sábado. 20.04.2024

Muchos hipócritas ocultan su islamofobia para parecer políticamente correctos

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Estoy completamente de acuerdo con que se condene ciertas actuaciones, como la venta de armas por parte de occidente a los países implicados en conflictos que propician el terrorismo islámico, pero no comparto que esta ni otras circunstancias se esgriman como únicas causas de los atentados, por parte de quienes, para parecer políticamente correctos, interpretan el terrorismo como una consecuencia de ciertas intervenciones desacertadas del mundo occidental, olvidando que esta plaga es una manifestación de la maldad humana plasmada por el uso indiscriminado del terror para coaccionar y destruir tanto a gobiernos como a ciertos modelos de sociedad, una plaga a la que hay que combatir sin miedos ni complejos además, claro está, de aplicar medidas preventivas para evitar que prolifere.

Pretender exculpar el terrorismo vertiendo las culpas del mismo sobre las causas sociopolíticas que lo propician más que sobre el acto violento en si, sitúa a quien lo hace ante una cobarde disyuntiva que enmascara la realidad. Es frecuente que muchos presuntos progresistas —en realidad hipócritas— eviten manifestar lo que en realidad piensan para no parecer políticamente incorrectos al quedar en evidencia la dicotomía moral con la que conviven respecto a temas tan delicados como la inmigración o el terrorismo; es por ello que se pierden en divagaciones y evitan coger por los cuernos el toro de una realidad que les resulta incómoda por lo fina que a veces puede ser la línea que separa la xenofobia de la condena al terrorismo.

El terrorismo es un hecho que no debería justificarse jamás, como hacen algunos hipócritas con moral de doble rasero, sino en todo caso, explicarse según el planteamiento ideológico que cada cual interiorice. 

Es cierto que el comportamiento de Occidente resulta nefasto cuando propicia la violencia terrorista a través del negocio de las armas.

Es cierto que la sociedad de Occidente es imperfecta y que sufre una barbarie que nos podría equiparar con las actuaciones de los muyahidines de la yihad siendo que, estadísticamente, el peligro de morir en un atentado terrorista, como el  reciente de Bruselas, es muy inferior al de ser víctima de los asesinatos y las masacres que cada día tienen lugar en países como Estados Unidos o en Brasil, matanzas que asumimos con naturalidad cuando contemplamos los informativos mientras descansamos en nuestros confortables hogares.

Es cierto que Occidente ha creado y alimentado a horribles monstruos invirtiendo miles de millones de dólares en armarlos y entrenarlos para luego dejarlos sueltos y sufrir las consecuencias de su barbarie.

Sin embargo, nada de esto debe justificar el terrorismo tal y como hacen muchos hipócritas que ofrecen una imagen de progres solidarios en sus manifestaciones públicas mientras que, en la intimidad, experimentan un sentimiento xenófobo y viven en la contradicción de proclamar su deseo de facilitar integración de las culturas mas dispares que llegan a nuestro país, cuando en su fuero interno nunca querrían que los vecinos con los que coinciden cada día en el ascensor de sus casas sean unos musulmanes cuyas indumentarias delaten su cultura y sus creencias.

El problema de nuestra actitud ante el terrorismo, como también ante la inmigración, hay que afrontarlo con valentía y raciocinio además de con un inmenso respeto que debe ser exigido a ambas partes (tolerancia a los unos y voluntad de adaptación a los otros), sobre todo cuando hay una diferencia cultural que actúa como barrera.

Muchos hipócritas ocultan su islamofobia para parecer políticamente correctos