jueves. 25.04.2024

icaroo“Sólo la burocracia, la negligencia y la gran incompetencia explican por qué el Gobierno ha fallado en su deber de proteger a los ciudadanos de la amenaza existencial que representa el EMP” (solar-artificial).

En tales duros términos se expresó hace 15 días en un artículo de denuncia pública William R. Graham, ex administrador de NASA, desde las páginas de "The Hill".

Graham mostraba así su crítica por la peligrosa insuficiencia de medidas adoptadas todavía en su país por un Gobierno Federal, el de los EE. UU., que a lo largo de los últimos 10 años sí que ha definido una “estrategia nacional” ante el riesgo natural del clima espacial

Cuya Agencia Federal de Regulación de la Energía (FERC) ha dedicado ya dos órdenes reguladoras, específicas, a las obligaciones preventivas de todos los operadores eléctricos para caso de fenómeno extremo del clima espacial (Orden FERC 779 de 2013, y Orden FERC 830, de 2016).



Cuyo Departamento de Seguridad Nacional acababa de definir, justamente a inicios de Octubre de 2018, una política de seguridad pública ante la amenaza nacional del clima espacial.

Cuya Casa Blanca emitió el 13 de Octubre de 2016 la conocida Orden Presidencial de Obama, de medidas de preparación de la nación ante fenómenos extremos del clima espacial.

Cuyo Capitolio ha impulsado ya dos comités de estudio distintos ante la amenaza EMP.

Un país en el que algunos Estados federados, como recientemente California, han elaborado, adicionalmente, distinta leyes regionales, complementando todo lo anterior para comenzar a prepararse también desde lo regional ante caso de gran emergencia por esta causa (así la “SB-1076 Emergency preparedness: electrical utilities: electromagnetic pulse attacks and geomagnetic storm events” de Septiembre de 2018).

Y podríamos seguir.

Y es cierto que, por si sólo, todo ello representa únicamente las primeras bases para definir la actuación. Y que aún les queda un importante camino por recorrer, también en los EE. UU., en aras a obtener una protección efectiva, realmente operativa, de la nación y de su población civil.

Pero imagínense qué diría éste ex administrador de NASA si fuese español y constatase que, de este lado del Atlántico, ni tan siquiera una sola de tales medidas “de base” – ni una sola de todas ellas, cero – han sido adoptadas entre nosotros por nuestros propios poderes públicos todavía...

“Negligencia”, “gran incompetencia”... ¿qué creen ustedes que añadiría, en nuestro caso, el Sr. Graham para plasmar la crítica a lo que respecto de España no se trata ya de “insuficiencia” en la preparación, no, sino de pura y directa “inexistencia”?...

El hecho es que quince años después que estamos a punto de cumplir ahora, el próximo Domingo, respecto de la grave advertencia que representó la inmensa  llamarada solar de 4 de Noviembre de 2003 –durante las “tormentas solares de Halloween”–, y más de 6 años después de aquel otro extraordinario fenómeno de 23 de Julio de 2012 –que no nos llegó a impactar por tan sólo unos pocos días de diferencia–, no hemos aprendido nada en materia de prevención ante un fenómeno cuyas extremas consecuencias potenciales en su peor versión, o worst case scenario, continúan resultando demasiado desbordantes.

Uno de los mayores riesgos naturales jamás conocidos por la humanidad. Doblemente peligroso, además, dadas las cifras de su periodo de retorno secular… y nuestras propias dificultades para transmitir una memoria colectiva efectiva de generación en generación.

El resultado de todo ello es que nuestra misma tecnología, esa que hoy nos permite volar más y más alto cada vez, alcanzar nuevas cotas y logros en todos los planos día a día –cada vez más sorprendente el siguiente avance que el anterior– se sitúa en el mismo centro de nuestra creciente vulnerabilidad solar, electromagnética.

Como modernos Ícaros, igualmente vulnerables al Sol en la misma ligazón de nuestras alas (la electricidad en nuestro caso, en vez de la cera que unía sus plumas en el mito clásico).

Como modernos Ícaros ante los abismos de la gran caída tecnológica de nuestro propio tiempo, como también la sufrió antes la humanidad en otras grandes crisis de nuestra historia.

Eso es en lo que el riesgo natural del clima espacial nos convierte a todos. En lo que las peores políticas públicas al respecto, y la inacción, han permitido que nos convierta.

Ícaro somos todos