jueves. 28.03.2024
covid sostenibildiad mundo

El año 2020 estaba llamado a ser un punto de referencia para marcar las líneas estratégicas a medio plazo, decenio 2020-30 y, a largo plazo, hasta 2050, reconocidos como hitos determinantes de la gran transición socioecológica del siglo XXI. Pero, sorprendentemente, con el inicio de la gran crisis sanitaria del coronavirus, sin saber hasta qué punto esta pandemia va a alterar la existencia humana y los sistemas de convivencia, se están modificando abruptamente las primeras fases de tránsito para cambiar el insostenible modelo de desarrollo. En esta turbulenta situación se tambalean los planes establecidos para alcanzar con éxito los objetivos de la agenda de sostenibilidad mundial, donde la agenda climática-ambiental es una pieza esencial. Pero también, por otro lado, se renueva con fuerza la añeja idea de una gobernanza ambiental global, aunque ahora de forma más ambiciosa para acometer un plan de emergencia planetaria.

Quizá, este choque disruptivo tan negativo en materia de salud y bienestar puede abrir ventanas de esperanza a la hora de encontrar soluciones más aceptables para encarar mejor los urgentes desafíos sistémicos de sostenibilidad que hasta ahora los intereses pudientes del sistema dominante habían soslayado.

La tragedia sanitaria causada por el coronavirus y el impacto socioeconómico post-pandemia, se entrelazan con las megatendencias mundiales en un contexto de crisis interconectadas que, en realidad, responden a una única crisis global de sostenibilidad, que también se ha definido, ya hace tiempo, como crisis “civilizatoria”. Como hemos analizado ampliamente en otros trabajos (1), se abre una nueva época de respuesta estratégica con formas avanzadas de gobernanza para las grandes transiciones económicas, sociales y políticas en “clave de sostenibilidad”, dándole así un nuevo sentido del progreso humano en coevolución con la biosfera.

La salida urgente de la crisis sanitaria, reforzando nuevas fórmulas colaborativas, puede impulsar una alianza de gobernanza mundial más potente para la lucha contra las desigualdades sociales y los desequilibrios ambientales

Pero, las innumerables advertencias científicas sobre la interdependencia mundial que afecta a la supervivencia humana, conjuntamente con las tensiones sociales acumuladas, no habían sido suficientes para despertar la conciencia colectiva y la tarea política en favor de formas efectivas y solidarias de multigobierno para la salud, los ecosistemas y los bienes comunes globales. La salida urgente de la crisis sanitaria, a la vez que está reforzando nuevas fórmulas colaborativas, puede impulsar, al mismo tiempo, una alianza de gobernanza mundial más potente para la lucha contra las desigualdades sociales y los desequilibrios ambientales, como hace tiempo se viene reclamando.

La pandemia del coronavirus ha impuesto un cambio brusco que brinda una nueva perspectiva. Como afirma John Gray (Adiós globalización, empieza un mundo nuevo. O por qué esta crisis es un punto de inflexión en la historia): “Esto no es una ruptura temporal de un equilibrio que, de lo contrario, sería estable. La crisis por la que estamos pasando es un punto de inflexión en la historia”. Con esta nueva mirada hay que encontrar enfoques alternativos para abordar las transformaciones sistémicas en escenarios de Cambio Global.

De momento, la salida de la crisis de la COVID-19 está apremiando una cooperación científica internacional para garantizar una vacuna disponible a nivel mundial. Y también es significativo que esta pandemia está produciendo un amplio despliegue de colaboración mundial en el ámbito de la salud a través de una ciencia más abierta y transparente. Como señala Carlos M. Duarte (El virus que despertó la colaboración global): “La lucha contra la pandemia se ha convertido en el mayor proyecto de investigación científica de la historia…. una cooperación que ha surgido de forma espontánea desde la comunidad científica y que se ha ido organizando de una manera orgánica en una inmensa red colaborativa”.

Las sociedades están mal preparadas para enfrentar las amenazas biológicas porque son vulnerables a impactos en la salud que afectan severamente las formas de vida individual, al bienestar social, a la actividad económica y a la seguridad nacional.  Pero también es posible que después de un repentino choque, los responsables de la toma de decisiones y la ciudadanía puedan asumir que se puede conjugar mejor la acción política con la responsabilidad social para planificar y administrar de forma sostenible un mundo mejor.

