sábado. 20.04.2024
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Lo que paraliza a un país son las problemáticas de fondo. Lo que condena a toda comunidad es no enfrentarse a sus debilidades. La sociedad española tiene una cita al amanecer con sus deficiencias, básicamente su modelo educativo, su sistema de provisión de servicios sociales y su mercado de trabajo. Parecen problemáticas autónomas y así las tratamos, no lo son y por ello erramos, están interconectadas y resolver una no tiene sentido si no se conectan con el éxito de las otras. El fracaso también corre de una orilla a las otras, su suerte está encadenada.

La educación es un campo de batalla arrasado que nos ha llevado a aprobar hasta 8 leyes orgánicas sucesivas en los últimos 40 años. No es necesario abundar más por tanto en la imposibilidad de optimizar el sistema educativo contemplado éste como algo autónomo. La cuestión de los servicios sociales no llega siquiera al nivel de campo de debate, la provisión de servicios sociales se ha convertido en un recurso narrativo para tranquilizar la conciencia de la administración del estado en cuanto proveedor de recursos de última instancia, que nunca llega a cubrir realmente esta misión y se queda en un torpe blanqueador de las conciencias. La estructura del mercado de trabajo no podrá adecuarse a los fines propios de este mercado, proveer de capacidad de transformación y creación de riqueza justamente distribuida, hasta que no sobrepasemos la cuestión de las modalidades de contrataciones y abordemos en un todo integrado los mecanismos de ingreso, promoción y mejora una vez insertos.

Creo que la clave resolutiva de la cadena se encuentra en el mercado de trabajo, el gran mecano que relaciona la potencia del trabajo con las aportaciones del capital y el impulso que a ello impele el talento y los conocimientos acumulados. Si adquirimos conciencia de la extraordinaria criticidad del mercado de trabajo y de lo extremadamente expuesto que se halla a los desajustes, entonces quizás seamos capaces de ordenar la educación y la provisión de servicios sociales (incluidos los sanitarios) de modo que faciliten la fluidez del mercado de trabajo. Desde luego que sería imprescindible introducir medidas correctoras para evitar las desviaciones antidemocráticas y desequilibrios que se han instalado en su seno. Esto no es complicado, basta derogar la reforma laboral de Rajoy y reintroducir la negociación colectiva como instrumento de gestión de conflictos y de organización de los intereses de las partes.

Son las orejas del lobo que algunos se niegan a reconocer porque es un problema complejo que solo se puede abordar con más educación, más servicios sociales, más fortaleza institucional, más pluralidad y por tanto más democracia

Es un reto, pero nada comparado con comenzar a repensar nuestro sistema educativo, social-sanitario y  propiamente laboral como un todo integrado. Y tenemos que hacerlo, renunciar por unas u otras circunstancias, sean ideológicas, sean de aprovechamiento de la situación de poder, nos lleva al desastre o muy cerca de él, a asumir políticas elaboradas por otros en otros contextos que con el tiempo habrán de implantarse aquí por una cuestión de homogenización estructural.

Lo que se percibe por ahí, levantando la mirada sobre estupideces xenófobas o euroescépticas, es el comienzo de una lucha para atraer y retener trabajadores cualificados. Parece que no basta con generar buenas prácticas formativas profesionales, ello ayuda sin duda, pero el reto de verdad es resultar una sociedad atractiva para que personas dotadas para desarrollar las capacidades apetecidas, deseen instalarse aquí en lugar de ir a otro lugar. Y no estoy hablando de competir por ingenieros ni por técnicos stem (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas), si no de personas con capacidades cruzadas de ésas habilidades técnicas con otras que pueden engarzarse en estrategias productivas con un alto contenido inmaterial, abstractas en su construcción y distribuidas de manera no lineal. No todo en el futuro es ingeniería, más bien es resultado del apasionamiento por producir cosas bellas, buenas y útiles. Dar protagonismo a la creatividad es una forma de buscarlo. Esto no se consigue con un mercado de trabajo como el español, por mucho que mejores las condiciones de contratación.

No es un problema exclusivamente nuestro, los países que acogen grandes centros de producción ya han advertido esa lucha del futuro, están viendo las orejas al lobo: cómo hacerse con recursos declinantes, personas motivas y animosas para protagonizar el tercer milenio. China y su desacomplejado modelo endogámico apuesta por el fomento de la natalidad con la protección al tercer hijo en cada familia. USA desmonta la descabellada política migratoria de Trump y lanza a la vicepresidenta a recomponer el pasillo del tránsito principal de recursos para poblar el mercado de trabajo. Harris sabe que la mitad de las 500 empresas más importantes del país han sido fundadas por inmigrantes o su descendencia. El Reino Unido comienza a sufrir una presión salarial que solo se puede explicar por la falta de trabajadores, no por los incrementos de productividad asociada al Brexit. Pero también Alemania, consumido su periodo de gracia para la regularización de migrantes de oriente medio, comienza a tener lagunas extraordinarias en materias de sanidad, educación y cuidados. Las equivocas estadísticas de paro y empleo en España son otra forma de alarma sobre lo que está a la vuelta de la esquina.

Son las orejas del lobo que algunos se niegan a reconocer porque es un problema complejo que solo se puede abordar con más educación, más servicios sociales, más fortaleza institucional, más pluralidad y por tanto más democracia. Prefieren resguardarse en eslóganes racistas, ultra católicos o privatizadores que no resuelven nada, pero te garantizas el derecho de oponerte. ¡Insensatos!

Pues aquí están las orejas del lobo