jueves. 28.03.2024
MA
Foto de archivo EFE

Mucho tiempo llevo preguntándome dónde he visto esa cara…, a quién se parece…, de qué familia será…, a quién me recuerda…

Y ¡ya lo tengo! Fue oírle en el Telediario decir aquello de “seremos fascistas pero sabemos gobernar…” y ¡tate! Se me cayó la venda de los ojos. José Luis Martínez Almeida Navasqüés es la viva reencarnación del Conde de Mayalde. Cosa más natural que un alcalde facha se reencarne en un  alcalde facha.  Cosa más natural que, tal y como dejó Madrid, el difunto pidiera una prórroga para rematar su obra, las tareas que dejara pendientes. Y que le fuera concedida allá en el cielo de los aristócratas y los cuasi aristócratas (¡no os habréis creído que hay un solo cielo para todos, para ricos y pobres, para patricios y plebeyos, para nobles y lacayos, para obispos y sacristanes…! Antes al contrario en el cielo hay Fincas y Moralejas, urbas y banlieus).

Rafael Finat y Escribá de Romaní, que así se llamaba el conde, era falangista, pronazi, colaborador de la Gestapo, embajador de España en Alemania y amigo de Himmler, para quien elaboró una lista de judíos españoles

Aristócrata y sin encanto físico alguno y menos moral… en firme demostración de que aristocracia y eugenesia están reñidos (¡No hay más que ver la Galería de Retratos de los Reyes de España en el Museo de El Prado!) Violento y matón de tres al cuarto que tuvo que juntarse con otros dos  de su calaña para secuestrar en el Teatro Pabón y propinarle una paliza entre los tres (como en el chiste de Gila) a Miguel de Molina, cantante de coplas  y actor, rojo y homosexual o al revés. Allí se lo llevaron, al Alto de La Castellana y se hartaron a golpearle con las culatas de las pistolas, le arrancaron a tirones el pelo y le hicieron tragar aceite de ricino… No se sabe si buscaban “gestas imperiales” o hacer la gracieta, a la que eran tan aficionados los “nacionales”, de ver a alguien cagarse por las patas abajo… Cuentan que la paliza, que le dejó al borde de la muerte, no se debió a causas políticas sino que tenía más  que ver con el despecho de un falangista, o sea con la entrepierna de un fascista-macho-español-homófobo que, en sus ratos libres, ejercitaba opciones sexuales alternativas y que, naturalmente, no aceptaba el no como respuesta. Lo que actualmente llamamos “endohomofobia” o sea maricones que hostigan a los homosexuales de verdad. En versión “dura” porque luego están esos parlamentarios populares que viven como homosexuales pero niegan a sus iguales vivir con arreglo a sus opciones impugnando ante el TC el matrimonio homosexual, que alguno de ellos incluso ha contraído. Nunca se supo el nombre del despechado pero sí que de los tres agresores el único al que reconoció Miguel de Molina fue al Conde de Mayalde, en aquel momento Director General de Seguridad en el Ministerio de la Gobernación. Saquen Uds. sus conclusiones: un Director General participando de una paliza, cuando dispondría de mil “villarejos” para no mancharse las manos.

Rafael Finat y Escribá de Romaní, que así se llamaba el conde, era falangista, pronazi, colaborador de la Gestapo, embajador de España en Alemania (¡mira tú como el papá de Iván Espinosa de los Monteros, al que sucedió!) y amigo de Himmler, para quien elaboró una lista de judíos españoles (el “Archivo Judaico”), seguramente para mandarles propaganda comercial si aceptaban las cookies. Cuando fue jefe de la DGS se creó el Cuerpo de la Policía Armada, el Cuerpo Nacional de Policía con los efectivos del Servicio de Información de la Falange, que había dirigido él mismo, y la Brigada Político Social. Y luego, alcalde de Madrid desde 1952 a 1965 etapa en la que “asoló”, que viene de solar, literalmente Madrid. Buena parte del destrozo urbanístico de Madrid-Ciudad se ejecutó o inició su ejecución durante su mandato. Plaza de España, Plaza de Colón, Palacetes de la Castellana… Luego vendrían los Bulevares, Olavide... Con la inestimable participación de la especulación inmobiliaria de la Iglesia. Imposible completar un “Archivo Inmobiliario” del Madrid destruido durante la Dictadura.

