jueves. 28.03.2024
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La ilusión por el desarrollo de al menos una vacuna contra el Covid-19, tuvo en vilo al mundo durante algunos meses. Pero los avances científicos han sido tales que, la llegada de, no una, sino varias vacunas, ha sido antes de lo esperado. En un corto tiempo, las vacunas se han convertido prácticamente en una nueva moneda de cambio para la diplomacia. Una verdadera oportunidad para desplegar estrategias de influencia geopolítica. Aunque lo más interesante es el enfoque humanitario que le han dado ciertas potencias. Mientras las vacunas occidentales parecen estar reservadas a unos pocos, cobran protagonismo las alternativas como la vacuna rusa, Sputnik V, la Covaxin proveniente de India, o la Sinopharm, desarrollada por China y que cuenta con el respaldo de la OMS.

Si hay algo que ha quedado claro desde el inicio de esta pandemia es que, para salir de ella, se necesita un esfuerzo colectivo y global. En este contexto, la solidaridad cumple un rol fundamental. Sin embargo, no todos han aplicado este principio a la hora de establecer sus políticas de vacunación. Por ejemplo, en Estados Unidos y gran parte de Europa, ha primado el repliegue nacionalista y el concepto de “nuestros ciudadanos primero”. En aquellos lados, los ciudadanos tienen hasta la posibilidad de elegir qué vacuna aplicarse. Lo que contrasta con la situación en otros países, donde ni siquiera han llegado las primeras dosis.

La distribución desigual de las vacunas alrededor del mundo preocupa a la Organización Mundial de la Salud que ha informado recientemente que, una docena de países, la mayor parte de ellos en África, todavía están esperando recibir vacunas. De hecho, el continente representa actualmente tan solo el 1% de las vacunas administradas en todo el mundo. Lo que, según la OMS, puede acarrear graves consecuencias, no solo a nivel local, sino también mundial, debido al posible surgimiento de nuevas variantes.

Algo que también ha denunciado el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) que ha alertado que en caso de no tenerse en cuenta estas advertencias, se podría repetir el pico mortal que se ha registrado en la India. Es por ello que desde Unicef han llamado a los países del G7 a cerrar la brecha de vacunas y a realizar donaciones a países que más las necesiten. Según sus cálculos, las potencias del G7 pueden permitirse donar más de 150 millones de vacunas, sin comprometer sus propios objetivos. En esa misma línea, el director de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, pidió a las naciones ricas en vacunas que se abstuvieran de vacunar a niños y adolescentes y en su lugar, donaran esas dosis.

Sin embargo, a pesar de los pedidos, la brecha de la vacuna se sigue profundizando. También se hace notar la brecha entre aquellos países que priorizan la inmunización de sus ciudadanos, frente a aquellos que apuestan por ampliar el alcance de sus recursos hacia otros territorios renegados. Este último es el caso de China, Rusia e India, en particular, que se han enfocado en el suministro de vacunas a los países más necesitados.

Teniendo en cuenta la cantidad de vacunas que han enviado a otros países, podría decirse que Rusia ha alcanzado una importante victoria en la diplomacia de las vacunas. A través de su vacuna Sputnik V, Rusia ha creado una vía de ayuda a más de 50 países de Asia y América Latina, a quienes les han prometido aproximadamente 1.200 millones de dosis. A su vez, el fabricante de la Sputnik V, el Fondo Ruso de Inversión Directa (RDIF), ha acordado recientemente con Unicef el suministro de 220 millones de dosis, en cuanto la OMS autorice su aplicación.

En el caso de China, el país ha formado un frente de socios para la producción y distribución de vacunas a aquellos países que las necesitan. Entre las alianzas formadas, destaca el acuerdo entre China y los Emiratos Árabes Unidos (EAU), para producir en conjunto la vacuna Hayat-Vax, la versión local de la vacuna Sinopharm. Los Emiratos ya han donado 50.000 dosis de la vacuna a Seychelles y otras 3.000 dosis a Paraguay que ha agradecido “el gesto de humanidad, cuyo fin es otorgar a las naciones el acceso equitativo y universal de las vacunas”.

Hacer de la igualdad una política, no solo en la gestión de las vacunas, sino también en el marco de la estrategia de control del virus, incluso antes de que la disponibilidad de las vacunas estuviera en el horizonte. Este ha sido el caso de los Emiratos Árabes Unidos. Allí, como recoge Le Monde Arabe, los primeros casos de Covid-19 se dieron dentro de las comunidades de migrantes que se encuentran bajo condiciones difíciles. Sin embargo, según la directora de Administración de Programas en la OMS regional, Rana Hajjeh, el cuidado médico de estas comunidades estuvo “completamente cubierto ya que fueron atendidos como el resto de la población”. Otra de las decisiones que ayudaron a contener el virus desde el comienzo, según lo explica la Dra. Hajjeh, ha sido la de llevar a cabo un sistema de identificación temprana de los contactos estrechos de los pacientes contagiados, para así aislarlos y evitar que se propague el virus. Según la doctora, “esta estrategia de bloqueo parcial es una de las más eficaces”.

Otra de las alianzas claves que ha realizado China ha sido con Hungría. Este último se convirtió en el primer país europeo en utilizar la vacuna Sinopharm. Gracias a ello, el país ha alcanzado una de las tasas de vacunación más altas de la Unión Europea. A su vez, el país europeo ha llegado a un acuerdo con China para comenzar a producir la vacuna Sinopharm localmente. Un claro ejemplo de cómo la cooperación permitirá acelerar la producción de vacunas para así cumplir con la demanda internacional.

Tal como lo han repetido referentes alrededor del mundo, la mejor vacuna es la que esté disponible. Es por eso que se necesita coordinación internacional para ampliar el acceso a la vacuna de manera equitativa. La globalización de la vacuna contra el Covid-19 es la única manera de alcanzar la inmunización colectiva para vencer la pandemia y aspirar a volver a la normalidad.

Vacunas: diplomacia internacional en tiempos del Covid-19