viernes. 29.03.2024
Eunice Foote

 

La idea del efecto invernadero era ya conocida en la década de 1820, sin embargo, nadie había podido demostrar físicamente como ocurría o qué efectos tenía esa misma en el planeta. 36 años después, fue la investigadora y científica Eunice Foote, que además era activista por los derechos de la mujer; la primera en mostrar cómo podría funcionar realmente.

Para ello, usó una bomba de aire con la que llenó cilindros de vidrio con diferentes gases, uno de ellos con dióxido de carbono (CO2) y los expuso a la luz solar. En este último, Foote observó que el cilindro se había calentado mucho y, “al retirarse, se enfrió muchas veces más” y que “una atmósfera de este gas le daría a nuestra Tierra una temperatura alta”. Estos resultados sugerían ya en 1856 que el CO2 y el vapor de agua atrapan el calor más que otros gases lo que demostraba los efectos potenciales que podrían suceder en nuestro clima si este fenómeno ocurría. Eunice Foote había dado con la clave del cambio climático y nacía, entonces, la ciencia que lo estudia.

Foote fue más lejos y en agosto de ese mismo año, quiso presentar sus hallazgos en la Octava Reunión Anual de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia (AAAS), una sociedad científica estadounidense, en Albany (Nueva York). Pero en la época, no se permitía que las mujeres presentaran informes en la AAAS así que lo hizo Joseph Henry, un profesor del Smithsonian Institute, en su nombre. Desafortunadamente, ni el documento de Foote ni la presentación de Herny se incluyeron en el acta y sólo fue reportado en un artículo de página y media en la revista de la AAAS, la American Journal of Art and Science.

A la izquierda de la imagen, Eunice Newton Foote

Tres años después, el físico irlandés John Tyndall realizó experimentos más complejos en los que también encontró otros tipos de gases de efecto invernadero que también atrapan el calor. Tyndall no conocía los experimentos de Foote, o los conocía y no los nombró. El caso es que los experimentos del físico se aceptaron como algo inédito y pasó a la historia como una de las figuras fundadoras de la ciencia del clima.

Otro nombre que trascendió en la ciencia del clima fue el del ingeniero y coleccionista de datos en su tiempo libre Guy Stewart Callendar. En 1938, Callendar fue el primero que presentó en la comunidad científica que la actividad del hombre era, en parte, la culpable del cambio climático. Callendar había recopilado hasta entonces datos de 147 estaciones meteorológicas descubriendo un claro patrón al comparar sus lecturas de temperatura con mediciones históricas de CO2: no solo vio que el cambio climático estaba sucediendo sino que parte de él era causado por la quema de combustibles fósiles. En aquel entonces, la sola idea de que un ser humano pudiera influir en el clima era inconcebible y no fue hasta la Segunda Guerra Mundial que finalmente se aceptó el papel (o “Efecto Callendar” como se llamó) que tenía la humanidad en el calentamiento global.

El químico Charles Keeling fue otra persona que contribuyó enormemente a la ciencia del cambio climático. Todo empezó cuando, en 1958, los colegas de Keeling estudiaban las relaciones entre la acidez del océano y el dióxido de carbono. Hasta entonces, se creía que los océanos habían absorbido rápidamente la mayor parte del CO2 sacándolo de la atmósfera pero había algo raro en esos resultados. Convencido de que los datos no eran fiables, Keeling se trasladó a Mauna Loa (Hawaii), en medio del Pacífico Norte y a 4.000 metros sobre el nivel del mar. Allí, lejos de la contaminación de las ciudades y de la industria, fundó el Observatorio de Mauna Loa desde donde sacó algunas observaciones exhaustivas: primero, demostró que el CO2 sube y baja con las estaciones y, en segundo lugar, descubrió que la curva del CO2 subía hacia arriba de forma constante año tras año dando lugar a la conocida “Curva de Keeling”. Ya en 1958 teníamos pruebas irrefutables del incremento de la concentración de CO2 en la atmósfera.

A la izquierda de la imagen, el químico Charles Keeling

Durante 150 años, la reveladora contribución de Eunice Foote ha quedado enterrada en las páginas de la historia y no fue hasta 2010 que descubrimos su valioso papel como primera persona en descubrir los efectos del CO2 en el planeta. Y todo gracias a que un geólogo retirado la descubrió por casualidad cuando citaban el trabajo de Foote en una publicación anual de ciencias antiguas.

Han pasado muchas décadas desde entonces pero no parece que hayamos cambiado mucho: seguimos ignorando una realidad catastrófica y desoyendo las voces de la ciencia que no solo nos avisan de ello sino que nos están dando las herramientas necesarias, viables y adecuadas para remediar la situación. Y también seguimos invisibilizando a las mujeres. No podemos esperar 150 años más, ni para hacer una realidad la igualdad ni para actuar contra la emergencia climática, sencillamente porque no tenemos ese tiempo si queremos que las condiciones ambientales en el planeta sigan siendo aptas para la vida de los seres humanos.

Fuentes: AEON, National Geographic y Green Peace

La ciencia del cambio climático tiene más siglos de lo que piensas y la comenzó una mujer