viernes. 29.03.2024
contaminacion acustica

El aire de las ciudades hace a los hombres libres

Esta antigua frase acuñada en la Baja Edad Media y por los medievalistas (1), con la que se iniciaba lentamente la Edad Moderna y una reorganización y reubicación espacial de la población, está empezando desde hace tiempo a entrar en crisis. La culminación de la ciudad en las megalópolis actuales ha iniciado una agonía lenta pero irreversible.

Como no puede ser de otra forma, y los geógrafos analizan, la crisis del burgo acompaña a la crisis de la burguesía como clase creadora, impulsora y beneficiaria de esa moderna, de esa nueva organización social y del espacio de poder político que fue el burgo.

La decadencia de las instituciones humanas consolidadas durante siglos suelen ser largas y penosas. Alrededor del burgo, crecieron y se desarrollaron tanto las actividades económicas, sociales como las nuevas instituciones políticas que dependen de la ciudad. Al igual que la ciudad depende de ellas (2).

Por tanto, la crisis es y va a ser una crisis sistémica. Afecta y va a afectar al sistema integro de la ciudad, a todas sus instituciones y actividades, así como a sus habitantes, los ciudadanos. Con toda la carga histórica que tiene el concepto de ciudadano.

La ciudad ya no nos hace libres

Las ciudades hoy nos limitan, nos enferman, nos estresan, nos hacen más dependientes, nos frustran, nos hacen insolidarios."El hombre es la medida de todas las cosas”. La famosa frase del filósofo griego Protágoras se pone en cuestión en las grandes ciudades.

Debemos de adaptar la dimensión de la ciudad a las necesidades esenciales del ser humano y no al contrario.

“La ciudad como forma de ocupación del suelo y de organización de la población”, que estudió, el pionero en Geografía Urbana, Manuel de Terán, se construye por el poder dominante y para el poder dominante y para su beneficio. En la Edad Moderna: la burguesía.

Desde las primeras ciudades babilónicas y del antiguo Egipto, las ciudades han respondido a los intereses del poder establecido y se han conformado de acuerdo con las distintas necesidades del poder. Agustín de Hipona, en “La Ciudad de Dios”, plantea la crisis del Imperio Romano y la invasión de la ciudad de Roma por los bárbaros, con el final de la ciudad pagana y del poder de Roma sobre el mundo.

El plan de los ensanches diseñados para el antiguo centro de París por el barón Haussmann por encargo de Napoleón III, era el símbolo de la victoria definitiva de la burguesía en la ciudad (3). Arquitectura y urbanismo se pusieron al servicio del poder. Era el momento de la burguesía industrial en su fase de expansión nacional y colonial, del Imperio. París debía de ser el centro del mundo. Y efectivamente en muchos aspectos lo fue durante un periodo largo, hasta después de la IIGM, que pasó el relevo a NY. Con el ensanchamiento de calles y la apertura de grandes avenidas y bulevares, se impedía la construcción de barricadas, tan habituales con cada revuelta social en el centro antiguo. Es de reseñar que esos planes le correspondían al Prefecto de policía y salubridad pública, que lo fue Haussmann. El plan de reorganización urbanística de París se llevó en paralelo en las grandes ciudades europeas.

ensanche-1
Plan Cerdá

Es el caso de Barcelona con el Plan Cerdá (1860), en Madrid y en Bilbao, más tarde. Por otra parte, hubo propuestas para la ciudad por  los socialistas utópicos: Owen, Fourier. El mismo Engels trató de la habitación en Contribución al problema de la vivienda (1869). En todos ellos se contemplaban objetivos en materia de salubridad pública, tan necesarios debido a la acumulación de población, miseria, suciedad, enfermedades y deficiente saneamiento de aguas potables y tratamiento de las residuales.

Los médicos que atendían a los barrios obreros de las grandes ciudades en las primeras etapas de la industrialización, fueron los que dieron la voz de alarma sobre la acumulación de patologías, producto de la miseria, de las condiciones de higiene y de habitación y de concentración humana. La corriente higienista de la medicina tuvo un gran peso en la medicina teórica y práctica de la época (4).

