jueves. 28.03.2024

El derecho a las vacaciones

vacas

Las vacaciones son la justa recompensa al trabajo realizado.

Los ociosos y los rentistas cambian de estancia en verano para sobrellevar el calor.

Las vacaciones hace tiempo que son un derecho de los trabajadores; una concesión que el sistema otorga gratificando el cumplimento del deber. La obligación realizada.

Sus señorías, los 350 diputados, no pueden tomarse ni un solo día este verano. ¡Estaría bueno! Alguno puede intentar levantar la mano desde el escaño y gritar: -Eh, yo sí, yo no he hecho nada. Pues justo por eso, por no haber hecho nada.

El Gobierno por supuesto, por ser la mayoría minoritaria y querer revalidar el cargo, sin discusión. Tienen que ser los primeros en abrir los libros de vacaciones y ponerse a hacerlos. Luego está la parte de sus señorías que no se sabe si quieren ser gobierno u oposición, esos tampoco pueden tener vacaciones, menos que ninguno. Los que están convencidos de que no pueden ser gobierno y además ahora no les toca, idem, eadem, idem, pues su actitud de no comer ni dejar comer es también un claro incumplimiento de su tarea.

Cuando alguien dice eso de: “siempre ha sido así”, hasta ahora todos hemos hecho una mueca y quizás va siendo hora de que empecemos a pedir un poco de calidad en la política, pues al final las consecuencias no son las de un juego de mesa

No vamos a ir uno a uno, pues la cuestión está clara: la Cámara en su conjunto conforma la voluntad popular, y el pluralismo es esencial para la formación del pensamiento colectivo organizado. Las decisiones del Parlamento una vez adoptadas implican a todos. Y no existe una más importante que dotar a la sociedad de gobierno. ¡No hay vacaciones! Ni un día, ni una escapada de fin de semana. Es lo que hay, y si alguno se deja ver por la playa despanzurrado al sol que no se moleste por los pitos.

Según van pasando los días de la investidura del coitus interruptus, el cabreo ciudadano va siendo mayor, agrandado cuando se van conociendo algunos extremos de lo sucedido.

La democracia reforzaría su valor si aquellos que la representan, por mandato de quienes les votaron, asumieran esa tarea como un ejercicio personal de responsabilidad. Entre otras cosas porque el salario se lo ingresan a cada cual en su cuenta corriente, es personal. Cada uno es responsable de su propia actitud, no cabe echar el muerto al partido por el que se está, y las decisiones grupales que conforman para tomar decisiones se supone que cuentan con la opinión manifestada individualmente y votada, pudiendo por tanto ejercer su derecho a la discrepancia.

Es ahora, después del fiasco, cuando parece que no todas las opiniones son tan monolíticas, pero parece que cuesta evidenciarlo. ¿Es mejor darse una bofetada colectiva que ejercitar la dignidad parlamentaria? Claro está que si los componentes de cada grupo son tifosis del líder de turno, quién va a decir nada...ni en público, ni en privado. Los partidos políticos han terminado por convertirse en correas de transmisión de la voluntad del líder y hasta que este caiga... con él, con razón o sin ella.

Tal vez, una parte del problema es que la política ha terminado haciendo creer a diferentes personas que la pericia lo dan las series de televisión vistas, la amistad o pertenencia al grupo de diversión del líder ( por ejemplo, ser todos del mismo club de petanca y quedar a jugar con él los martes). En los últimos tiempos hemos visto directores de campaña que han ido a internet a ver de qué iba eso, a estrategas que su experiencia se centraba en las muchas tardes jugando a  las cartas Magic con los amigos. En definitiva, llevamos mucho tiempo degradando el quehacer político y todo el mundo vale para todo, lo esencial es que te embistan para ello.

Cuando alguien dice eso de: “siempre ha sido así”, hasta ahora todos hemos hecho una mueca y quizás va siendo hora de que empecemos a pedir un poco de calidad en la política, pues al final las consecuencias no son las de un juego de mesa.

En la historia se producen, con cierta frecuencia, ciclos que hacen creer que se está aflorando un orden nuevo, aquello que decía Gramsci de que “lo viejo no termina de morir y lo nuevo termina de nacer”. En tecnología sí se produce paulatinamente esa mutación. El error está en pensar que las personas también nos convertimos en avatares cibernéticos con conocimientos nuevos que transcienden y superan a los anteriores. ¡Pues no!

Es por ello que, aprovechando que buena parte de la ciudadanía se dispone a disfrutar porque lo tienen ganado...  nuestras diputadas y diputados deben de hincar los codos, hacer un profundo ejercicio de autocrítica (lo cual supone una cierta humildad por su parte) y encontrar una salida. Ni la prepotencia, ni el cortoplacismo o la frase genial y el chascarrillo llevan a ningún sitio y en España hace falta llegar a  cosas concretas.

No hay serpiente de verano este año, es un pozo con víboras venenosas como le pasaba a Indiana Jones y él pudo salir por valiente y aguerrido y además por tener titulación y experiencia de arqueólogo que eso vale mucho.

El derecho a las vacaciones