miércoles. 24.04.2024
Greta Thunberg
Greta Thunberg

António Guterres, Secretario General de la ONU, había sugerido a los líderes mundiales -presentes en la Cumbre sobre el Clima que comenzó el martes en New York-  que no subieran al estrado sin planes concretos y transformadores. Sin embargo, y a pesar de esta sugerencia, la primera de las exposiciones, a cargo del presidente del Brasil, Jair Bolsonaro, no aportó más que insolvencias y negacionismos. Bolsonaro minimizó la importancia de los incendios, pero también de la propia Amazonía que, según dijo, “No es el pulmón del mundo”. “No es Patrimonio de la Humanidad”.

Pero la diversidad de temas expuestos por los representantes de la democracia, presentes en la Asamblea General de la ONU, opacó el motivo central de la cita. Algunos mandatarios, como por ejemplo el presidente argentino, Mauricio Macri, prefirieron poner el foco en la “dictadura” venezolana: “El éxodo de venezolanos amenaza la estabilidad de la región”, sostuvo, sin mencionar el éxodo de los miles de argentinos que abandonaron el país como consecuencia del desempleo generado por sus políticas.

Cada uno de los líderes mundiales expresó su preocupación por el medioambiente, no sin antes enumerar las acciones que han puesto en marcha en sus respectivos países para reducir la contaminación ambiental y aportar su grano de arena en la lucha contra el calentamiento global. Sin embargo no hubo nada que verdaderamente merezca la pena destacar. Las buenas intenciones, los futuros acuerdos y los venideros tratados sonaron a mera propaganda, a recurso semántico en pos de contentar a una Humanidad que no desconoce lo que se esconde detrás de las forzadas muecas de preocupación de un buen número de mandatarios, supuestamente preocupados por el medioambiente.

Greta Thunberg, símbolo de las manifestaciones más multitudinarias contra el cambio climático, fue la expresión más auténtica de una cumbre que sólo dejó conceptos vacíos y la trillada promesa de un compromiso global para luchar contra el cambio climático

La excepción se produjo un día antes de la participación de las figuras políticas. Con sus 16 años, la sueca Greta Thunberg, símbolo de las manifestaciones más multitudinarias contra el cambio climático, fue la expresión más auténtica de una cumbre que ayer sólo dejó conceptos vacíos y la trillada promesa de un compromiso global para luchar contra el cambio climático. "Han robado mis sueños y mi niñez con sus palabras huecas y, sin embargo, soy una de las más suertudas. La gente está sufriendo, la gente está muriendo, ecosistemas enteros están colapsando. No dejaremos que se salgan con la suya. Aquí y ahora es donde trazamos el límite. El mundo se está despertando y el cambio está llegando, les guste o no”.

La irrupción de la joven activista que logró sacar de las aulas a millones de adolescentes para el llamado Fridays for Future, trajo consigo la consecuente estigmatización de la que ya ha sido objeto. Greta es la cara visible de otras cientos de Gretas que están siendo asesinadas en Mexico, en Perú, en Colombia y en Brasil, países en los que los ambientalistas son perseguidos con la anuencia de los gobiernos.

Los medios más representativos del poder real no demoraron en atacar a quien el pasado lunes expuso uno de los discursos más impactantes de los últimos tiempos. Andrew Bolt, influyente periodista australiano del Herald Sun de Melbourne y comentarista de Sky News, la definió como “profundamente perturbada”. El periodista transcribió en su artículo los diagnósticos médicos de la menor (Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad, y autismo tipo Asperger) y los relacionó con sus opiniones sobre el cambio climático. “Cuando la profundamente trastornada Greta Thunberg expande su pánico climático debemos preguntarnos por qué tantos líderes mundiales la escuchan”, sostuvo Bolt.

Los negacionistas del cambio climático atacan a Greta desde sus medios de comunicación. La tildan de “alarmista” y “gurú apocalíptica”. Para vastos sectores del poder, la irrupción de esta lúcida adolescente atenta contra sus intereses. Temen que una niña tan influyente en foros políticos como el Parlamento Europeo, pueda impulsar políticas que “hagan restringir el desarrollo económico”. Un temor lógico si se tiene en cuenta cuál es el concepto de “desarrollo económico” de quienes aún ven al mundo como una simple mercancía. 

Greta, en lo alto de la Cumbre