jueves. 28.03.2024

Arabia Saudí y el atentado de La Rambla

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Hay detalles sutiles en apariencia que deberían incorporarse de inmediato a un pacto antiyihadista que no esquivara aclarar, por ejemplo, qué tipo de relación mantiene nuestra Casa Real con gobiernos como Arabia Saudí

La ‘Asociación Unificada de los Guardias Civiles y el Sindicato Unificado de Policía’, han denunciado a través de un enérgico comunicado, el «aislamiento a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado en la gestión del atentado de Barcelona» y dicen «sentirse marginados  de forma dolosa en la investigación con un único objetivo: el de transmitir una imagen al exterior de nuestras fronteras de un Estado catalán autosuficiente».

Me parecería absurdo que en un momento de máxima emergencia, se cayera en el error de focalizar la atención de la lucha antiterrorista en una hipotética rivalidad entre cuerpos de seguridad estatales y autonómicos (me consta que los Mossos, la Policía Nacional y la Guardia Civil mantienen unas excelentes relaciones de colaboración) o en las presuntamente deficientes relaciones de cooperación entre las fuerzas del orden estatales y autonómicas por culpa de los políticos responsables. 

Poner en marcha una guerra de competencias o utilizar el atentado terrorista de Barcelona como moneda de cambio a favor o en contra del independentismo catalán (las ‘ansias independentistas de que Cataluña ofrezca una imagen de Estado’ según las declaraciones de los sindicatos), sería como correr una ruin cortina de humo ante una realidad que exige atajar el problema terrorista de modo prioritario, con valentía y asumiendo cuestiones que incomprensiblemente sólo se están tratando de pasada y que los tertulianos y periodistas parecen rehuir.

Por ejemplo, todo apunta a que el terrorismo yihadista cuenta con el apoyo de una gran potencia como es Arabia Saudí, un país que viola sistemáticamente muchos derechos humanos, un país que es sospechoso de vender armas a las células terroristas y un país que mantiene unas excelentes relaciones con España. Del mismo modo, y también por ejemplo, hay indicios de que un miembro de nuestro Gobierno pudo haber mantenido un negocio de venta de armas incluso después de tomar posesión de su cartera ministerial, circunstancia que se debería aclarar (así como el destino de las armas en el caso de que fuera cierto)  mucho antes que dilucidar si los Mossos y la Policía Nacional o la Guardia Civil se llevan a matar por culpa de los políticos o de quien sea. 

Hay detalles sutiles en apariencia que deberían incorporarse de inmediato a un pacto antiyihadista que no esquivara aclarar, por ejemplo, qué tipo de relación mantiene nuestra Casa Real con gobiernos como Arabia Saudí, y ya de paso, aportar información que confirme o descarte una presunta intervención de la misma en contratos relacionados con armamento o petróleo, un tema que muchas veces se ha planteado como probable y que a mí me encantaría que se desmintiera de una vez por todas para mejorar la imagen de una monarquía tan cuestionada por muchos. Claro, que también podría darse el caso de que no hubiera desmentido, pero ese no es un tema que me apetezca tratar ahora.

De cara a afrontar la verdad acerca de la guerra (porque es una guerra en toda la regla) que Occidente mantiene contra el terrorismo islamista, me parecieron esperanzadoras y valientes (tampoco le quedaba otra opción) las declaraciones de Hillary Clinton al admitir el apoyo brindado por la Casa Blanca a las milicias del ISIS, un error que propició la formación militar del ejército de asesinos del EI que amenaza la seguridad de los países occidentales.  

¿Por qué de una vez por todas no se coge el toro por los cuernos, y se aborda el problema terrorista con un espíritu resolutivo cuya operatividad no se vea condicionada por tantos intereses creados como, al parecer, anteponen el bienestar de unos pocos por encima del bien colectivo?

Arabia Saudí y el atentado de La Rambla