viernes. 29.03.2024
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La educación pública española ha perdido 10.000 docentes al año desde la llegada al gobierno del PP. La caída de empleo ha afectado especialmente al profesorado fijo, funcionariado de carrera

“Maestros  y profesores reciben elogios, la cursilería de los discursos que exaltan la abnegada labor de los apóstoles de la docencias que amorosamente moldean con sus manos la arcilla de las nuevas generaciones; y además, reciben salarios que se ven con lupa.” Estas palabras de Eduardo Galeano pertenecen  a su libro Patas arribas. La escuela del Mundo al revés, cuya primera edición es de 2005. Galeano se refiere  a la enseñanza pública latinoamericana, y a la situación de la profesión docente, pero en la actualidad sería aplicable a otros muchos países de otros tantos continentes, como ponen de manifiesto los numerosos estudios existentes que cada año se dan cita el 5 de octubre Día Mundial de los y las Docentes.

La profesión docente se encuentra ante una paradoja. Por un lado son muchas las investigaciones que indican cómo la calidad de la educación depende en gran medida de la calidad de los y las docentes. Por otro lado, los gobiernos toman decisiones políticas que provocan la precariedad laboral y profesional del colectivo docente; se aplican medidas que debilitan los saberes profesionales; y se hacen manifestaciones públicas por parte de los responsables políticos que desmoralizan al profesorado, intensificando el corporativismo, y minan su imagen ante la sociedad.

En muchos países del mundo, España no es ajena a esta tendencia, se está produciendo una proletarización de la profesión  docente. El caso español es ilustrativo;  en la actualidad el 28,61% del empleo docente público está ocupado por personal interino y el número de funcionarios de carrera ha disminuido casi un 10%. A esta situación hay que sumar los recortes salariales y la pérdida de derechos sociolaborales.

Las investigaciones disponibles muestran que hay un gran malestar docente relacionado con algunos factores importantes:

  • El exceso de alumnos y alumnas por escuela y aula. En el caso español, como consecuencia de los recortes de plantillas y los recortes en infraestructuras como la creación de nuevos centros escolares.
  • El recortes de plantillas y la falta de perfiles profesionales de apoyo a la docencia. El caso español es emblemático. La educación pública española ha perdido 10.000 docentes al año desde la llegada al gobierno del PP. La caída de empleo ha afectado especialmente al profesorado fijo, funcionariado de carrera. En concreto en el período 2011-2016 se han destruido más de 41.000 plazas fijas, debido a la política de duros recortes ejecutadas por el PP. Como consecuencia, la ampliación de la jornada lectiva docente y otras medidas antisociales que han deteriorado  las condiciones de trabajo del profesorado.
  • La inestabilidad de los equipos docentes, la carencia de claridad y la injusticia a la hora de aplicar las reglas.
  • La jerarquización en la escuela. Donde el equipo docente y la Administración se comunican y trabajan conjuntamente para planificar y resolver problemas, el estado de ánimo de los y las docentes es mucho mejor y hay menos desorden.
  • El aislamiento del profesorado, especialmente del profesorado nuevo, que a menudo se tiene que encargar de las tareas más difíciles en una escuela.
  • La falta de recursos para abordar situaciones personales o sociales complejas.
  • La gran diversidad en las aulas, y la distribución segregada  por origen social y según el nivel de aptitud.
  • Los bajos salarios y los recortes de los derechos sociales y laborales.
  • La falta de reconocimiento de las enfermedades profesionales derivadas de los riesgos psicosociales.
  • La falta de negociación colectica real y efectiva. La normativa actual no la respeta en muchos países, incluido España. El profesorado tiene que tener capacidad para influir  en sus propias condiciones profesionales, en la organización del trabajo, y por lo tanto, en las del sistema y la programación educativa.
  • El acceso cada vez más restringido a una formación continua gratuita y de calidad.

