viernes. 29.03.2024
neoliberalismo
Imagen de archivo.

En su libro “El eclipse de la fraternidad” (i), el catedrático de filosofía de las ciencias sociales y morales en la Universidad de Barcelona, Antoni Domènech, advierte justamente de la pérdida de los tres principios esenciales de la Revolución francesa. Pérdida de la que, como también recuerda César Rendueles en el prólogo de este mismo libro, tampoco es ajena la izquierda, asumiendo ésta “la meritocracia como un objetivo progresista”, y en consecuencia, la extensión a todas las capas de la sociedad de la llamada “igualdad de oportunidades” (ii). Cabría preguntarnos por el sentido de esta locución: ¿Igualdad para quién? ¿Para todos? ¿Bajo qué premisas? ¿En qué condiciones? ¿Se produce de manera efectiva en todos los ámbitos? ¿Qué entendemos por “oportunidades“? ¿Qué queda de la igualdad como objetivo colectivo que preconizaba la Revolución de 1790? Es más: ¿entendemos hoy la igualdad como objetivo moral o más bien como punto de partida?

Del mismo modo, la fraternidad entendida por los revolucionarios como vínculo social solidario sobre la base de un sistema de compromisos entre colectivos, hoy ha desaparecido en buena parte de nuestras sociedades democráticas desarrolladas, y la izquierda ha desalojado el término de su léxico, quedando para los clubes deportivos o para las sociedades benéficas. No obstante, algunos sociólogos como Zygmunt Bauman (iii) se han ocupado en los últimos años de estudiar el fenómeno de la decadencia o desaparición de muchas de las relaciones sociales.

Por lo que respecta a la libertad, el neoliberalismo llegó a transformarla en “libertad de mercado“, de suerte que las cotas de libertad se miden por la capacidad de acceder al mercado, sea en el plano macroeconómico de los países o en el aspecto personal respecto de la “libertad“ individual de comprar cualquier producto. Libertad de mercado que en nuestra sociedad altamente digitalizada se ha transformado en lo que Rendueles denomina “capitalismo de plataforma, de suerte que cualquiera es “libre“ de crear empresas on line cuyas transacciones se hacen a través del comercio electrónico.

Las sociedades de regímenes democráticos no autoritarios tampoco se libran de las derivas autoritarias

Así, las sociedades de regímenes democráticos no autoritarios tampoco se libran de las derivas autoritarias. Derivas cuya causa principal, en la que coinciden muchos analistas, es el capitalismo y su variante posmoderna, el neoliberalismo, es decir, el modelo productivo impuesto por los grandes oligopolios internacionales y sus instituciones financieras (FMI, Banco Mundial, G20, OCDE). Estas sociedades se rigen también por un dogma, el del dinero y el del mercado como Dios todopoderoso, la adoración al Becerro de oro que, entre otros muchos, reprodujo magistralmente Tintoretto en el lienzo que contemplamos en la iglesia venecina de la Madonna dell’Orto. Países democráticos no autoritarios como Chile o Ecuador han sufrido recientemente el terrorismo de sus respectivos Estados provocando decenas de muertos cuando sus ciudadanos se han rebelado contra las abrumadoras desigualdades. En nuestro país, la conocida como “Ley mordaza“, del entonces Gobierno Rajoy, reprimió sin cortapisas derechos y libertades conquistadas y consolidadas tras largos años de luchas, como las libertades de expresión, reunión o manifestación.

Para el mercado, todo son libertades: libertad de circulación de mercancías; libertad de compra-venta; libre circulación del euro en la UE, etc. Para las personas, en cambio, las libertades están mucho más restringidas si se trata de inmigrantes en busca de una vida mejor.

Como en las sociedades autoritarias, las que no lo son –al menos sobre el papel de una Constitución democráticamente refrendada- ocultan también una parte de su discurso neoliberal: así, en la publicidad de las marcas comerciales de muchos alimentos envasados no se dice toda la verdad acerca de sus supuestos “beneficios“, por ejemplo, los azúcares, aditivos, conservantes, saborizantes, colorantes o grasas que contienen, ocultando los verdaderos perjuicios para la salud, y ensalzando, por el contrario, las grandes ventajas de su consumo, aunque muchas de ellas no sean tales, como hacernos “más sanos, más jóvenes, más delgados“, en definitiva, “más felices. Las verdades del capitalismo, como las de cualquier credo, también son infalibles, y en países capitalistas autoritarios, son, además, incuestionables e irrefutables, salvo multa, cárcel, cuando no pena de muerte, según qué casos.


(i) Domènech, A.: El eclipse de la fraternidad. Una revisión republicana de la tradición socialista. Akal, 2019
(ii) Rendueles, C.: Ibid, pról., p. 6
(iii) Bauman, Z.: Modernidad líquida. FCE, 2016

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