jueves. 18.04.2024

Una Constitución rupturista que envejece

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Recuerdo que aquel día de 1978 los periódicos, muchos de ellos, incluían una banderita con los colores rojos y gualda y un “¡Viva la Constitución!” Al menos por mi barrio de preadolescente, la calle Atocha de Madrid, fueron muchas las personas que colgaron estas dobles páginas. Otros ponían banderas y también sábanas blancas. En mi casa se mantuvo la máxima de mis padres de “no significarse”, aprendida con los miedos de la guerra y la postguerra y renacidos no hacía tanto con la barbarie vivida en enero de 1977 en la acera de enfrente de casa.

Lo que estaba pasando era que se votaba la Constitución, redactada prácticamente por personas de toda orientación política y territorial. Bueno…, no hubo padre de la Constitución vasco. Eso hay que recordarlo. Tampoco hubo madre alguna de la Constitución, y se nota. Quizá esas ausencias de origen influyeron en que la Carta Magna haya envejecido.

Cuando cumplió 18 años, Miguel Ángel Rodríguez disparó aquel dardo tan machista como soez: “si hubiera sido una mujer se pondría de largo y si fuera un ciudadano iría a votar”. Hoy, en el 42 aniversario de la Constitución, las barbaridades las sigue diciendo, pero como un ventrílocuo a través de Isabel Díaz Ayuso.

En esta jornada de conmemoración con pandemia nos hemos despertado conociendo que quien la rubricó como Jefe de Estado está intentando regularizar desde los Emiratos Árabes Unidos su situación con Hacienda, respecto al uso que hicieron él y algunos familiares con tarjetas bancarias con fondos opacos del empresario mexicano Allen Sanginés-Krause, que está siendo investigado, según “El País”, por la Fiscalía del Tribunal Supremo.

Además seguimos digiriendo los comentarios e intenciones de “la XIX”. Ese grupo de militares que vive de las pensiones que les pagamos entre todos y que desean un golpe de estado militar que se lleve por delante a 26 millones de personas, para que luego nieguen las intenciones genocidas del que sigue siendo la lucecita que les guía: el dictador Franco.

Con todo, esta situación no es ni comparable con la que se vivió en en los meses previos al acuerdo constitucional. Esos tiempos de torturas, de pistolerismo fascista en despachos de abogados y manifestaciones; de estudiantes, sindicalistas, comunistas… que se “le caían” a la policía por las ventanas de las comisarías. Son 42 años de Constitución y 50 del Proceso de Burgos.

España empujó la única ruptura posible con el franquismo. Es esta la línea que defendía Nicolás Sartorius, cofundador de CCOO, en una entrevista que le realicé en la primavera de 2016:” ¿Qué tiene que ver la Constitución con  los Principios del Movimiento Nacional?, ¿qué tiene que ver con la dictadura de Franco? Es su negación. La Constitución del 78 es más avanzada, en bastantes aspectos, que la de la República y que la de la mayoría de países europeos. Era la derecha a la que no le gustaba. El propio Aznar reconoció que él no había votado a favor, y Fraga se abstuvo. Y también hay una parte de quienes se consideran más a la izquierda que nadie que han perdido el norte. Claro que la Constitución necesita reformarse y mejorarse, pero tiene contenidos muy avanzados, como considerar un derecho fundamental el derecho de huelga o que los sindicatos y la negociación colectiva queden legitimados constitucionalmente. Todos estos derechos los conquistó el movimiento obrero, porque tenía fuerza. Aquí se ha dicho que no hubo ruptura, pero sí la hubo, lo que no tuvimos fue fuerza para hacer una revolución política como sí pudo hacerse en Portugal, donde los militares estuvieron a favor de la revolución. El método de la Transición fue la reforma y el resultado fue la ruptura”, aseguraba Sartorius.

Constitucionalistas y patrioteros

A 2020 hemos llegado con una pandemia y con unos partidos políticos de los que brota la irresponsabilidad y la falta de visión de Estado con tanta fuerza como siembran odio y crispación. La derecha y la ultraderecha han determinado autocalificarse como “constitucionalistas” frente al resto de España.

El rey, la bandera y el himno, que son fundamentalmente símbolos, es en lo que que pivota el constitucionalismo de la derecha española porque a poco que rascas el texto de la Carta Magna, aparece la involución derechista.

Vox quiere eliminar el estado de las autonomías, mientras Isabel Díaz Ayuso a veces aboga por convertir Madrid en un Distrito Federal pero arrasa con todo lo público que aparece consagrado en la Constitución, como el derecho fundamental a la educación libre y gratuita, (al igual que la libertad de sindicación y el derecho a la huelga, por cierto). También lleva al límite Ayuso la sección Segunda de la Carta Magna, donde se comprenden otros derechos como la estipulación de un sistema tributario justo, inspirado en los principios de igualdad y progresividad, o la negociación colectiva, que la reforma laboral intentó desactivar.

Ayuso mantiene la avanzadilla iniciada por Esperanza Aguirre para desmantelar la Sanidad Pública frente al artículo 43 (“Se reconoce el derecho a la protección de la salud. Compete a los poderes públicos organizar y tutelar la salud pública a través de medidas preventivas y de las prestaciones y servicios necesarios”).

Por no hablar del artículo 47, que la derecha lo reconvierte en el derecho al pelotazo basado en el ladrillo, porque aunque nos parezca mentira, “todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada. Los poderes públicos promoverán las condiciones necesarias y establecerán las normas pertinentes para hacer efectivo este derecho, regulando la utilización del suelo de acuerdo con el interés general para impedir la especulación. La comunidad participará en las plusvalías que genere la acción urbanística de los entes público”.

Son muchísimos los ejemplos de artículos constitucionales que los patrioteros se saltan en cuanto pueden, al tiempo que consideran al resto de España es “inconstitucional”. Paralelamente, son muchos los artículos que están superados en la España de hoy, que no es la del franquismo recién enterrado. Es una España en la que las mujeres están ya en muchos timones; en la que el estado de las autonomías está superado; una España que debe consolidar su educación y su sanidad pública; una España plural, de espíritu federal y solidaria, que desde la diversidad puede unirse para enfrentar los problemas.

Hoy es una de las pocas fiestas laicas de nuestro calendario. El 6 de diciembre es una jornada de conmemoración constitucional, de ruptura con el franquismo, sin necesidad de patrioterismos provocadores.

Una Constitución rupturista que envejece