor impacto regresivo y rechazo cívico, como las laborales, precarizadoras, o las educativas, desigualitarias. Supone recomponer el contrato social con la ciudadanía, poniendo en marcha planes de reactivación económica, creación de empleo decente, fortalecimiento de los derechos sociales, prestaciones y servicios públicos y transformación del aparato productivo, sostenible y modernizado. Todo ello teniendo en cuenta el marco europeo, fundamental, al que la actual campaña electoral le está dando poco relieve.

El continuismo, más o menos renovado, va a agravar esos problemas y no constituye una solución aceptable para la mayoría de la sociedad. Seguirá vigente la necesidad de un cambio sustancial con renovadas fuerzas sociales y políticas que habrá que articular mejor.

Está terminando una etapa sociopolítica y va a comenzar otra. Hay que comprobar cuál es el alcance del cambio institucional, el nuevo equilibrio representativo, para definir mejor los desafíos de la nueva etapa, las tareas pendientes desde una opción transformadora. Los escenarios probables comentados y sus significados son distintos. La dinámica del cambio, su oferta genérica y su imagen, han ganado. Ahora se trata de ver si se queda en un cambio superficial y limitado o en un cambio real y sustantivo. O bien, cuál es el aval ciudadano al ritmo y profundidad del cambio y cuáles son sus agentes hegemónicos. Nos facilitará el punto de partida para elaborar colectivamente la nueva hoja de ruta del próximo ciclo tras el cambio necesario.

20D: Opciones, escenarios y perspectivas