viernes. 29.03.2024

23-F

rey

En conmemoraciones como la del 23-F, me seduce el fantasioso deseo de leer un libro de historia escrito dentro de cien años, para conocer lo que en realidad sucedió en aquella jornada. 

Me encantaría tener acceso a los secretos que guardan las cintas con las conversaciones telefónicas de aquella larga noche en el Congreso, unas grabaciones cuyo paradero se desconoce. 

Me gustaría llegar a mis propias conclusiones a partir del contenido de los informes que hoy son materia reservada, un dossier que, sin duda, permitiría que todos los españoles supieran quienes fueron los ideólogos del golpe, y quienes estuvieron detrás de las bambalinas a la espera de actuar en función de cómo se desarrollaran los acontecimientos.

Como dijo Sabino Fernández Campos, «cuando se busca la verdad, se corre el riesgo de encontrarla», y algo así debe suceder con la verdad de los hechos de aquel evento histórico que muchos se empeñan en maquillar en unos aspectos y ocultar en otros.

Intuyo la presunción de que esa verdad, la auténtica verdad, podría cuestionar muchos fundamentos de nuestra historia política reciente, algo que probablemente no debe interesar —ni convenir— a muchos sectores del poder, incluso de ideologías dispares.

Si el contenido de las cintas y los documentos hasta hoy inaccesibles se hicieran públicos y despejaran rumores y dudas acerca de una connivencia con los golpista del entonces Jefe de Estado, sería yo el primero en reconocer sin reservas su mérito si se confirmara el trascendente papel que ahora se le atribuye institucionalmente. Pero hasta que eso suceda, la virtud de la prudencia me aconseja una buena dosis de escepticismo y otra más de paciencia.

23-F