viernes. 19.04.2024

Si bien el 2020 pasará a la historia por otros motivos, los problemas ambientales como el cambio climático, la contaminación, la gestión de recursos naturales y el impacto de las actividades humanas en la naturaleza han seguido vigentes. Problemas que la covid-19 no solo no ha ocultado, sino que, en muchas ocasiones, ha sacado a la luz.

La pandemia ha hecho temblar los cimientos de un modelo globalizado de consumo “sostenido por gracias a altas demandas de agua”, como nos advierte la investigadora María José Polo, de la Universidad de Córdoba, en un artículo que describe la relación entre la gestión del agua y el clima y las consecuencias de modificar los ríos y la costa sin los criterios adecuados.

Cambiar la naturaleza puede tener consecuencias negativas para el paisaje, la flora y la fauna y los ecosistemas. Incluso, cuando los cambios se producen por la instalación de plantas de energía solar o parques eólicos, tan necesarios para la reducción de emisiones contaminantes.

Aunque las energías renovables son uno de los principales pilares de la descarbonización de la economía, y un componente fundamental de los planes verdes nacionales y europeos, deben evaluarse los posibles impactos de su implantación.

Mario Quevedo, de la Universidad de Oviedo, ha descrito los riesgos de no aplicar criterios ambientales en estas instalaciones: “No parece razonable que la urgencia, justificada por el abandono de los combustibles fósiles, nos arrebate un plan de trabajo riguroso para las renovables”, previene Quevedo.

Vial de acceso a un parque eólico en el norte de España. Shutterstock / Martin Schuetz

Biodiversidad y zoonosis

La pandemia de covid-19 nos ha permitido observar el impacto de la presencia humana en otros seres vivos y el medio ambiente de una forma impensable en otras circunstancias. Hemos sido testigos de cómo el confinamiento y la disminución de la actividad económica produjeron una mejora en la calidad del aire y de las aguas, además de una liberación para los animales y la vegetación que reconquistaron terreno, inluidas las ciudades.

Pero el coronavirus que ha dado la vuelta al planeta también ha avivado problemas que no habíamos conseguido resolver. La zoonosis ha llegado a los campos de refugiados, donde la ayuda humanitaria se ha reducido, como alertan Víctor Resco, de la Universitat de Lleida, y Faqrul Islam, de la Universidad de Chittagong (Bangladesh).

Resco e Islam nos han contado los efectos de la covid-19 en Bazar de Cox, el campo de refugiados más grande del mundo, donde diferentes programas socioambientales buscan disminuir la degradación forestal, una de las causas que precisamente contribuye al desarrollo de zoonosis.

Los investigadores destacan la importancia de crear estrategias de protección de la biodiversidad con un enfoque global, que tengan en cuenta la difusión de enfermedades procedentes de animales, un problema que puede repetirse en el futuro.

En la ciudad de Bazar de Cox, en la costa oeste de Bangladesh, el campo de Kutupalong acoge a cientos de miles de refugiados rohingyás. UN Women/Flickr, CC BY-NC-ND

Residuos plásticos

La pandemia ha agravado también una cuestión que todavía carece de soluciones efectivas: la contaminación por plástico. Mascarillas, guantes, batas, protectores faciales y otros artículos de protección, sin duda imprescindibles en la gestión de la crisis sanitaria, han contribuido a un aumento exponencial de los residuos de este material.

Ethel Eljarrat, investigadora del IDAEA - CSIC, ha analizado este fenómeno y destacado la necesidad de evitar que vaya a más una vez resuelta la pandemia y de desarrollar materiales alternativos a los plásticos más sostenibles.

Durante una reciente inspección a las islas de Soko, el equipo de Oceans-Asia encontró máscaras quirúrgicas en las playas.

Morir de éxito

Pero ¿conseguiremos resolver el problema de la contaminación? ¿Y el del cambio climático, las zoonosis, la extinción de especies, …? Con el desarrollo de la humanidad, se multiplican los procesos de degradación ambiental a una tasa que hace difícil que puedan crearse soluciones a tiempo.

Ante este escenario, Fernando Valladares, del MNCN-CSIC, y Emiliano Bruner, del CENIEH, plantean la posibilidad de que la especie humana se extinga en el futuro. “La magnitud y velocidad de los cambios ambientales que generamos requieren de avances igual de rápidos en una gobernanza colaborativa y global para los que no estamos bien preparados”, sostienen.

Según Valladares y Bruner, “estamos muriendo de éxito”. Para aumentar la probabilidad de que sobrevivamos deberíamos adoptar estrategias contrarias a las que hemos elegido hasta ahora, como disminuir nuestro consumo energético y crecimiento. “Nos extinguiremos, no cabe duda, pero tampoco hay que tener prisa”, bromean. De momento, ya hemos superado el 2020. Pronto veremos los retos que nos ha preparado el 2021.The Conversation

Lucía Caballero, Medio Ambiente y Energía / Coordinadora editorial, The Conversation

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

Medio ambiente 2020: la pandemia que aplazó la emergencia climática