Nuestras grandes ciudades actuales son la expresión de organización social más conveniente para la actividad económica, social, política e institucional de la burguesía financiera y de las grandes empresas

Nuestras grandes ciudades actuales son la expresión de organización social más conveniente para la actividad económica, social, política e institucional de la burguesía financiera y de las grandes empresas nacionales y multinacionales. En tal sentido funciona el llamado efecto sede. En las grandes ciudades establecen sus sedes sociales las grandes compañías nacionales y multinacionales. La cercanía a los centros del poder político y administrativo es decisiva para influir en beneficio de esas entidades. Bruselas es un ejemplo de ciudad pequeña en la que se han instalado los lobbies de las grandes multinacionales, para influir en la preparación y redacción de las normas europeas que les afectan. En este caso la ciudad queda reducida a un centro de operaciones funcionariales. Funcionarios de la UE, funcionarios de los diversos estados y funcionarios de grandes empresas y representantes permanentes de organizaciones privadas y públicas diversas. A su calor acuden sedes sociales de Organismos internacionales. En el caso de Bruselas, la OTAN. Otros casos conocidos son NY y Ginebra

Desde hace años a los ciudadanos se nos exige adaptarnos a las largas distancias dentro de la ciudad, a utilizar necesariamente medios de transporte individuales y colectivos, a respirar constantemente un aire altamente contaminado, a distanciarnos del medio natural, a vivir estabulados como en las modernas granjas, sometidos a consumos y a ritmos biológicos circadianos adaptados a las necesidades y ritmos de la gran ciudad.

El aire que hacía a los hombres libres se ha convertido en irrespirable y su libertad ha quedado condicionada a las restricciones de todo tipo, impuestas por un entorno hostil. Movilidad, trabajo, cultura, ocio, tiempo, consumo y habitación, quedan sometidos a las necesidades de la burguesía.

Es demostrativo de la disconformidad de la mayoría de los ciudadanos de las grandes urbes con su situación, la huida masiva en momentos de vacaciones, de puentes y de fines de semana. Los sectores sociales que cuentan con una renta económica moderadamente aceptable dedican una parte de su renta a comprar una segunda vivienda fuera de la gran ciudad. La vivienda habitual se convierte así en un espacio incompleto como hogar. Ese lugar forma parte de las necesidades de lo cotidiano: del trabajo, de la vida reglamentada, de horarios que nos vienen dados….. de lo gris.

En la segunda residencia se reúnen todas las expectativas, ilusiones, gratificaciones, ritmos, ocios que soñamos en la primera, la diaria, en la que pasamos la mayor parte de nuestra vida, a nuestro pesar.

Hay otras formulas que se han ido extendiendo entre los más pudientes: Las viviendas que cumplen las dos funciones. Algunos sectores se han ido trasladando a espacios que antes se consideraban socialmente marginales: arrabales, faubourgs, suburbios. La etimología de los términos hace referencia a “afueras”, “falso burgo” o exterior a la ciudad, en sus proximidades pero en el margen. Conforme han sido cada vez más evidentes las patologías de las ciudades y sus riesgos, esos sectores han ido trasladándose con su bagage completo a esos límites externos. Se han repoblado esas zonas con sectores sociales distintos a los antiguos y con una arquitectura residencial y un urbanismo distinto. Se han ampliado las autovías, los transportes individuales y colectivos para dar servicio a esos nuevos pobladores y ello ha supuesto gastos elevados en infraestructuras, gastos energéticos, tiempos de desplazamiento, logística y patologías consecuentes, con interesantes costes de oportunidad. Por ejemplo, elevado número de víctimas, lesiones, costes sanitarios y pérdidas materiales por siniestros de tráfico.

Hay también propuestas de vuelta residencial al centro de la ciudad después de la expulsión de los sectores sociales primigenios hoy ya ancianos, de marginados, inmigrantes u ocupas. Esos procesos, derivados del inglés, de gentrificación han supuesto una inversión municipal para transformar espacios urbanos deteriorados y consecuencias para la población original. Sectores jóvenes de profesionales, intelectuales, artistas han utilizado esta opción para mantenerse en los antiguos centros urbanos y dotarlos de una vida distinta a la que tenían. 

madrid

Como en otras etapas históricas estos cambios residenciales en los espacios han sido promovidos y aprovechados por especuladores y constructores inmobiliarios. Sólo recordar al Marqués de Salamanca y sus actividades en la construcción del barrio que lleva su nombre en Madrid. Las ciudades se han rodeado de coronas exteriores de adosados con jardincito anterior, patio interior, barbacoa y en el mejor de los casos de su piscina. Las zonas elegidas también marcan diferencias. Los poderes municipales han participado, debido a sus directas competencias, en recalificaciones de terrenos de uso agrícola e industrial, calidad de los servicios municipales asignados y ello ha promovido un enriquecimiento especulativo masivo en todo el país y en la mayoría de los casos una urbanización irracional y desbordada, con objetivos más bien recaudadores y especulativos que planificados a largo plazo.

