jueves. 25.04.2024

¿Por qué no le cambiamos los pañales a ese bebé llamado Constitución?

Ningún favor se le hace a la Constitución enrocándose en la tozudez de negarse a modificar una sola letra de su contenido.

Se me antoja este honorable y viejuno tocho como un hermoso bebé que ha cumplido sus primeros 42 años sin haber pasado más de dos revisiones por el pediatra. Un bebé que no ha sido inmunizado con las vacunas preceptivas que le impidan contraer las enfermedades que provoca la inadaptación a los cambios que la modernidad impone día a día a nuestra sociedad.

Es tanto lo que hemos evolucionado desde 1978, y tanto el esfuerzo que hemos tenido que hacer para adaptarnos a la democracia después de sufrir cuatro décadas de dictadura, que resulta incomprensible que la Carta Magna continúes siendo un símbolo casi intocable al que sólo se le han hecho retoques en un par de ocasiones. El primer cambio fue en 1992 para permitir el sufragio pasivo en las elecciones municipales a los extranjeros, y el segundo consistió en una polémica  reforma exprés (por un rotundo acuerdo entre PSOE y PP) llevada a cabo en agosto de 2011 parea incluir el concepto de estabilidad presupuestaria en el Artículo 135, a fin de que el pago de la deuda pública fuese prioritario a cualquier otro gasto del Estado en los presupuestos generales.

Así es como la Constitución se ha ido convirtiendo en un hermosote y crecidito rorro que amenaza con convertirse en un anciano que desde la infancia llevó pañales, una institución tan arcaica que es incapaz de abordar el debate sobre temas tan controvertidos y polémicos como aquellos que afectan a la monarquía, aunque sólo fuera cuestionar la inviolabilidad del monarca, esa prebenda medieval que hace que no todos (al menos no uno) los españoles sean igual ante la ley.

Tengamos en cuenta que no hay mal peor para una Constitución que quedarse anclada en sus orígenes, ignorando la necesidad —y la obligación— de estar viva, alerta y presta para adaptarse a los cambios que marquen los hitos de la historia del país al que pertenece.

No me siento honrado por el hecho de que  la Constitución Española sea la menos reformada, si la comparamos con las de los países democráticos de nuestro entorno. Pero no haré mas comentarios, pues mi intención no es polemizar sobre algo que debería unir y no ser motivo de discrepancia entre los españoles. Me limitaré a desear un feliz día de la Constitución a quienes lo celebren y, pediré a quien corresponda que, con frecuencia, se le cambien los pañales al chiquitín, pues hay ciertos artículos que como las caquitas de un bebé, hieden y lo están pidiendo a gritos.

¿Por qué no le cambiamos los pañales a ese bebé llamado Constitución?