Los cambios ambientales globales ya venían señalando, desde tiempo atrás, la urgente necesidad de afrontar la gestión ambiental internacional mediante una gobernanza global democrática. Ciertamente, la manifiesta debilidad institucional, la insuficiente cooperación mundial y la escasez de líderes internacionales comprometidos para atender a los desafíos sistémicos globales no han venido facilitando la compleja tarea de resolver las crisis presentes construyendo un futuro común. 

A pesar de que la evidencia científica disponible y los convincentes informes técnicos (2) venían demostrando que las actividades humanas han derivado en un cambio global inaceptable, advirtiendo de la inseguridad de la era del Antropoceno, parece que las sociedades mundiales más avanzadas y más responsables por la deuda ecológica contraída históricamente con la naturaleza y con las regiones empobrecidas, no están a la altura de asumir un liderazgo coherente ante la crisis existencial de la humanidad y la calamidad “climática-ambiental”.

odsNo obstante, algunos líderes europeos (3) apuntan ahora en la buena dirección, aunque con una ambigua voluntad política aludiendo a la necesidad de Trabajar juntos en la recuperación mundial. De forma más bien retórica, manifiestan su compromiso para liderar y apoyar la respuesta global, así como acelerar los medios para combatir la pandemia y facilitar plataformas de cooperación para una verdadera alianza internacional entre científicos, reguladores, industria, gobiernos y organizaciones internacionales, con la perspectiva de los Objetivos de Desarrollo Sostenible como orientación para el futuro humano del siglo XXI.

El análisis de los riesgos multidimensionales también favorece el cambio de perspectiva para avanzar en la colaboración internacional que afecta a la supervivencia humana. Las tensiones geopolíticas y geoeconómicas, incluyendo el conflicto entre globalización y nacionalismos, están aumentando en el mundo, de tal manera que se hace más necesario acometer los riesgos globales del siglo XXI de forma urgente. Como indica el informe de 2019 del Foro Económico Mundial sobre Riesgos Globales, los peligros ambientales son predominantes porque están afectando a la salud, al desarrollo socioeconómico y a la seguridad regional. Aquí se destacan los fenómenos climáticos extremos, el fracaso de la política ambiental, especialmente sobre la mitigación y la adaptación climática, los desastres naturales y la pérdida de biodiversidad (disminución en un 60% de las especies desde 1970).

Los problemas globales requieren soluciones de gobernanza multinacional para gestionar los bienes comunes mundiales

Los problemas globales requieren soluciones de gobernanza multinacional para gestionar los bienes comunes mundiales. Es una misión compleja y llena de dificultades, empezando por comprender la unidad e interdependencia ecosistémica del planeta y que la seguridad es cosa de todos. Pero, al mismo tiempo, se ha tomado ya suficiente conciencia de que las respuestas tienen que plantearse conjuntamente con soluciones locales, ajustadas a las necesidades territoriales específicas, lo recursos endógenos y las culturas particulares. En definitiva, entendiendo mejor las relaciones complejas y entrecruzadas de los procesos de sostenibilidad “glocal” que abren paso a nuevos esquemas de gobernanza mucho más participativa.

En los últimos decenios se han venido dando algunos avances. Cabe recordar la vieja idea de un gobierno mundial para el medio ambiente, que fue muy debatida en la década de 1970, a propósito del establecimiento de un Nuevo Orden Internacional. Pero, hasta el momento, solo se han dado pequeños pasos en favor de una cooperación ambiental internacional efectiva. A finales de la década de 1980 se plantea adicionalmente una acción multilateral coordinada sobre “seguridad global y gobernabilidad mundial” (Iniciativa de Estocolmo, 1991). Incluso con el argumento de una “coalición de la razón” para un futuro sostenible mundial, se apuntaba un nuevo Eco-Orden Global con mecanismos de gobernación planetaria, a fin de establecer un organismo supranacional respaldado por Naciones Unidas y con responsabilidades acotadas sobre la política ambiental global.