Las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC) han permitido sistemas de teletrabajo, limitados por ahora, a reducidos sectores de actividad económica y de población trabajadora, sectores muy concretos de autónomos, profesiones liberales y técnicos. Este sistema influye también en el funcionamiento y los posibles cambios de la gran ciudad. Sin embargo, la drástica irrupción de la pandemia del covid 19, ha extendido rápida y precipitadamente esta forma de trabajo, sin todavía haber abordado sus nuevas necesidades, en caso de establecerse masivamente (*).

Y luego están los grandes ricos. Ellos no tienen residencia fija. Dependen más del sistema fiscal de los lugares de sus múltiples residencias. Viajan constantemente por el mundo y no paran demasiado tiempo en lugares concretos. Sus vacaciones son como el chicle y se alargan a voluntad. Sus burgos son el planeta Tierra entero. Sus negocios no se circunscriben a una ciudad, a un país. Es el globo de su globalización. Su poder es paralelo a esa nueva dimensión del burgo y se extiende a todo el mundo. Tienen miles de trabajadores a su servicio, distribuidos por decenas de países y ejercen una influencia decisiva sobre los gobiernos.

Todo ello es indicativo de unos síntomas claros de crisis de la ciudad. Como sucede en los paradigmas científicos cuando entran en crisis, desde hace tiempo se está tratando de soportarla con teorías auxiliares que disimulen la crisis de fondo y alarguen ortopédicamente su vida.

Madrid actúa como un agujero negro que ha succionado masivamente a la población de sus coronas exteriores cada vez más distantes

La otra cara de la moneda es la despoblación masiva de decenas de antiguos pueblos y ciudades con una vida activa histórica. Se cumplen las previsiones de los análisis de economía espacial de Perpiñá Grau (5), con una distribución poblacional en nuestro país del tipo centro periferia. Entre la isla central de Madrid y las periferias cantábricas, mediterráneas, y del sur, existe un vacío que se acelera dramáticamente. Toda la zona oeste queda incluida en este vaciamiento poblacional, con lo que se trata de una corona incompleta en un amplio segmento occidental. Madrid actúa como un agujero negro que ha succionado masivamente a la población de sus coronas exteriores cada vez más distantes, dejando un vacío económico y cultural con graves desequilibrios y consecuencias peligrosas.

Las capacidades de la Gran Ciudad ante las amenazas exteriores, hoy

La construcción social del burgo tiene bastante que ver con la seguridad de un espacio en donde las actividades comerciales, productivas, sociales y políticas no estuvieran sujetas a un riesgo permanente de asaltos, robos, crímenes, que eran habituales en el entorno rural, “protegidos” únicamente por el señor feudal correspondiente, que a la vez sometía a razzias, levas, derechos feudales y demás tributos arbitrarios, a sus siervos. El burgo permitía la tranquilidad, la estabilidad y la seguridad necesaria para el desenvolvimiento de la vida diaria, del comercio, de los negocios y la actividad artesanal. Por eso los burgos fueron atrayendo crecientemente a la población, incluyendo parte de los campesinos que se arremolinaron entorno a sus murallas. Esa seguridad y el funcionamiento de las instituciones locales se financiaba con impuestos: portazgos, que se cobraban en las antiguas puertas y en las ferias y mercados interiores.

Antes de la pandemia actual algunos sectores ya venían planteando lo imprescindible de una transformación radical de la ciudad. Sin embargo los intereses económicos tradicionales no estaban dispuestos a perder la rentabilidad de sus inversiones, basadas en actividades prescindibles para el ser humano o que empezaban a estar obsoletas, pero a las que todavía se podía extraer resultados, aunque los beneficios marginales fueran descendiendo y gracias a que el conjunto de los ciudadanos pagamos la externalización de los costes. Los costes y los riesgos de la gran ciudad eran crecientes en relación a los beneficios y ventajas que aportaba al ciudadano medio.

Ese crecimiento lento de los riesgos y costes de la gran ciudad sobre sus ventajas se ha visto además golpeado por impactos puntuales graves que en la gran ciudad multiplican sus efectos.