Ciertamente no fue el único alcalde fascista de Madrid. Sin ir más lejos le sucedió “o chorón” Arias Navarro, “Carnicero de Málaga”, al que se le implica en la muerte de casi cinco mil republicanos y antes Don Alberto Alcocer, de los Alberto Alcocer de toda la vida, a quien tuvieron que cesar por su impopularidad pese a que entonces para ser Alcalde de Madrid no se requería más pueblo que el dedo del Altísimo, frecuentemente guiado por el de Doña Carmen. No todos los alcaldes de la Dictadura fueron fascistas aunque sí reaccionarios y franquistas, pero indudablemente Don Rafael Finat es, junto a Arias Navarro, el alcalde fascista más emblemático. Luego siguieron otros, incluso en la democracia, que no se definieron como fascistas pero ensalzaron el fascismo o a sus predecesores fascistas dedicándoles Calles, Avenidas, Plazas y Jardines…

No deja de ser sorprendente y relevante que el actual Alcalde se reivindique como “fascista”. Que busque emparentarse con semejantes acémilas. Impensable en nuestro contexto histórico europeo contruido sobre la victoria sobre el fascismo. Es inimaginable una Europa unida construida sobre el legado de Hitler, Mussolini, Franco, Caetano, Legrelle y Pétain. Al tiempo que paradójicamente se nos proclame liberal (¡Indudablemente se chuta!). No menos que nos ofrezca como contrapartida “saber gobernar”. Cómo si eso de gobernar fuera una técnica objetiva ajena a los valores y las decisiones. Un atributo personal que se adquiere genéticamente o por oposición.  Cómo si el buen gobierno fuera compatible con los valores y los intereses objetivos representados por el fascismo histórico y las Dictaduras conservadoras. Cómo si  pudiéramos desconocer que lo que los populares llaman gobernar no guarda relación alguna con la gestión de los intereses públicos sino con la adjudicación en lonja de los contratos públicos a amiguetes. A modo de plataforma logística de subcontratación. La cesión interesada de la gestión pública a particulares mientras ellos se llevan las manos a los bolsillos y no precisamente vacías. La continuación del sistema de encomiendas y concesiones reales que constituyeron el andamiaje del Viejo Régimen y la conquista de América. Solo que ahora no son los Reyes, o no solo los Reyes,  sino los Gobiernos los que las conceden y encomiendan y a cambio perciben las rentas. La misma vomitiva herencia de corrupción y mordidas que hemos legado a Hispanoamérica.

El Conde de Mayalde, ganadero de reses bravas además, tenía ese peculiar sentido del humor que entronca con lo reaccionario, mama del clasismo y el machismo y se expresa en términos taurinos

Pese a las coincidencias, que he expuesto, y teniendo en cuenta  las diferencias que también se deducen de lo dicho, lo cierto es que el historial de nuestro Alcalde actual no son méritos de guerra y postguerra como Jefe represor antes, durante y después de la victoria franquista.  Nuestro hombre por el contrario más bien ha ido por la vida de botijero de Doña Espe, como meritorio y asesor personal en la cohorte de que se hacía acompañar ad maiorem gloriam. Y luego Dr. General de Patrimonio de la Comunidad de Madrid. En este cargo estaba cuando “lo” de los cuadros de la herencia verbal del suegro de la Sra. Aguirre, el lío de los Ramírez de Haro con el cuadro que debía estar protegido y no lo estaba,  y cuando “lo” de quitarle la protección urbanística al Palacio de Canalejas (uno de los mayores pelotazos de este siglo). Por más que se sienta o se pretenda fascista, no pasa de aprendiz de batracio. Su frasecita no es más que un intento de salto mortal con tirabuzón para evadirse de su intrínseca mediocridad. La liviandad de nuestro Abogado del Estado. Ya saben el chiste que indigna al Cuerpo: al “no somos nadie” de los duelos, responder con el “nadie lo será Ud. que yo soy Abogado del Estado”.

El Conde de Mayalde, ganadero de reses bravas además, tenía ese peculiar sentido del humor que entronca con lo reaccionario, mama del clasismo y el machismo y se expresa en términos taurinos. Un humor etnocéntrico y supremacista que gira en torno a machos poderosos, endohomofóbicos o no, en todo caso homofóbicos. Su mejor muestra fue cuando a propósito de la Ley de Reforma Política llegó a  decir aquello  de que “yo con estos líos es que ya no sé si soy de los nuestros”. Una ingeniosa definición de la transición en que los suyos eran los unos y los otros, los que se negaban al cambio de Régimen y los que lo aceptaban porque todo quedaba inter nos, “atado y bien atado”. Un “nuestros” excluyente, en el que no hay lugar para “los otros”.  Lo que quizás haya querido decir nuestro actual Alcalde es sólo que él es de “los nuestros”, sean los que fueren, de los mismos “nuestros” que era el Conde, con exclusión de los  mismos “otros” a los que este no se dignó, ni siquiera, considerar.

Martínez “el facha”, nuestro alcalde