viernes. 29.03.2024

Cuestionar la Transición…, ahora con Martín Villa

Santiago Carrrillo Y Rodolfo Martín en el tanatorio de la Paz de Madrid en el sepelio de Enrique Curiel

Marcelino Camacho, siendo diputado comunista además de secretario general de las Comisiones Obreras, calificó de “casi un milagro” el pasar de una dictadura a una democracia “sin traumas graves”. Así consta en el Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados del 14 de octubre de 1977 al aprobarse la Ley de Amnistía. Este relato aparece en el libro que recientemente ha visto la luz: 23 febrero 1981. El golpe que acabó con todos los golpes, del prestigioso historiador Juan Francisco Fuentes y a quien tuve la fortuna de tener como profesor de Historia  de España Contemporánea en la Facultad de Periodismo de la Universidad Complutense de Madrid. Es este breve volumen una magistral lección de historia, frente historias de conspiración y fake news.

En su epílogo explica Fuentes que tras el 15-M se derivó un “creciente cuestionamiento del llamado Régimen del 78”.

El principal protagonista de la Transición fue el pueblo, la sociedad española, los millones de “Juan Nadie”, que entre miedos e incertidumbres empujaron en masa la ruptura con el franquismo. Una ruptura que llegó con muchas movilizaciones, lucha y también muertes, pero sin una guerra

Los acontecimientos acaecidos estos días en torno a la figura de Rodolfo Martín Villa y su labor  durante la Transición parecen indicar que ese “cuestionamiento” continúa. En Argentina sigue viva una querella contra quien fuera ministro de la Gobernación (luego renombrado Interior) en aquellos tiempos extremadamente complicados. Recordemos que Martín Villa fue nombrado ministro en el primer Gobierno de Adolfo Suárez, ya muerto el dictador, pero vivo el franquismo en las calles, en gentes con poderío y armas y peligrosamente en los cuarteles. La mejor coartada para ese franquismo latente era el terrorismo etarra. Los asesinatos de ETA perjudicaban el proceso hacia la democracia y las movilizaciones emprendidas por CCOO, que había renunciado a la violencia y era la vanguardia, en palabras de Areilza, de la “galerna de huelgas que se abatían sobre el Gobierno” en aquellos meses.

En el proceso previo al último Congreso Confederal de CCOO tuve la oportunidad de entrevistar a Nicolás Sartorius para Madrid Sindical, cuando las Comisiones Obreras estaban “repensando el sindicato”.

Sobre el periodo de la Transición, Sartorius fue muy claro: “Todo el que luchó contra la dictadura valora la Transición porque la ve como una obra suya. Quienes no lucharon contra la Dictadura y, por ignorancia, no tienen ni idea de lo que fue aquella lucha, ponen en cuestión la Transición. No conozco a nadie de CCOO, del PCE o de un partido que haya luchado de verdad, que desprestigie la Transición. La conquista de la democracia costó cárcel y muertos. Conquistamos la democracia, no nos la otorgó nadie. La Transición fue pasar de una dictadura a una democracia y eso, sin duda, beneficia siempre a trabajadores y ciudadanos.”

El principal protagonista de la Transición fue el pueblo, la sociedad española, los millones de “Juan Nadie”, que entre miedos e incertidumbres empujaron en masa la ruptura con el franquismo. Una ruptura que llegó con muchas movilizaciones, lucha y también muertes, pero sin una guerra.

También es cierto que España tuvo una generación de políticos que tampoco querían volver a un enfrentamiento civil, políticos pragmáticos que hacían política independientemente de su pasado. Entre estos siempre encontraba Rodolfo Martín Villa, un hombre de derechas pero que cumplía sus compromisos y “que cuando te daba la mano, sabías que te podías fiar”, tal como en una ocasión me comentó Juan Tomás de Salas, que fuera fundador de la principal revista de la Transición, Cambio 16 y más tarde Diario 16. No olvidemos que Salas fue luchador antifranquista y tuvo que refugiarse en la embajada de Colombia y posteriormente exiliarse.

Si nos acercamos a las Memorias de Santiago Carrillo, quien fuera secretario general del PCE afirmaba de Rodolfo Martín Villa que “me pareció un hombre sinceramente comprometido con el cambio, cordial y modesto”. También relata Carrillo que durante los Pactos de la Moncloa en un distendido diálogo con Fraga y Martín Villa, el líder comunista bromeaba sobre cómo había burlado a la policía en 1976, a lo que Martín Villa ironizó con Fraga: “pero tú no conseguiste detenerle y en cambio yo lo logré. Sí -le contestó el líder derechista-, para ponerle en libertad a los pocos días y legalizarle. Conmigo no le hubiera ido tan bien”.

Líderes de CCOO que fueron jóvenes luchadores en la Transición también coincidían contando sus “batallitas” en el carácter de Rodolfo Martín Villa, por eso no me sorprendió en absoluto la carta de Antonio Gutiérrez, exsecretario general de CCOO, en la que le da las gracias porque“siendo ministro evitase la violencia siempre que pudo y viniese de dónde viniese. Un agradecimiento cargado de respeto porque si en este país nos perdemos el respeto volveremos a perderlo todo”.

Recuerda Gutiérrez cómo a finales de 1976 fue detenido y llevado al famoso cuartel de Intxaurrondo, en esos días bajo el mando del comandante Antonio Tejero (sí, el del Golpe con el que se inician estas líneas), quien le espetó “… dale gracias a esos ministrillos reformistas que son unos rojos y unos liberales; porque con este expediente no salías vivo de aquí, hijo…”

Ya en marzo y en el contexto de los asesinatos de Vitoria, CCOO era la promotora de los grandes conflictos frente a una patronal cerril, especialmente en Álava “que se retroalimentaban con la exacerbación de los conflictos a cargo de unas denominadas Comisiones Obreras Anticapitalistas [de Euskadi, COAE]”, explica Gutiérrez. “Y al final estalló la tragedia”. Y continúa: “Como está sobradamente acreditado Rodolfo MartinVilla no sólo no dio orden de disparar sino que, junto con otros miembros de aquél gobierno como Adolfo Suárez o Alfonso Osorio, participó de las decisiones que cortaron la espiral de violencia que se vivía en Vitoria en la tarde de aquél 3 de marzo de 1976, nada más enterarse de lo que había sucedido al filo del mediodía”.

De vuelta a la actualidad, tal como recuerda Fernando Vallespín en un artículo titulado "El dislate", la querella contra Martín Villa es por el procedimiento de justicia universal: es decir, para delitos que por su gravedad se presupone que no están sujetos a una ley específica. Por ello, el que fuera ministro podía haber eludido el procedimiento amparándose en el blindaje que le proporcionó en 2018 la Audiencia Nacional, pero él ha preferido dar la cara. Actitud que es de agradecer en el presente y en el futuro por los estudiosos, no tuiteros, de la Transición española.

De verdad, más allá de emociones… ¿se puede hablar de genocidio durante la Transición española? Si es así, ¿cómo calificamos los asesinatos de negros en EEUU por parte de la policía? Según unas estadísticas publicadas por el diario estadounidense Washington Post, desde 2015 han muerto 1.257 personas negras en Estados Unidos víctimas de la violencia policial.

Lo relevante es evitar que intereses espurios del presente intenten meter su zarpa, vía tuit o  teorías conspiranoicas, en la Historia. Esa Historia que repasará las cartas, artículos y comunicados de estos días y tendrá que interpretar algunas paradojas. Pero también, lo relevante, como dice Antonio Gutiérrez, es no perderse el respeto.

Cuestionar la Transición…, ahora con Martín Villa