viernes. 19.04.2024

dibujo

(Dibujo de Irene Maira.  Aves de humedales: la focha común)

Alrededor de las ocho salí a pasear por la Devesa del Saler. Como casi todas las mañanas, cogí mis prismáticos, mi sombrero, mi bolso y mi bastón, e hice mi recorrido habitual:

Primero la pinada, en busca de aves de bosque mediterráneo, normalmente pájaros pequeños: currucas cabecinegras, verdecillos, mirlos, estorninos, aviones, vencejos, mitos, petirrojos en otoño, rara vez una tarabilla, y algunas veces cernícalos - este año no los he visto, no sé el motivo -.

Después recorro La Mallada Larga. Aquí le llaman “malladas” a los espacios llanos entre la línea de dunas variables, cercanas y paralelas al mar, y la línea de dunas fijas, más próximas a la Albufera. La Mallada Larga es un largo cañaveral húmedo o seco según las estaciones del año. Ahora, en primavera, casi entrando el verano, está seca en toda su extensión.

Los pájaros aviones parecen muy a gusto aquí. En la primavera más temprana decenas de ellos vuelan incesantemente por encima de las cañas. Su rápido aleteo, sus gritos ásperos, y sus obispillos, destellos blancos inmaculados, vivifican el paisaje.

Cruzo la Gola del Pujol, y me dirijo al pequeño lago artificial.

Hoy, el lago me ofreció un regalo:

Había cuatro o cinco cigüeñuelas. Tres de ellas estaban juntas ejecutando un extraño ritual. Las tres gritaban sus sonoros y continuados tonos de aviso. Dos parecían pelearse. Saltaban en el aire amenazándose con golpearse con los picos. Una vez caídas en la arena, una parecía la dominante, y la otra adoptaba una actitud sumisa, de derrota, tumbándose en el suelo y apoyando su largo cuello y cabeza sobre la arena. La dominante picaba levemente a la sumisa, y otra vez el juego. Me preguntaba por el sentido de lo que veía cuando vi, tres diminutos polluelos nadando sobre el agua muy cerca de la orilla. No era tarea fácil para ellos. Hacía viento que rizaba las aguas del lago. Para aquellas crías aquello era un temporal.

Era la primera vez que veía polluelos de cigüeñuela. No creí que lo fueran, no se parecían a los adultos. Eran diminutos, la mitad del tamaño de un gorrión, y muy delicados. Como nadaban no les veía las patas. Su color era pardo más bien oscuro y quizás un poco jaspeado. Sus picos, oscuros, distaban mucho de asemejarse a la opulencia del de los adultos.  Al principio pensé que eran de otra especie, y que quizás las cigüeñuelas los atacarían. No era así. Empezaron a proteger sus movimientos volando hacia ellos y golpeando ligeramente el agua con sus picos tratando, me pareció, de mantener a los tres juntos y de orientar su rumbo. Poco a poco se fueron desplazando hacia la pequeña isla situada a unos cien metros de distancia. A mitad del recorrido, observé dos de las cigüeñuelas en la orilla de la isla. Batían sus alas sin cesar. Pensé que quizás estaban señalizando el final del trayecto a los pequeños.

Casi todo lo que vi, creo yo, fue una sesión de aprendizaje, la supuesta lucha, las actitudes de violencia simulada, los “papeles” de dominante y “sumiso”, el viaje nadando a la isla, y los semáforos vivientes. 

Una historia real que parece un sueño. La Naturaleza se ofrece todos los días mostrándonos su espléndida realidad.     

Himantopus_himantopus

Cigüeñuela común (Himantopus himantopus) (1)

Dos días más tarde:

Hoy se desarrolló otra escena de las cigüeñuelas con sus crías.

La disposición era esta: una cría de cigüeñuela, paseando por la arena en el límite con el agua, y dos adultos, macho y hembra, cada uno a un lado separados unos veinte metros, con el polluelo, empezando a vivir a su aire, en el medio.

De repente uno de los adultos, el macho, sintió una amenaza y se lanzó a volar gritando y amenazando al intruso, yo mismo u otro ser humano cercano. Lo observé un instante con los prismáticos gozando del espectáculo. Los volví hacia la cría y ya no estaba allí. No la veía, había desaparecido. Un día antes había pasado lo mismo y creí que la cría se había ocultado en el nido, en alguno de los agujeros de la arena o detrás de una rama vegetal que había. Esta vez no había escondite posible. La arena era lisa. Me quedé sorprendido. ¿Dónde estaba el polluelo?

Volví a mirar a la hembra tratando de aclarar el misterio. ¡Tenía cuatro patas, dos fucsias, y dos más delicadas, de color gris! El cuerpo de la cría no se veía, estaba metido dentro del plumón de la madre. La táctica de camuflaje era perfecta.

Esperé unos diez minutos hasta que el pollito salió otra vez a picotear por la orilla. Me quede con la sensación del que descubre un secreto. Esta vez eché de menos una buena cámara de fotos para conservar el momento.

Las cigüeñuelas me regalan sus instantes vitales. Me siento bien.

Black_winged_Stilts

Grupo de cigüeñuelas comunes.

En este vídeo se puede ver “El ave subida a sus patas”

Madrid, mayo de 2021

 Arturo Maira

 Dibujante: Irene Maira


(1) De JJ Harrison (https://www.jjharrison.com.au/) - Trabajo propio, CC BY-SA 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=13352794
(2) De Rose Thumboor - Trabajo propio, CC BY-SA 4.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=401730

Un paseo por la "Devesa del Saler". Las cigüeñuelas criando