viernes. 29.03.2024
Miguel González Zamora
Miguel González en una conferencia internacional.

Jorge Semprún era un buen escritor pero a veces no domeñaba su ego oceánico. Cuando escribió una biografía sobre su amigo Ives Montand se dedicó más páginas a sí mismo que al cantante y actor biografiado. No dedicaré estas pocas líneas a mis varias décadas de amistad y trabajo con Miguel González Zamora.

Después de una fulminante pero dolorosa enfermedad, el pasado viernes 30 de noviembre fallecía Miguel, una persona entrañable, tras una vida entregada a la causa de los trabajadores y a su sindicato Comisiones Obreras.

Nacido en Berzocana, Cáceres en 1944, cursó los estudios de derecho en Madrid, y tras algunas andanzas juveniles por Mauritania, y por París, donde vivió los acontecimientos de Mayo del 68, regresó a España ingresando en la clandestina Organización Revolucionaria de Trabajadores (ORT) y en el despacho laboralista de la calle Lista (Ortega y Gasset) cuya titular era Paquita Sauquillo. Allí tomó contacto con la realidad de la lucha obrera asesorando a los enlaces sindicales y militantes antifranquistas de CCOO.

En 1974 en la Gaceta de Derecho Social (GDS) que editaban los despachos se abrió un debate sobre su futuro.  Miguel y Jacobo Echeverria del despacho de Lista, Javier Sauquillo del de Españoleto, profesionales de otros despachos y la dirección de la Inter-ramas de CCOO, consiguieron que se saldara con una mayor sindicalización de GDS y que ésta se expandiera  llegando a las grandes empresas de todo el país. En los años de 1975 y 1976, fue crucial el papel de GDS dirigida por Antonio Ivorra y Eugenio Viejo, una revista legal de buena tirada y muchos subscriptores que sacaba abiertamente a la luz las posiciones de CCOO y de las demás organizaciones aún clandestinas.

Miguel fue detenido a finales de ese año en una asamblea y tuvo que pasar brevemente por la cárcel de Carabanchel, donde decidió (tal vez sus conversaciones allí con Nicolás Sartorius le decantaron) ingresar en el PCE. Abandonó también el despacho de Lista y pasó a trabajar en el de Españoleto (donde era titular Cristina Almeida) en el que predominaban abogados del PCE. Legalizados los sindicatos entró en el Gabinete Técnico Confederal de CCOO participando como asesor jurídico de la Ejecutiva en la elaboración de las propuestas de leyes y en las mesas de negociaciones con patronal y gobierno.

En 1984 abandonó su puesto en CCOO durante las negociaciones del AES (Acuerdo Económico y Social)  por disensiones "con la actuación global que la dirección de CC OO ha llevado últimamente" y tras un fugaz paso por UGT entró a trabajar en el gabinete de la presidencia del gobierno. Estuvo muy pocos años en  la Moncloa, vio enseguida que no era lo suyo y volvió a  llamar a la puerta de CCOO, su casa natural, que le abrieron sus amigos Antonio Gutiérrez y Agustín Moreno.

Trabajó en la nueva etapa en las relaciones internacionales siendo el responsable del área europea y llevando a cabo una gran labor; primero para conseguir el ingreso de CCOO en la Confederación Europea de Sindicatos (CES) y después para que ésta se transformara en un verdadero sindicato supranacional.  El europeísmo crítico de Miguel González fue una de sus pasiones apoyando las reformas sociales de la etapa de Jacques Delors y combatiendo la posterior deriva neoliberal de la UE. Bajo la dirección de Antonio Gutiérrez se empeñó en un trabajo unitario con UGT y con otras centrales europeas y eso es aún recordado y reconocido por muchos. Manuel Bonmati, responsable de internacional de UGT escribió cuando conoció su muerte: “Comisiones Obreras pierde a un hombre que le fue fiel y una importante referencia internacional”.

También destacó en la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en las conferencias anuales en Ginebra, donde coordinaba a la delegación de CCOO. Los delegados latinoamericanos especialmente le estaban muy agradecidos por su apoyo que a veces traspasaba lo político y su generosidad le llevaba a ayudar desinteresadamente a algunos de ellos perseguidos en sus países, como el colombiano Lucho Garzón, que andando el tiempo sería alcalde de Bogotá y ministro.

Al dejar Internacional, ocupó la presidencia de la Comisión de Garantías y antes de jubilarse trabajó de adjunto de Ignacio Fernández Toxo en la secretaría general de CCOO.

El franquista y cínico Agustín de Foxá se extrañaba de que no se entendiera su ideología: “soy conde, soy rico, soy embajador, soy gordo, fumo puros y todavía me preguntan por qué soy de derechas”.  A Miguel se le notaba a la legua que era un hombre democrático y de izquierdas sin necesidad de apariencias y ropajes, su trayectoria bastaba.

Miguel hermano, tus muchos amigos no te olvidaremos.

Perdimos a Miguel González Zamora, abogado y militante