jueves. 28.03.2024
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Umberto Eco Bisio

Todos alguna vez hemos creído o hemos manifestado simpatía por alguna teoría conspirativa. Son atractivas, coherentes, y sobre todo, nos ofrecen una alternativa al caos en el que se sume el mundo globalizado. Sin embargo, al apoyar una teoría de la conspiración, rara vez pensamos que estamos posicionándonos políticamente. Las conspiraciones tienen que ver con otra cosa, con una realidad oculta, pero no con el mundo de la ideología.

Nada más lejos de la realidad. Las teorías de la conspiración no solo tienen matices políticos, sino que profundamente conectadas con la narrativa del enemigo común. En todas hay un sujeto malvado que nos ha mantenido engañados y coartados mediante el miedo, y en todas se insta a la movilización contra ese enemigo que nos perjudica a todos.

Esto no es algo nuevo, sino que lleva sucediendo mucho, mucho tiempo en el mundo masificado. Antes del ascenso de Hitler, en Alemania se tejían poco a poco los cimientos de la ariosofia, un conjunto de teorías que fundamentaban la superioridad de la raza aria. Una de esas teorías, la llamada teoría intraterrestre, asegura que la raza aria se originó aparte de todas las demás razas, en un continente aparte, la Atlántida. Esta serie de ideas no pararon aquí. Después de la caída del nazismo surge el conocido Plan Kalergi, que denuncia una conspiración mundial contra la raza blanca por medio del mestizaje.

Así, las teorías negacionistas y conspiranoicas son altamente beneficiosas para la actual ultraderecha

Hay otros muchos ejemplos. Al nacionalcatolicismo español se le asociaba la teoría judeomasónica comunista internacional. En ella, los comunistas y los judíos tenían un plan para dominar el mundo. Incluso después de la caída de los fascismos del siglo XX, durante la guerra fría, la histeria contra el comunismo en Estados Unidos llevó al Macartismo. El senador de Wisconsin de por entonces afirmó la existencia de una conspiración comunista en el departamento de estado, dando como resultado un comportamiento paranoico ante el comunismo en la población estadounidense.

En definitiva, todos los movimientos ideológicos reaccionarios que tienen una pretensión masiva van asociados a un conjunto de teorías conspirativas. Estas teorías dan un motivo superior por el que afiliarse a un determinado movimiento. No se trata de decir abiertamente "queremos exterminar a todo aquel que no sea blanco", sino más bien, "hay motivos que te demuestran que los blancos estamos en peligro".

Actualmente, en medio de la primera pandemia mundial mediatizada de la historia, la conspiración ha surgido con una potencia similar a los ejemplos antes mencionados. Algunas de las teorías mencionan un virus originado en laboratorios comunistas chinos para cambiar el orden mundial. Otras mencionan un plan malvado que tiene como objetivo introducirnos un microchip de geolocalización mediante 5G. En general, la conspiración actual recae en denunciar que todo lo que está sucediendo estaba dentro de lo previsto, en un malvado plan para robarnos la poca libertad y derechos que poseemos.

No es extraño observar cómo estas nuevas teorías de la conspiración se asocian a partidos y movimientos de ultraderecha. El fascismo necesita de una propaganda masiva que haga temblar la seguridad de la población en las instituciones, y, además, esa propaganda debe huir de cualquier crítica orientada al cuestionamiento de la propiedad o de la clase social.

Así, las teorías negacionistas y conspiranoicas son altamente beneficiosas para la actual ultraderecha. Por una parte, una gran masa de población va a acompañar e incluso liderar manifestaciones, altercados y disturbios fascistas, independientemente de que se sientan completamente identificados con sus proclamas. Por otra parte, las teorías están lo suficientemente alejadas de cualquier crítica social como para despertar conciencia de clase en sus seguidores. El negacionista deja de quejarse por su precariedad laboral o por su falta de recursos a la hora de adquirir una vivienda de calidad. Ahora su objeto de lucha es un enemigo abstracto que domina las instituciones y lo lleva a la miseria.

Cualquier lector puede comprobar este fuerte vínculo entre la ultraderecha y la teoría de la conspiración a través de los canales de información con los que se viralizan. Allí encontrará discursos que versan sobre la reestructuración del mundo, sobre la creación de un hombre nuevo, o sobre como huir de un plan macabro del orden mundial para implantar el comunismo y la “ideología de género”. Teorías para todos los gustos, siempre conectadas por los mismos símbolos, y siempre enfocadas a la sustracción del poder.

Es complicado y costoso asumir el caos y la desorganización que viven nuestras sociedades en situación de emergencia sanitaria. Ni siquiera un análisis exhaustivo puede proporcionarnos respuestas tranquilizadoras. Sin embargo, el pánico que sufrimos ante la incertidumbre puede provocar una caída en masa hacia el oscuro precipicio de la conspiración, donde no generamos más que relaciones entre sucesos para apaciguar a nuestra pobre razón histérica. En ese precipicio, otorgamos poder a aquellos que lo ansían.

Umberto Eco decía en su novela El péndulo de Foucault: "El que sucumbe ante una conspiración cósmica no tiene por qué avergonzarse. No es un cobarde, es un mártir."

El pánico a la incertidumbre: el conspiranoico como mártir