martes. 19.03.2024
Negacionistas de la pandemia

En medio de una crisis sanitaria en la que ya han muerto más de tres millones de personas, es frecuente encontrarse con alguien a quien conoces y hace tiempo que no ves, alguien a quien siempre tuviste por una persona sensata y que apenas saludarte intenta intoxicarte con sus delirios. Y es que todos los negacionistas actúan según un mismo patrón. Suelen comenzar con un cordial “caray, cuanto tiempo sin vernos”, y tras preguntar por la familia y por cómo nos van las cosas, sueltan una pequeña broma acerca de la pandemia y lo duro que se nos hace llevarla. Luego deslizan alguna crítica al gobierno (o a la oposición, o a todos), y poco a poco van calentando motores diciendo que estar hartos de las mentiras con las que nos manipulan. De entrada, la actitud de estos individuos es serena y se muestran con el impostado aplomo de quien está en posesión de la verdad y a quien nadie puede engañar porque ellos saben lo que sucede y quienes mueven los hilos. 

Suelen comenzar su discurso hablando de un misterioso clan de millonarios y poderosos de todo el mundo que han financiado la creación de un virus (el responsable del Covid-19) con la intención de instauran un Nuevo Orden Mundial. Las veces que me he encontrado con una de estas personas he hecho el esfuerzo de escucharles con incómoda paciencia hasta que encuentro el momento propicio para cambiar de tema, ya que entrar en debate con un fanático es tarea estéril. Sin embargo, ese viejo amigo al que hace tiempo que no veía, suele siempre venir cargado de información “de muy buena fuente”, no puede reprimir su verborrea, y cuando intento recordar aquella anécdota de la Universidad que tanto nos hizo reír, hace oídos sordos y despliega una teoría según la cual todos los ciudadanos del mundo estamos siendo manipulados por las mentiras que difunden los medios de comunicación en base a un contubernio manejado por los gobiernos, el gran capital, la industria farmacéutica, y hasta científicos de reconocido prestigio. 

Conforme se le calienta la boca, ese amigo al que hace años no veíamos, nos asegura que lo que más le preocupa en este momento es que las vacunas —“lo sé de buena fuente”— llevan incorporado una especie de nanobot programado para interferir en nuestro ADN y hacernos enfermar. Una vez surge el tema ‘vacunas’, el negacionista estándar suele aprovechar para informarnos que un médico amigo suyo —“seguro que lo conoces, pero no te pudo decir quién es”— le ha dicho que cuando nos hacen pruebas diagnósticas en los hospitales, aprovechan para insertarnos un chip que nos controla el pensamiento a través de la tecnología 5G. El objetivo —siempre según nuestro amigo— es enviarnos órdenes coercitivas, por ejemplo que sintamos la necesidad de vacunarnos. 

«Yo no me vacunaré jamás, ya pueden esperarme sentados y con la jeringuilla en la mano el tiempo que les dé la gana, te aseguro que les saldrán almorranas antes de verme llegar a un vacunódromo haciendo cola como si fuera a entrar en un barracón de Auschwitz ». Esta es una frase textual que hace un par de semanas me dijo un médico (no lo conocía de nada) después de hacerme un reconocimiento para renovar el carnet de conducir. Doy mi palabra de honor que es cierto lo que acabo de transcribir.

Conforme avance en su exposición, nuestro viejo amigo y nuevo negacionista enfatizará  en esa contubernio conspiranoico de que todo lo referente al coronavirus es una gran mentira, ideada y consumada por una élite de poderosos para controlar —aun más— a la humanidad. Si se nos ocurriera preguntar por la identidad de esos malvados responsables del tinglado, es muy probable que escuchemos tres nombres: Bill Gates, George Soros y la familia Rockefeller.

Como despedida, recomendaría al lector que si alguna vez se encuentra en un brete similar, simule que el móvil ha vibrado en su bolsillo, lo saque, mire la pantalla como si estuviera leyendo y diga algo parecido a “lo siento pero es una emergencia y tengo que irme....”. Es muy probable que al iniciar la escapada, escuchemos a nuestro amigo lanzar una advertencia de despedida del estilo: “Estáis abducidos, no abrís los ojos a la realidad porque os han atontado con tapabocas que os dejan el cerebro sin oxígeno. Hazme caso amigo, no les sigas el juego, no te vacunes”.

Cuando te aborda un negacionista y te suelta su discurso