viernes. 29.03.2024

Teoría del mirlo blanco

Siempre hay que confiar en que la derecha se acabe pegando un tiro en el pie. Pero, por ahora, la derecha se ha sentado a ver pasar el cadáver de su enemigo...

Rajoy no tiene prisa por designar candidato y observa con regocijo el carajal que hay liado en el patio de la izquierda. Sigue el consejo de Napoleón: cuando el enemigo se equivoca conviene no distraerle

Después de treinta y cinco años de elecciones democráticas, parece un hecho establecido que los candidatos que representan a un partido en las elecciones tienen una influencia muy limitada en el resultado de ese partido. Éste viene dado, en primer lugar, por la dinámica anterior, sea de gobierno o de oposición. Dicho de otro modo, la cosecha que se recoge depende de la siembra y las labores que la siguen.

Por seguir con el símil, el tiempo es el factor más influyente en la cosecha, es decir, el clima político general y la percepción que los electores tienen de un partido concreto es un factor de primer orden en el resultado de unas elecciones locales o regionales. Así, en las anteriores elecciones, un PSOE en caída libre a escala nacional produjo desastres electorales locales y regionales, casi sin excepción.

Influye bastante la campaña electoral. A ese respecto, creo que el PSOE (e IU) están haciendo la peor campaña imaginable, transmitiendo a los electores una imagen de brutal división interna. Siguiendo con el símil agrícola es como si el dueño de la finca y sus amigos, mientras llega la cosechadora, se dedicaran a pisotear el sembrado.

Lo sorprendente es que todo el debate y la enconada lucha interna se centra en el candidato, seguramente el factor menos influyente de los ya mencionados. Pero en esto no hay ningún misterio. Decir que el PSOE es un partido endogámico es no explicar nada. Lo que pasa es  que el partido está dividido y libra sus batallas no solo en los congresos: también en el campo de las candidaturas. Sobre todo en este campo de las candidaturas.

La destitución de Tomás Gómez es un episodio de esa lucha interna, particularmente agudo, porque ya no se guardan ni las formas democráticas y se rompen las reglas internas, suprimiendo las primarias porque esa era la condición exigida por Gabilondo.

No es la primera vez que el PSOE busca un mirlo blanco para intentar ganar la maratón en los últimos cien metros. Antes tuvimos a Cristina Almeida en la cabeza de lista de la Comunidad de Madrid. Y en el Ayuntamiento de Madrid probamos con Trinidad Jiménez y con Miguel Sebastián. Todos ellos eran “candidatos ganadores” frente a una supuesta afición a la derrota de los líderes locales.

Ninguno de los tres ganó y pienso que el resultado habría sido muy parecido con otro candidato. Como colofón, los tres abandonaron el escaño poco después de las elecciones. O sea que buscando mirlos blancos, encontramos aves de paso.

Esta vez le toca el papel de mirlo blanco a Ángel Gabilondo y la primera pregunta que le harán en cuanto resulte nominado es si abandonará el escaño antes o después de recoger el acta. Porque, a lo que parece, el PSOE (e IU) han decidido “tirar el partido” y facilitar que la derecha siga gobernando sola o en combinación con alguno de los nuevos partidos emergentes. Hace unos meses nadie dudaba que el PP perdería el Gobierno de la Comunidad de Madrid. Hoy, parece cada vez más probable que lo retendrán.

Lo cual no quiere decir que las cosas no puedan cambiar. Siempre hay que confiar en que la derecha se acabe pegando un tiro en el pie. Pero, por ahora, la derecha se ha sentado a ver pasar el cadáver de su enemigo. No tiene prisa por designar candidato y observa con regocijo el carajal que hay liado en el patio de la izquierda. Siguen el consejo de Napoleón: cuando el enemigo se equivoca conviene no distraerle.

El nuevo mirlo blanco tiene algo a su favor: siendo el candidato que ha impuesto PRISA por lo menos tendrán la decencia de hacer campaña (a favor, para variar). Ojalá sea así y, por una vez, gane el mirlo.

Teoría del mirlo blanco