jueves. 25.04.2024

Conductores suicidas

sanchezeiglesias

Allá por abril aquellos que considerábamos que más valía un PSOE flojeras que un gobierno de derechas supeditado a lo que deseara Vox, suspiramos cuando vimos que la suma del partido de Sánchez con el de Iglesias era casi suficiente para gobernar. Después de casi un año en el que ambos partidos parecían haber aprendido a colaborar en medio de acusaciones salvajes trajera al país a un poco de estabilidad y de mesura política parecía fácil. Pero… de nuevo pecamos de ingenuos. De optimistas. De idiotas.

Nos vamos a ir de vacaciones —algunos— y ahí siguen Pedro y Pablo, el dúo picapiedra, tirándose a la cabeza los trastos de las viejas rencillas. El PSOE dice que Iglesias parece obsesionado con los cargos y que la consulta a las bases está amañada. Podemos, que Sánchez no puede aspirar a un gobierno monocolor cuando los números y las fuerzas no le dan y que en el fondo preferiría pactar con Ciudadanos y tener al Ibex tranquilo. Lo peor: que ambos pueden tener razón.

La tentación del PSOE de jugar a unas nuevas elecciones, donde Ciudadanos salga perjudicado por pactar con Vox y, sobre todo, por no abstenerse para facilitar la gobernabilidad y donde Podemos se desplome en favor de una vía errejonista más dispuesta a pactar a cambio de programa y no de cargos parece ser cada vez mayor. Y no se extrañen ustedes que nos llamen a las urnas otra vez en noviembre.

Más les valdría a Pedro y a Pablo no jugar a los conductores suicidas y ver quién frena primero antes de llegar al precipicio, porque puede ser que los dos acaben atrapados en un coche envuelto en llamas

Ahora bien, en el caso de que esa llamada se produzca, ¿responderemos? Muchos, hasta los más politizados, empiezan estar hasta el gorro de una clase política bufonesca, más preparada para producir titulares para el telediario que buenas ideas para su pueblo y entregada a la política Sálvame, con pelea en el plató de Ferreras a las dos y exclusiva a golpe de clickbait en Okdiario a la mañana siguiente. Y todos, por supuesto, haciéndose las víctimas para que el espectador simpatice más con ellos que con el rival.

Lo que no entienden es que el espectador hace ya mucho que ha cambiado de canal. Y está viendo el Tour, el documental sobre Gil y Gil en HBO o leyendo en la piscina. Lo que no entienden es que hay una línea muy fina entre la atracción morbosa y el hartazgo. Y muchos se han instalado ya en el segundo y pasan de votar incluso con la nariz tapada. Y lo que viene después de no votar es la vía libre para el triunfo de la derecha más rancia que recuerdan estos lares, lo que es mucho decir. Porque esa derecha, no lo olvidemos, siempre vota. Y lo hace como Dios y el ABC mandan.

Así que más les valdría a Pedro y a Pablo no jugar a los conductores suicidas y ver quién frena primero antes de llegar al precipicio, porque puede ser que los dos acaben atrapados en un coche envuelto en llamas. Y a nosotros nos conviene ir releyendo a los clásicos. A Machado, por ejemplo. Y recordar aquello de: “Confiemos en que no será verdad nada de lo que sabemos”.

Conductores suicidas