lunes. 20.05.2024
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Los teóricos que estudian la psicología de la corrupción han focalizado el epicentro en los determinantes psicológicos sociales del comportamiento no ético, tales como la influencia de normas grupales, interacciones y dinámicas. Esto está bien justificado, dada la naturaleza social e interactiva de la corrupción, pero descuida los procesos mentales a nivel individual, tales como la toma de decisiones y el procesamiento de la información, los cuales también conducen a decisiones no éticas, es decir, los determinantes psicológicos individuales del comportamiento no ético.

Es de destacar el trabajo de “La psicología cognitiva de la corrupción” de Dupuy y Neset Para esta disciplina de la psicología, la cognitiva, es necesario para entender los procesos individuales de la toma de decisiones, incluida las decisiones corruptas, tener en cuenta todos los factores cognitivos que están implicados en el procesamiento de la información, tales como tiempo, capacidad mental y motivación.

En la primera lección de derecho político, en la Facultad de Derecho, se dice que el poder corrompe. Existen numerosos estudios acerca de la influencia del estatus social del poder y las percepciones sobre el riesgo.

Tener poder puede generar un exceso de confianza, mayor aceptación del riesgo y un enfoque hacia recompensas. Los estudios sobre los efectos del poder demuestran que los individuos que lo poseen realizan acciones egoístas. Los individuos están dispuestos a mentir con el objetivo de obtener un beneficio personal. En las organizaciones profesionales, algunos autores argumentan que la gente está dispuesta a mentir aun cuando los beneficios de mentir no son conocidos. Por otro lado, la probabilidad de mentir aumenta cuando el daño potencial es indirecto y se encuentra en declaraciones o acciones escritas, en lugar del directo cara a cara. La disposición de mentir ante beneficios desconocidos es potencialmente mayor en organizaciones donde el comportamiento no ético es fomentado, rutinario o, incluso recompensado.

Joan Báez dijo:” si no peleas para acabar con la corrupción y la podredumbre, acabarás formando parte de ella”

La percepción sobre el riesgo influye en la propensión individual a comportarse corruptamente. Por ejemplo, cuando se trata de corrupción, existe evidencia de que el riesgo pueden incitar a las mujeres a comportarse de una manera diferente al hombre, las mujeres tienen una mayor aversión al riesgo que los hombres, y están menos dispuestas a aceptar sobornos. Las mujeres tienen diferentes estándares morales que los hombres, y existe evidencia en experimentos de laboratorio de que son más propensas a castigar el comportamiento egoísta que los participantes hombres, aunque la evidencia es diversa. Algunos estudiosos del tema ponen en duda la explicación psicológica del género en la corrupción, argumentando que cualquier diferencia de género en el comportamiento corrupto es porque los hombres se encuentran en más interacciones propensas de corrupción. La literatura psicológica del poder demuestra que aquellos que tienen poder, son, generalmente más propensos a tomar riesgos. Aun así, la gente generalmente tiene aversión al riesgo y prefiere logros asegurados ante resultados inciertos. Si la corrupción es vista como un riesgo, debido a la probabilidad de ser descubierto y castigado, entonces la disposición de actuar corruptamente será baja.

Se sabe que tener una posición de poder parece cambiar los procesos cognitivos a través de los cuáles las personas son más propensas a comportase de manera no ética.

¿Como se puede ayudar desde la Psicología Política a prevenir estos comportamientos corruptos?. Los profesionales de esta disciplina pueden apoyar en la creación e implementación de medidas de integridad como son los códigos de conducta, lo que puede ayudar a recordar a los individuos con poder a actuar limpiamente, además de crear estándares claros y mínimos para el comportamiento ético. Los mecanismos de rendición de cuentas son necesarios para exigir a los individuos con poder a dar cuenta de los abusos de poder, y ayudar a prevenirlos desde el principio. Esto debería incluir medidas para prevenir que aquellos que están en una posición de poder acumulen riquezas materiales para beneficio personal. También ayuda las recompensas por comportamiento ético La teoría de las perspectivas nos da lecciones importantes sobre cuándo y por qué los individuos se encuentran más propensos a involucrarse en comportamientos de riesgo, como la corrupción. Paradójicamente, las campañas anticorrupción que buscan castigar a los malhechores pueden elevar los incentivos a actuar corruptamente si los individuos perciben que esas campañas potencialmente los ubicarán en una posición de pérdida. Esto podría elevar la tendencia de los individuos a ser corruptos para prevenir más pérdidas, tales como la pérdida de la posición o acceso a recursos. En lugar de eso, el éxito de las campañas anticorrupción punitivas puede depender de las reformas progresivas, preparando a las élites para pérdidas y permitiéndoles reducirlas y de la recompensa a la gente por comportarse éticamente, en lugar de sólo castigar el comportamiento no ético.

Por último, compartir esta reflexión de la mítica cantante para mi generación, Joan Báez:” si no peleas para acabar con la corrupción y la podredumbre, acabarás formando parte de ella”.

Psicología política (I): la corrupción