viernes. 19.04.2024

La derecha atribulada

Con las elecciones generales del 20D culminará un conjunto de elecciones que cambiará el mapa político español.

Con las elecciones generales del 20D culminará un conjunto de elecciones que cambiará el mapa político español. Cada partido afronta la cita con expectativas muy distintas que se derivan de la proyección de las elecciones pasadas y de las encuestas; con mensajes simples que tratan de convencer y con estrategias diversas.

El PP, que hace cuatro años obtuvo un apoyo sin precedentes, se encamina a las generales del 20D con aprensión. Aznar, en su papel de Sibila, ha advertido a la dirección del PP (de la que, por cierto, forma parte) que Ciudadanos le está comiendo la merienda y, por tanto, corre peligro de perder la primera posición en el campo de la derecha, algo que ve cualquiera sin más que analizar los datos de Cataluña y las encuestas más recientes. Sin embargo, se equivoca Aznar al diagnosticar las causas de esta situación. Rajoy, por su parte, admite que la corrupción está pasando factura al PP. En efecto, la corrupción se identifica cada vez más con el PP y los últimos acontecimientos del caso Rato no hacen sino abundar en ello. Pero creo que ninguno de los dos entra al fondo del problema.

La gestión de la crisis económica está en la base de la pérdida de apoyos del PP. La principal novedad que ha traído el Gobierno Rajoy ha sido la bajada de los salarios, más intensa en los tramos bajos de renta.  De modo que, como ponen de relieve estudios recientes, millones de trabajadores ganan menos que hace cuatro años. Los que tenían un empleo fijo y siguen en la misma empresa, lo probable es que hayan tenido congelación salarial o puro y simple recorte. Si han cambiado de empleo, habrá pasado de un empleo fijo y bien remunerado a otro precario y mal pagado. Los parados que han encontrado trabajo, en su mayoría ha sido con un empleo a tiempo parcial y con baja retribución. En definitiva, muchos trabajadores viven peor que cuando Rajoy llegó a La Moncloa.

La novedad en materia de pensiones ha sido la cuasi congelación, ya que el 0,25% de revalorización es un artificio para poder hacer la propaganda de que “ellos no han congelado las pensiones”. No, pero casi. Ciertamente, el IPC ha tenido estos años una evolución muy moderada (1,7% desde diciembre de 2011) pero no ha sido tan moderada la evolución de artículos como alimentación, medicinas, etc. que afectan de lleno  al consumo de los pensionistas. A lo que se debe añadir los copagos en farmacia y los recortes en dependencia y en sanidad. Para concluir con el dato de que un buen número de pensionistas  ayudan con su pensión a sus hijos y nietos. En resumen, en este colectivo son muchos los que viven peor que hace cuatro años y ninguno vive mejor.

Aunque la legislatura acabará con algunos parados menos, el dato relevante es que el paro seguirá por los 5 millones. De ellos, una parte nada desdeñable habrá agotado prestaciones y, por tanto, habrá visto sus ingresos reducidos. La sustitución de un puesto de trabajo fijo por varios a tiempo parcial produce mejores cifras de empleo que de horas trabajadas. La senda de reducción del paro augura un futuro de elevadas tasas de paro durante muchos años.

Un repaso a esos tres grandes colectivos (asalariados, pensionistas y parados) permite afirmar que la crisis no ha acabado. Hay quien ha transitado estos cuatro años manteniendo o aumentando sus ingresos. Pero hay una gran parte del electorado que vive peor que hace cuatro años. Citemos, especialmente a los jóvenes, la mitad de ellos en paro y casi el resto en la precariedad. Quizás esto explique por qué los análisis electorales señalan que  son muy pocos los nuevos electores que votarán PP.

El principal mensaje de Rajoy (“estamos mejor que hace cuatro años”) será verdad para algunos pero no lo es para una buena parte de sus electores del 2011. De ahí la desafección que se aprecia en las encuestas y en las elecciones ya celebradas.

Tampoco Rajoy puede sacar pecho en lo que se refiere a la situación de la economía. Al mantra de que España estaba al borde del rescate en 2011 habría que añadir que, en efecto, con él hemos tenido un rescate, el rescate bancario, rescate con todos los avíos (memorándum, condicionalidad etc.). Crecemos impulsados por factores exógenos (expansión monetaria del BCE, bajada del petróleo y del euro, etc.) pero los desequilibrios de  la economía española persisten. Se ha reducido algo el déficit pero la deuda se ha disparado, tanto la deuda del conjunto de la economía como la deuda pública que roza ya el 100% del PIB. Este dato hace a España más vulnerable cuando se desencadene el próximo episodio de la crisis. En cuatro años la hucha de las pensiones ha disminuido considerablemente y ya se anuncia próximo el momento en que se agote.

Para completar este repaso, Rajoy deja en herencia un conflicto en Cataluña que no solo no ha sido capaz de encauzar sino que las torpezas del PP no han hecho más que agravar.

Sobre este marco opera la corrupción que, como se ha dicho, está focalizada en el PP.  Lo sorprendente no es que el PP pierda votos a chorros: lo que sorprende es que aún reciba tantos apoyos como los que dicen los sondeos,  muchos de los cuales aún le sitúan a la cabeza. Lo que explica la bajada del PP son estas dos cosas, la política económica y la corrupción. Hay quien opina que se trata del agotamiento del bipartidismo, del “régimen del 78” y del rechazo de las “viejas formas de hacer política”; pero solo con multipartidismo y nuevas formas de hacer política ni van a crecer los salarios ni se va a crear empleo. Con la feliz frase de Clinton digamos que “es la economía, estúpido”.

A ese respecto, el PP ni puede ni quiere cambiar de política económica. Lo único que puede (y hace) son gestos como la el retoque fiscal de Montoro, la recuperación de la paga de los funcionaros y otros de ese tenor que no compensan lo perdido y, además, llegan tarde. Tampoco puede cambiar de liderazgo. Es probable que, tras las elecciones catalanas, el PP se envuelva en la bandera y pida el voto para “el único partido que garantiza la unidad de España”. Pero hasta ese discurso ha perdido gancho tras el éxito de Ciudadanos en Cataluña: puestos a garantizar la unidad de España, mejor Ciudadanos ¿no?

El PP contempla con temor y con pocas alternativas la gran bajada que se anuncia. Al PP se le van los votos a Ciudadanos (y no a opciones de derecha extrema, como Vox) lo cual aboca al PP a una fuerte renovación. Nuevas caras han empezado a emerger y tras el 20N este proceso no hará sino acentuarse. Pero no basta con un cambio de caras. Las dos crisis contra las que el PP se ha estrellado (la crisis económica y la crisis territorial) exigen que la nueva generación abocada a tomar el mando redefina la estrategia de la derecha en relación a ambas crisis.  En el PP toca a su fin el ciclo político que inauguró Aznar en la derecha española.

La bajada que se anuncia del PP, sin embargo, no equivale a una derrota de la derecha. La derecha, tras un largo proceso, se unificó con Aznar. Ahora, un cuarto de siglo después, el espacio de la derecha se va a fragmentar en dos grandes opciones. Al lado de la derecha atribulada está la derecha exultante. Son vasos comunicantes lo que indica que, entre las dos, pueden aspirar a la mayoría, sobre todo porque la izquierda está mucho más fragmentada y desconcertada que la derecha. La solución, el 20D.

La derecha atribulada