viernes. 29.03.2024
debate480

La manipulación, un concepto de la psicología que se ha convertido en un término de amplio uso en nuestra sociedad. En un comodín. