jueves. 28.03.2024

Sánchez, Iglesias, mi fisioterapeuta y yo

(Reflexiones en la sala de espera de mi fisioterapeuta) 

¿De verdad lo ha pensado usted bien? 

¿De verdad dormirá más tranquilo teniendo a Pablo Iglesias fuera de su futuro consejo de ministros?

Es de suponer que sí, pues en caso contrario no habría acabado accediendo a un gobierno de coalición cuando, hace prácticamente unos días, lo descartaba de pleno. 

Que rapidez la suya para pasar de la cooperación a la coalición y tiro porque me toca. Y no lo considere una crítica, pero tampoco se apunte un elogio por mi parte, por más que sea compresivo y entienda que algo de truhan hay que tener cuando se negocia duro y las circunstancias obligan a negar aquello que nuestro sensor interno sabe que acabará sucediendo, siempre a cambio, por supuesto, de una cesión o una renuncia de nuestro contrincante.

Pero volvamos al tema. ¿No ha caído usted en la cuenta, señor presidente, de que al renunciar el señor Iglesias a formar parte de un gobierno de coalición, se sentirá más libre para decir lo que piense en cada momento? 

Considere que sin duda lo hará, porque fuera del poder institucional, no le atarán compromisos éticos que le obliguen a aceptar lo que decidan usted y sus ministros. 

¿No ha caído tampoco en la cuenta de que, si a Pablo Iglesias le viene en gana, le pondrá verde tan sólo improvisando un tuit ingenioso, de esos que uno escribe en el desayuno y luego borraría a media mañana al ser consciente de que se ha pasado tres pueblos aunque fuera esa su intención?

Señor Sánchez, digámoslo claro, usted no quería a Iglesias dentro de su gobierno. Ni a Iglesias ni a nadie de su camarilla, y aparentemente lo ha conseguido. Y no seré yo quien lo censure. Está en su derecho. Pero tal vez no ha reflexionado lo suficiente para concluir que el peaje que le corresponderá pagar por ello, será cargar a su espalda con un problema mayor que el que ahora tiene, tan sólo por ofrecerle al señor Iglesias una patente de corso para que presione en su contra desde fuera del gobierno, algo que difícilmente haría si estuviera dentro.

Insisto. ¿No se da cuenta de que el líder morado le vigilará desde su escaño -a usted y a sus ministros, tal vez no tanto a los de Podemos- como una especie de oposición con vocación de Pepito Grillo que hará felices a Casado y Rivera al allanarles el camino de su desgaste presidencial?

Ahora más que nunca, veo claro que la renuncia de Iglesias ha sido una jugada maestra, y para nada un acto de gallardía y humildad

Le confieso que a título personal, no considero a Pablo Iglesias un gran hombre de estado, y nunca ha sido mi ilusión que se siente en un consejo de ministros. Justo al contrario de lo que me sucede con otros militantes y simpatizantes de Podemos, cuyo talante se acerca más a lo que siempre he esperado de un político. Lástima que algunos de ellos, como Errejón o Bescansa, no estén ya disponibles para incorporarlos al proyecto de Sánchez.

Ahora más que nunca, veo claro que la renuncia de Iglesias ha sido una jugada maestra, y para nada un acto de gallardía y humildad.

Sin duda, lo que vaya a suceder si el gobierno de coalición funciona, dependerá en gran medida del respeto que muestren los ministros de Podemos por el trabajo de los titulares de otras carteras cuando se tomen decisiones que bordeen las finas líneas que separan a los dos partidos, ahora socios.

Si en la nueva coalición de gobierno que PSOE y Podemos están a punto de fundar hay lealtad y juego limpio, los primeros beneficiados seremos todos los que nos sentimos de izquierdas, tenemos conciencia social,  rechazamos un retroceso en derechos propiciado por las tres derechas, y ya no queremos volver a votar, al menos no hasta dentro de cuatro años.

Ahora, con permiso de quienes han aguantado hasta aquí la lectura, voy a entrar al gabinete del fisio porque me está mirando amenazadoramente por los minutos de retraso que le he robado mientras tecleaba obsesivamente con un dedo en mi iPhone.

Sánchez, Iglesias, mi fisioterapeuta y yo