jueves. 28.03.2024

Espirales austericidas

Las medidas económicas emprendidas a capa y espada por Rajoy siempre se han alineado con la posición alemana...

La medicina que se aplica a una dolencia, tiene que ser proporcionada al mal que le afecta y tras un diagnóstico afinado. Para que pueda darse tal cosa, hay unas exigencias, condición sine qua non, para poder tener virtualidad el acierto. Lo primero es entender de las enfermedades que se pretende curar. Lo segundo es que no basta con entender, que ya es mucho, sino que hay que estar entrenado en la práctica de curación de dolencias del tipo que enfrentamos. Solo así se puede pensar en que el diagnóstico pueda ser acertado. Claro que, entender de las enfermedades que encaramos consiste en dejarse de formulaciones teóricas y aclarar cuáles son las prioridades, orden de prelación de preferencias y compromisos en valores a cumplir, sin restricción de ninguna clase. Los expertos que proponen a Montoro ¿donde los ubicamos?

Los actuales gobiernos no se prodigan en este tipo de metodología. Los objetivos a cumplir se nos enuncian muy benignamente, difusos y sin relación de orden. Los valores subyacentes dejan de tener significado, si no es que son obviados u olvidados. Y sobre todo que no hay ni prioridades, ni orden de prelación ni compromisos confesables. Sí parece haber compromisos en otro nivel, que emergen enmascarados en corruptelas, cuando no en presuntos y confesados corruptos interpuestos entre los intereses de los ciudadanos y las Instituciones públicas.

Hay que reparar en que los escenarios actuales son poco propicios para que los ciudadanos sean capaces de valorar aspectos de interés, que les hagan sentir las iniciativas gubernamentales como medidas encaminadas al bienestar y bien comunes. Así, las medidas de tipo económico emprendidas a capa y espada por Rajoy siempre se han alineado con la posición alemana que, de forma recalcitrante, predica e impone la austeridad radical. Creyendo a los que la propician que predican que no importan las dificultades en tiempo presente, porque el futuro es esperanzador. Así, han convencido a buena parte de los ciudadanos, durante un tiempo. Pero no se puede engañar todo el tiempo a todos. La austeridad inspiró confianza en algunos. Esos enunciados de que nadie puede gastar lo que no tiene, esos circunloquios carentes de explicación y nada descriptivos, ampararon las posiciones de muchos. Reformas laborales concebidas al amparo de escenarios austericidas se han aprovechado del momento para ajustar salarios, conformando una devaluación interna que ha afectado al poder adquisitivo de los trabajadores, ya vapuleados por la falta de trabajo suficiente y que ha mandado al paro a más de cinco millones de ellos. Nuestros empresarios no son capaces de ser competitivos por tecnología, por competencia, por desarrollar I+D+i y se amparan en la competitividad mediante salarios. Se ajusta a los asalariados, de nuevo.

El vaticinio de crecimiento es escaso, mínimo e incapaz de devolver con solvencia algo de lo mucho que se necesita para recuperar el nivel anterior al disparo de la crisis. Lo peor de todo es que, valorándose incapaz a estas iniciativas gubernamentales para recuperar la economía, insisten nuestro gobernantes en que no hay alternativa a sus medidas: no se puede hacer otra cosa, nos dicen . Esto nos convierte en una sociedad inerme, indefensa y acorralada por las circunstancias. Pero lo cierto y verdad es que con más de un 26% de la Población Activa en paro, que en algunos puntos de nuestra geografía alcanza cifras dramáticas, en especial en los jóvenes que supera ampliamente el 50%, se desencadena una presión tremenda sobre los precios, al distorsionar la demanda como consecuencia de que hay menos efectivos para consumir al marginarlos del circuito de ingresos y hacerlos ingresar, casi, en las instituciones de caridad. Pero esta población marginada actúa, al tiempo, como reserva de recursos humanos que presiona sobre los salarios incentivando su congelación, incluso su bajada, en casos. Así es que esta congelación de salarios se revela negativa para los que no trabajan, como hemos dicho, y también para los que trabajan. Vemos como los mercados, se alían para acometer la agresión contra los asalariados, al tiempo que se muestran incapaces de recuperar lo más mínimo a una economía depauperada que genera espirales explosivas, donde debieran ejercer un influjo reparador. Son procesos que se autorefuerzan y solamente tienen una cara reconocible: no nos interesan nada. A las pruebas me remito.

Espirales austericidas