Según Juan Carlos Tedesco, La educación en el horizonte 2020 Fundación Santillana Madrid 2009, “el deterioro de la profesión docente está asociado a otras variables culturales vinculadas a la aparición de nuevos agentes de socialización y de cambio en os procesos de transmisión cultural que se ha producido en la sociedad”. El fuerte impacto de los medios de comunicación de masas, y el enorme potencial de las TIC para transmitir información y adquirir conocimientos sitúan la escuela y al profesorado casi en un lugar subalterno.

La disociación que se produce entre la teoría pedagógica (expertos), la práctica educativa (docentes) y la toma de decisiones políticas (gobiernos) provoca que el sistema educativo no esté blindado ante los vaivenes políticos, económicos y culturales. “La docencia –escribe Tedesco, Obra citada, debe ser de las pocas profesiones, tal vez la única, donde existe una distancia tan significativa entre los contenidos de la formación y las exigencias para el desempeño”.

El vínculo, tan de moda, entre el trabajo docente y los resultados académicos del alumnado, somete a la profesión docente a la presión de una eficacia, quizás mal entendida, que termina desvirtuando el sentido de la docencia convirtiéndola en una preparatoria para hacer frente  a pruebas externas estandarizadas. En España la LOMCE, ley orgánica de educación, es un ejemplo de cómo el profesorado se puede convertir es un mero instructor de niños, niñas y jóvenes cuyo fin último es examinarlos de pruebas de fin de curso, de etapas y de nivel. Un despropósito pedagógico, económico y cultural.

Es innegable que existe relación entre la calidad de los procesos de aprendizaje del alumnado y la calidad de la docencia, pero no existen argumentos sólidos para concluir que el ciento por cien de la responsabilidad de los resultados escolares se localizan en el desempeño de la profesión docente.

Reconstruir la profesión docente es un reto muy importante. La necesidad de su reconstrucción es una tarea permanente que en la actualidad se desenvuelve en un escenario inestable, complejo y francamente desfavorable. El reto está en responder a la pregunta qué profesionalidad docente necesita la sociedad del conocimiento y de la tecnología más avanzada.

Desde una nueva perspectiva el docente debe ser un profesional poseedor de un saber sobre los medios  de la educación y el aprendizaje, pero desde una perspectiva complementaria los y las docentes serán profesionales críticos. Según Emilio Tenti, “constructores de subjetividades conforme a proyectos políticos que transcienden su identidad técnica. Desde esta perspectiva, el docente sería un agente clave en los procesos de construcción de una sociedad más justa, libre y democrática. Para cumplir está función social que los transciende deben estar en condiciones de ejercer un control colectivo sobre el sentido, los objetivos  y contenidos de su trabajo. En este sentido estricto no serían funcionario y funcionarias, sino intelectuales capaces de cooperar en la distribución de ese capital estratégico en las sociedades contemporáneas, que es el conocimiento y la cultura en las nuevas generaciones.”

El reto de reconstruir la profesión docente tiene mucho que ver con el gran consenso social sobre el papel estratégico que tiene un sistema educativo público de calidad para un país. Y aquí no enfrentamos al reto de la confianza.

La sociedad en su conjunto. La comunidad educativa, agentes sociales, familias, administraciones públicas, entidades privadas deben transmitir confianza en el sistema educativo y en sus docentes. Una confianza que hay que construir día a día y preservar de los vaivenes políticos y económicos. Para el buen funcionamiento del sistema educativo público y de la profesión docente, la confianza es tan importante como en los sectores económicos y financieros.

Para el profesor Pedro Ravela, “No es posible educar en un contexto en el que las autoridades desconfían radicalmente de los docentes; los docentes desconfían de las autoridades educativas, sean del partido que sean; las familias desconfían de las escuelas a las que envían a sus hijos y de los docentes que están a su cargo; la opinión pública desconfía de las instituciones educativas en general”.


Pedro Badía | Secretario de Comunicación, Información y Cultura  | Federación de Enseñanza de CCOO

Reconstruir la profesión docente: Un reto para la sociedad del conocimiento