Hasta ahora, solo ha avanzado lentamente un proceso armonizador para la gestión mundial del medio ambiente con resultados modestos y, por supuesto, sin poner en entredicho la soberanía nacional de los Estados sobre sus recursos naturales. Y ello, a pesar de los más de 500 convenios ambientales multilaterales y las más de 200 instituciones vinculadas a esos compromisos, además de los significativos avances institucionales bajo el impulso de Naciones Unidas desde hace cinco décadas, en particular con las Cumbres sobre medio ambiente y desarrollo sostenible (4).

Las últimas aportaciones, a partir de 2015, han tenido un mayor alcance y transcendencia para apalancar los compromisos mundiales. La Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), suponen un notable progreso mundial en favor de la sostenibilidad de forma equilibrada e integrada. En paralelo, se aprueba la agenda climática con el Acuerdo de París en 2015 con el fin de abordar el calentamiento global, considerado como el mayor desafío para el desarrollo humano y la economía mundial. Abundando en la problemática de la vulnerabilidad climática se pone un mayor énfasis en la gestión de riesgos, el control de las pérdidas y la capacidad de recuperación (Conferencia Mundial sobre la Reducción del Riesgo de Desastres de Sendai de 2015). Adicionalmente, la Nueva Agenda Urbana Mundial de 2016 (Habitat III) impulsa el compromiso político global con la urbanización sostenible.

A lo anterior hay que sumar un iniciativa más específica para establecer un “Pacto Mundial por el Medio Ambiente” que ha sido impulsada en 2018 por Naciones Unidas en pro de la gobernabilidad y el fortalecimiento de su aplicación: “Es indispensable que los Estados y las Naciones Unidas trabajen de consuno para colmar las lagunas del derecho internacional del medio ambiente”…”de manera innovadora y dinámica para establecer un régimen de gobernanza sólido y eficaz con miras a proteger mejor el medio ambiente para las generaciones futuras”.

Todos estos avances son muy insuficientes ante la urgencia de acometer los grandes retos sistémicos. El tiempo para la acción se agota por el sobrepasamiento de los límites planetarios y el riesgo de alcanzar “puntos de no retorno”, como ha identificado Johan Rockstrom y oros científicos, lo cual nos llevaría a un estado “antropocénico” inviable para un desarrollo humano sostenible. Los sistemas que mantienen a la Tierra en el deseable estado que se ha producido durante los pasados 10.000 años de estabilidad climática del Holoceno podrían alterarse de forma abrupta e irreversible por el nivel alcanzado de las actividades humanas y los patrones de crecimiento económico que destruyen los bienes globales y la capacidad de asimilación y recuperación de la naturaleza. Las soluciones pasan por conjugar las dimensiones de la “base social” del desarrollo humano con el “techo ambiental” de los límites ecológicos, como apunta Kate Raworth, construyendo en un espacio ambientalmente seguro y socialmente justo en el que la humanidad puede prosperar. Esta es una visión que se va haciendo más palpable en los enfoques de la nueva política como es el caso de la UE cuando señala el objetivo general comunitario de “vivir bien dentro de los límites del planeta”.

En este sentido, surge la idea de admitir un estado de Emergencia Planetaria con un contenido de mayor alcance que el de emergencia climática, mayormente conocido y asumido. La RAE define una emergencia como una situación de peligro o desastre que requiere una acción inmediata. La comunidad científica insiste que ante los acelerados impactos del cambio climático y la destrucción ecológica, es necesario garantizar ante todo la salud y el bienestar a largo plazo tanto de las personas como del planeta.

Son muchas las organizaciones e instituciones internacionales que reclaman un plan de emergencia para el planeta. Este es el caso del Club de Roma con el Instituto Potsdam para la Investigación del Impacto Climático (The Potsdam Institute for Climate Impact Research) manifiestan: “Declarar una emergencia planetaria proporciona una nueva brújula para las naciones e inyecta la urgencia esencial en la toma de decisiones”. De esta manera, se pretende que las acciones sobre las transformaciones sociales y económicas estén bien informadas y se tomen a la luz de su impacto en la estabilidad de los sistemas de soporte vital de la Tierra.

