sábado. 20.04.2024
Alberto Garzón, ministro de Consumo.

Hace unos meses tuvimos conocimiento de un sistema de clasificación de alimentos llamado Nutriscore y conocido vulgarmente, como "semáforo nutritivo". Trata, este sistema, de clasificar a los alimentos por su contenido en nutrientes cuyo consumo prolongado puede ser perjudicial para la salud. Así, mediante un etiquetado adecuado, informa al consumidor sobre cada producto y sirve para incentivar un patrón de consumo más saludable ya que ayuda a combatir la obesidad y enfermedades crónicas vinculadas a la alimentación. Se implantó en Francia y se utiliza, además en Alemania y en otros cuatro países europeos.

Hasta lo dicho, todo suena bien. El problema es que, el jamón y el aceite de oliva salían muy mal paradas en este Nutriscore y, entre eso y que quien trataba de implantar este sistema en España era el ministro Garzón, el asunto tuvo cierta trascendencia negativa en la porción de opinión pública que tuvo acceso a esa información y que le gustan esos productos, especialmente, el jamón.

Naturalmente, la oposición adoptó el papel patriótico de defender el jamón acusando de inoportunidad y antiespañolismo al ministro Garzón y, este, tuvo que defenderse anunciando ciertas correcciones al sistema antes de aplicarlo en España.

No tengo datos de la evolución de ambos productos después de ese episodio pero, algunas personas más responsables, entre en las que me creo pertenecer, adoptamos una posición de cautela hasta nueva orden. ¿Comiendo menos jamón? Sí, pero procurando compensar con una mejor calidad el descenso de la cantidad, esperando que, al reducir la cantidad de nutrientes ingeridos, mejorase nuestra salud a la par que la satisfacción en nuestras papilas gustativas.

Como la ciencia, a pesar de lo que se cree, no tiene por que ser neutra, los baremos, normas, clasificaciones y toda clase de etiquetados, suelen/pueden responder a intereses de todo tipo. Se cuenta el chiste de la delegación de productores de espárragos que fueron al Vaticano para tratar de que la oración del "padrenuestro" hablara del "esparrago nuestro de cada día". Al rechazar el Vaticano la cuantiosa cifra que se les ofrecía, los esparragueros dijeron: "¡Hay que ver lo que deben haber pagado los panaderos!".

Algo parecido, saliendo del chiste y entrando en los territorios del bulo y la leyenda, se cuenta el apoyo del sector oleícola que pudo tener el profesor Grande Covián cuando cantó las excelencias del aceite de oliva en la dieta mediterránea. Pero, cierto o no, esta dieta mediterránea, y sus productos estrella como el jamón y el aceite de oliva, han hecho fortuna entre nosotros, españoles orgullosos de disfrutar de tan apetitosos productos.

Lo que no quita para que, si las últimas investigaciones en dietética nos ilustran sobre la peligrosidad potencial de ambos productos, cambiemos nuestra mediterránea dieta por otra cosa que salga bien puntuada en el semáforo nutricional.

¡Mira que si el Consejo Interterritorial termina prohibiendo el jamón y el aceite de oliva!

Lo que no me parece correcto es la incertidumbre, por lo que me pregunto, ¿Qué pasó con el jamón? ¿Se implantó el sistema Nutriscore en España? Lo pregunto desde la más absoluta irresponsabilidad de considerar este asunto más relevante, popularmente hablando, que la renovación del Consejo General del Poder Judicial, por ejemplo. ¡Mira que si el Consejo Interterritorial termina prohibiendo el jamón y el aceite de oliva!

No querría dejar de aportar mi opinión sobre la peligrosidad, si la hubiera, del jamón. Cosas mas peligrosas que esa existen y, sin embargo, son, no solo permitidas si no, incluso, salvadas de una crisis cuando se exceden en su comportamiento. ¿Alguien piensa que estoy hablando del sistema bancario, por ejemplo? Pues sí.

Y, por último, si alguien se pregunta, ¿qué hace éste ahora preocupándose por el jamón?, recuerde que estamos en tiempo de terrazas.

¿Qué pasó con el jamón?