jueves. 28.03.2024
resiliencia covid 2021

Desde la psicología positiva se reconoce que el ser humano tiene una remarcable capacidad de adaptarse, de encontrar sentido y de crecimiento personal ante las experiencias traumáticas más terribles, capacidad que ha sido ignorada e inexplicada por la psicología durante muchos años.

La resiliencia se ha definido como la capacidad de una persona o grupo para seguir proyectándose en el futuro a pesar de acontecimientos desestabilizadores, de condiciones de vida difíciles y de traumas a veces graves. La resiliencia es una respuesta común y su aparición no indica patología, sino un ajuste saludable a la adversidad. La resiliencia se sitúa en una corriente de psicología positiva y dinámica de fomento de la salud mental y parece una realidad confirmada por el testimonio de muchísimas personas que, aun habiendo vivido una situación traumática han conseguido encajarlas y seguir desenvolviéndose y viviendo, incluso, a menudo en un nivel superior, como si el trauma vivido y asumido hubiera desarrollado en ellos recursos latentes e insospechados. La resiliencia no es absoluta ni se adquiere de una vez para siempre, es una capacidad que resulta de un proceso dinámico y evolutivo que varía según las circunstancias, la naturaleza del trauma, el contexto y la etapa de la vida y que puede expresarse de muy diferentes maneras en diferentes culturas. La resiliencia es un proceso, un devenir, de forma que no es tanto la persona la que es resiliente, como su evolución y su proceso de vertebración de su propia historia vital. Las personas resilientes poseen tres características principales: saben aceptar la realidad tal y como es; tienen una profunda creencia en que la vida tiene sentido; y tienen una inquebrantable capacidad para mejorar.

Además, presentan las siguientes habilidades: Identifican de manera precisa las causas de los problemas para impedir que vuelvan a repetirse en el futuro. Son capaces de controlar sus emociones, sobre todo ante la adversidad y pueden permanecer centrados en situaciones de crisis. Saben controlar sus impulsos y su conducta en situaciones de alta presión. Tienen un optimismo realista. Es decir, piensan que las cosas pueden ir bien, tienen una visión positiva del futuro y piensan que pueden controlar el curso de sus vidas, pero sin dejarse llevar por la irrealidad o las fantasías. Se consideran competentes y confían en sus propias capacidades. Son empáticos, es decir, tienen una buena capacidad para leer las emociones de los demás y conectar con ellas.

Quizás el miedo a morir sea el efecto que se asocia más directamente a las enfermedades epidémicas

Quizás el miedo a morir sea el efecto que se asocia más directamente a las enfermedades epidémicas. Las epidemias son acontecimientos multifacéticos. Aluden al temor y a la súbita muerte de los individuos y, a diferencia de otro género o manifestaciones de la enfermedad, poseen un claro acotamiento temporal, son episódicos. Las epidemias inician en un momento particular y proceden o permanecen en escena durante un periodo limitado, revelando e incrementando las tensiones, desatando un ambiente de crisis individual y colectiva, transitando súbitamente hacia un final

La resiliencia se activa ante el sufrimiento, el trauma o ante una pandemia, como la del COVID 19, encontrando un sentido al sufrimiento y estando acompañado de un entorno familiar cálido, una red de amigos/as o figuras significativas en quien confiar.

Desde el modelo de la resiliencia en la COVID 19, y en el comienzo de la nueva realidad, sería necesario dentro de la resiliencia comunitaria: Mantenerse activos, reflexivos y sabiendo cómo comportarnos con el entorno. Facilitar la cohesión familiar, manteniendo roles, jerarquías y límites. Disponer de apoyo externo (tutor de resiliencia): profesores, familiares o amigos significativos, y de instituciones o grupos: escuelas, servicios de salud, servicios sociales, congregaciones religiosas u otras ONG. Por otro lado, en la resiliencja personal sería recomendable abandonar factores de riesgo que influyen en caso de infección por COVID, como el tabaco, la obesidad, la comida basura o la falta de actividad física. Potenciar las capacidades intelectuales frente a la adversidad

Como conclusión podríamos decir que deberíamos cambiar las creencias culturales arraigadas en nuestras sociedades, modificando la creencia de que a una experiencia traumática sólo sigue el dolor y la angustia y aceptando el hecho de que emociones positivas, aprendizaje y beneficio son también consecuencias de este tipo de experiencias.

Por último, compartir este pensamiento de Víctor Frankl: “cuando ya no somos capaces de cambiar una situación, nos enfrentamos al reto de cambiar nosotros mismos.

Resiliencia y pandemia covid: un análisis en positivo para la nueva realidad