El 11-S en NY supuso no sólo un hecho grave por su intensidad y extensión, en victimas humanas y daños materiales, sino también por las secuelas permanentes en las medidas de seguridad que siguen afectando a millones de ciudadanos, instituciones, países y condiciones de vida, tráficos comerciales, etc. La causa en este caso fue una única acción terrorista.

Los casos de las patologías provocadas por el consumo de vacuno procedente de Inglaterra y la llamada gripe aviar con origen asiático, fueron dos fenómenos que crearon miedo y amplia incertidumbre sobre la posible población afectable y afectada y sus consecuencias. En estos casos se trataba de riesgos biológicos y alimenticios. Sus resultados fueron graves y se modificaron los sistemas de control. La producción y consumo masivo y la enorme distancia entre el productor y el consumidor unido a las distintas medidas establecidas por normativas diferentes facilitan este tipo de riesgos. De nuevo la gran ciudad es más frágil ante situaciones de este tipo.

Anteriormente, los siniestros de Harrisburg, Chernóbil y más tarde el terremoto de Japón de 2011, con sus efectos en la Central Nuclear de Fukushima, pusieron en cuestión las garantías de seguridad para los ciudadanos en países con elevado nivel científico y tecnológico.

Es cierto que por razones evidentes de riesgo catastrófico, algunos de estos siniestros se han producido lejos de grandes ciudades, evitando así efectos más graves de los que al final se han producido, siendo éstos, a pesar de ello, graves y extensos.

Precisamente eso demuestra las medidas de precaución que para la gran ciudad se toman en algunos riesgos. De no ser así, en la gran ciudad se multiplicarían sus efectos. De nuevo nos enfrentamos a la fragilidad actual de la gran ciudad. Ya no es la forma más adecuada de afrontar, como lo fue en sus orígenes, los actuales riesgos.

Esa excesiva fragilidad pone en cuestión su vigencia hoy. A pesar de ello se ha recurrido sucesivamente a medidas correctoras para ir evitando riesgos medios. Se han ido desarrollando a lo largo del tiempo, medidas político-administrativas, estableciendo normas de salubridad local, que han supuesto el traslado de actividades industriales insalubres, tóxicas, peligrosas, antes localizadas en núcleos urbanos, a sucesivas coronas periféricas cada vez más alejadas. Se han transferido los riesgos a zonas más despobladas en coronas cada vez más alejadas del centro de la gran ciudad.

En muy pocas ciudades esta actuación de los poderes municipales o regionales ha impedido o reducido posibles resultados graves para los ciudadanos y ha contribuido a construir una ciudad distinta y nueva adaptándola permanentemente a la vida de los mismos.

Para ello es imprescindible que la ciudad sea abarcable para el ser humano, esté a su servicio. La dimensión, el urbanismo, la organización de los servicios básicos cercanos al ciudadano, la movilidad, etc., deben adaptarse a la escala humana y tener en cuenta las distintas capacidades de esos ciudadanos. Eso exige imprescindiblemente que los poderes de decisión vuelvan al ciudadano y someter a los minoritarios poderes privados a las colectivas necesidades públicas.


(*) Según información de TVE el 8/05/2020, el número de trabajadores, que han realizado su actividad mediante teletrabajo, se ha multiplicado por siete, respecto a la situación anterior a la declaración del estado de alarma.

(1) Juan I. Ruiz de la Peña. 2001. La ciudad, marco de renovación de la sociedad europea medieval. Nájera. Primer  Seminario de Estudios Medievales. 
(2) La Ciudad tiene una historia mucho más larga que el burgo. Este se inicia en Occidente sobre los siglos XI-XII, como ciudad característica de la Edad Moderna y de la incipiente burguesía. Lewis Mumford. La ciudad en la Historia. 1961.
(3) David Harvey. Paris , capital de la modernidad. Ediciones Akal. 2008
(4) Dictamen de la Academia médico-práctica de la ciudad de Barcelona. 1784. Biblioteca virtual del Patrimonio Bibliográfico. Ministerio de Cultura.
Philip Hauser. Estudios médico-topográficos de Sevilla. 1882. Madrid desde el punto de vista médico social. 1902.
P. Felipe Monlau. Elementos de Higiene Pública. Hacia mediados del S.XIX.
(5) Ramón Perpiñá Grau. Corología. Teoría estructural y estructurante de la población en España. 1954.

La ciudad del futuro y la próxima catástrofe