viernes. 19.04.2024
MIGUEL ÁNGEL RODRÍGUEZ ARIAS

Niños perdidos A, niños perdidos B

El caso de las desapariciones forzadas infantiles durante el franquismo parece haber terminado de eclosionar en estas últimas semanas. Pero lo ha hecho de un modo muy particular. Tanto que lamentablemente ni se le llama ni considera así.

Esas madres, esos niños, esas familias, son víctimas, directas e indirectas, de crímenes contra la humanidadMal que nos pese parece que tras todas las investigaciones y todas las denuncias, seguimos muy lejos de “argentinizar” nuestra transición – ojalá tuviesen nuestras instituciones toda esa dignidad –, con leyes y mecanismos estatales normales de búsqueda de niños y persecución de los responsables (Comisión Nacional de Búsqueda de los Desaparecidos y fiscalía especializada ya). Seguimos empeñados en “españolear” el inmenso genocidio franquista

Se habla, al fin, de unas víctimas infantiles, –  las de la trama económica –  pero no se habla de otras víctimas, las de la primera fase: no se habla de las criaturas que robaron a la fuerza de los brazos inertes de las madres golpeadas hasta la inconsciencia en los conventos-prisión; no se habla de las criaturas que robaron a los familiares de nuestros guerrilleros anti-fascistas; no se habla de las criaturas que el Estado franquista secuestró en Francia, Reino Unido, Bélgica… tan crimen de Estado que hasta se valieron de los mecanismos e instalaciones consulares para la preparación de los crímenes como ha quedado documentalmente acreditado.

Unos crímenes políticos, otros económicos, expresión del puro aprovechamiento avergonzante de los mecanismos de impunidad previamente creados por el Estado, ¿y qué?: todos ellos crímenes sistemáticamente perpetrados con la aquiescencia, o directa promoción, del Estado. Todos son crímenes contra la humanidad. Con todas las letras.

Esas madres, esos niños, esas familias, son víctimas, directas e indirectas – no olvidemos a las víctimas indirectas –, de “crímenes contra la humanidad” y en este país nuestro tan castigado por 40 años de franquismo y 30 años de impunidad parece que hasta tenemos trabas en la boca a la hora de poder articular las palabras completas y de una sola vez en la esfera pública para llamar las cosas por su nombre: “crímenes contra la humanidad”, a ver si conseguimos decirlo de una vez.

De modo que como no quedaba otro remedio que decir o hacer algo ante una bola que crecía y crecía con nuevos casos, nuevas denuncias, y el creciente interés por parte de organismos e instituciones internacionales sobre que era todo eso que había pasado en España había que buscar la fórmula digestivamente más llevadera.

Lo de siempre con este tema. Todo menos el normal cumplimiento de los instrumentos internacionales más normales. Hacer como que se hace, sobre todo que lo parezca públicamente, como forma de gestión controlada de la dura verdad: los miles de niños víctimas de desaparición forzada infantil. Delito permanente, inamnistiable, imprescriptible, modalidad agravada incluso respecto la propia atrocidad de desaparición forzada de adultos, crimen contra la humanidad. Hagamos "como que se hace" e intentemos apaciguar las cosas, a ver si cuela y se nos conforman, antes que las cosas se nos terminen de ir de las manos y tengamos que empezar a abordar en serio crímenes contra la humanidad, como casi hace Garzón y con todo el desgaste que costó apartarlo de sus funciones.

El concepto de “crímenes contra la humanidad”, con la presunta participación de agentes jerárquicamente subordinados de la Iglesia Católica Apostólica y Romana nada menos, resulta un plato demasiado duro de digerir en nuestras sobremesas.

Aunque nuestras autoridades, aunque solo fuera por todo eso de los derechos humanos, los aburridos tratados de crímenes internacionales, etc., algo deberían hacer… “con la que está cayendo” no tardarán en decirnos los defensores de alguna gente de Ferraz que se dice del PSOE: como si el normal cumplimiento de los derechos humanos que el Gobierno Zapatero jamás procuró tuviese algo que ver con el mayor de sus descalabros: esa crisis sobre la que primero se nos mintió, respecto la que no se reaccionó después, y que al final se quiso acabar “solucionando” a costa de todos…menos aquellos que la causaron.

Y, para que nadie se confunda, digo que en este país nuestro no se consigue llamar “crimen contra la humanidad” al concreto crimen de los niños perdidos, sin A ni B que valga.

No digamos ya decir que el franquismo, en su conjunto, con todos sus crímenes de guerra, contra la paz y contra la humanidad, fue, además, un inmenso genocidio: el último genocidio negado. El genocidio franquista.

De modo que seguiremos desayunándonos con noticias de “robo” de niños como el que roba carteras o motocicletas, y jamás se le añadirá que estamos ante los peores crímenes que existen: los “crímenes contra la humanidad”, el “genocidio” intencionadamente dirigido a la eliminación de todo un grupo humano que quiso construir un proyecto colectivo de progreso y libertad. Y, por supuesto, a los familiares de todos esos niños se les quita de paso su estatuto internacional como "víctima indirecta" de esos mismos crímenes atroces como digo.

Todo mucho más digerible.

No sé si hablar de “desapariciones forzadas infantiles” y decir que a todos esos niños - y sus familias - , los de los  años 40 y los de los años 80, se les debe aplicar la jurisprudencia de Nuremberg y los instrumentos ONU será querer “argentinizar” como me dijeron una vez…pero sí que sé que es llamar las cosas como se las llama con normalidad en todos los instrumentos internacionales contra la impunidad que rigen con normalidad en prácticamente toda la UE…menos aquí.

*Miguel Ángel Rodríguez Arias es experto en Derecho penal internacional, autor de "El caso de los niños perdidos del franquismo, crimen contra la humanidad" y de las primeras investigaciones jurídicas sobre las desapariciones forzadas del franquismo entre otros estudios.

Niños perdidos A, niños perdidos B