No tenemos más tiempo para acciones de políticas incrementales, aisladas y simplemente correctivas que no vayan de la mano de acciones internacionales coordinadas

La pandemia es una emergencia sanitaria que supone “cambios disruptivos perniciosos” y que obliga a la sociedad mundial a actuar apresuradamente y a colaborar en la búsqueda de soluciones con estrechos márgenes de tiempo. Para afrontar el cambio global se requieren procesos de colaborativos más pausados, estructurados y planificados. Pero el desarrollo de tales procesos ya no admiten mayores demoras ante los enormes riesgos de los fenómenos irreversibles y los desastres naturales. No tenemos más tiempo para acciones de políticas incrementales, aisladas y simplemente correctivas que no vayan de la mano de acciones internacionales coordinadas y orientadas por visiones sistémicas, proactivas y solidarias.

cambio-climatico1Los urgentes esfuerzos para “doblar la curva” de la incidencia del Covid-19 también deben servir de guía para “doblegar” las tendencias de un modelo de desarrollo centrado en el crecimiento que nos conduce a un desastre ecológico con mayor desigualdad social. Quizá, hemos necesitado un “virus” para entender que esta década entrante es clave para marcar el punto de inflexión en el devenir del sistema económico y lograr una transformación socioecológica más rápida. La clave del éxito reside en actuar mediante impulsores sistémicos que faciliten “cambios disruptivos beneficiosos” basados en innovaciones sostenibles (ambientales, económicas y sociales) y apoyados por cambios socio-institucionales bien dirigidos por líderes comprometidos.

Las nuevas lecciones de la pandemia y las consabidas enseñanzas del cambio global largamente percibido, vuelven a señalar que la humanidad es totalmente dependiente de la naturaleza y que hay que vivir en paz con el ecosistema global. Como se dice en el informe Planeta Vivo de WWF: “somos la primera generación en tener una imagen clara del valor de la naturaleza y nuestro impacto sobre ella. Pero podríamos ser la última que pueda tomar medidas para revertir esta tendencia”.

El año 2020 y el decenio 2020-2030, asumiendo las prioridades de la pandemia y la atención a sus graves secuelas socioeconómicas, siguen siendo buenos puntos de referencia para aunar la ambición climática con la protección de la biodiversidad y los objetivos de desarrollo sostenible. Este es el momento decisivo del cambio transformador y solidario de la gran la transición. Porque, si no es ahora y si no es esta generación, con sus líderes y sus ciudadanos, ¿cuándo se hará y quién lo hará? En la gran labor de la gobernanza para la salud, el bienestar y la sostenibilidad global no podemos esperar y no podemos equivocarnos.


Luis M. Jiménez Herrero. Profesor Honorífico de la UCM. Presidente de la Asociación para la Sostenibilidad y el Progreso de las Sociedades (ASYPS). ExDirector del Observatorio de la Sostenibilidad en España (OSE).


NOTAS
(1) Luis M. Jiménez Herrero (2017) Desarrollo Sostenible. Transición hacia la coevolución global. Editorial Pirámide. Madrid
(2) Entre algunas de las investigaciones relevantes recientes pueden citarse: El Informe del PNUMA de Perspectivas del Medio Ambiente Mundial (GEO-6, 2019); el Informe del IPCC sobre 1,5 ºC (2019);, y el informe de la Plataforma Intergubernamental Científico-normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas, IPBES (2019). Informe de la Situación del medio Ambiente en Europa (SOER, 2020) de Agencia Europea de Medio Ambiente, AEMA.
(3) El manifiesto está firmado por: Giuseppe Conte; Emmanuel Macron; Angela Merkel; Charles Michel; Erna Solberg; Ursula Von Der Leyen. 3 DE MAO de 2020.
(4) Conferencias de las Naciones Unidas sobre: Medio Humano (Estocolmo 1972); Medio Ambiente y Desarrollo y el Programa 21 (Río 1992, con sus grandes convenios sobre cambio climático, biodiversidad y desertificación); Desarrollo Sostenible (Johannesburgo, 2002); Desarrollo Sostenible (Río+20).

Salud y sostenibilidad: crisis globales en busca de una gobernanza mundial