jueves. 28.03.2024
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No quiero contar de Manuel Calvo Abad nada de lo que podáis encontrar sobre él en la Wikipedia, que recoge con fidelidad sus datos biográficos y artísticos. No pretendo tampoco espolear a galeristas y responsables públicos de la cultura en este país por no percatarse siquiera de su fallecimiento, porque lo importante, lo honesto y sincero, es el reconocimiento en vida. Pero necesito decir que se nos ha ido una gran persona, un magnífico creador y un activista vitalicio sin que consiguieran domarle, doblarle, ni domesticar.

m2 Manolo, republicano por méritos propios, llegó a tiempo de dejar su impronta en el joven movimiento del 15-M, en su barrio, en Madrid. A tiempo de aportar su arte para prevenir a la majada, para soliviantar a los cabreros. A tiempo también de entregarse en cuerpo y alma a la causa de las víctimas del franquismo en Madrid. Él gustaba decir que iba a contracorriente, como los salmones, pero la realidad nos demuestra que era y es al revés: son las corrientes las que fueron y van en su contra (y en la nuestra).
Dice la gente entendida que su obra más representativa, expuesta en capitales internacionales de la cultura, se encuadra en la “abstracción geométrica”, pero quienes le llegamos a conocer de cerca sabemos que se trataba, más bien, del fruto de su obsesión por la rectificación perenne, del cuestionamiento de la forma hasta la extenuación (que no perfección obsesiva). Algo que no olvidó José María Alfaya cuando, en igualdad juvenil, contribuyó a instalar en una exposición en Fez sus pinturas al milímetro en las paredes para que luego, el régimen de Rabat, las censurase por obscenas. Lo que nunca varió fue su concepción de la injusticia y la necesidad de respuesta.

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Las malas pulgas de Manuel eran tan entrañables como sus genialidades. Gracias a ese tesón podemos hoy acceder a la obra silenciada por el franquismo de Manuel de la Escalera, que nos legó, entre otras publicaciones, “Muerte después de Reyes”.  

Como comentaba al principio, no es mi intención reivindicar pésames impostados sobre él, sino que se le conozca y ocupe el lugar que merece como artista y que sus ideas, que son tan parejas a las nuestras, se abran paso entre tanto erial.

Manuel Calvo Abad, además de dejar en vida a una excelente familia, tenía pendiente que el Ayuntamiento de Madrid instalara una de sus obras en lo que fue el patio de la prisión de Ventas en homenaje a las presas del franquismo. Esperemos verla pronto allí.     

Manuel Calvo Abad muere pero sigue viviendo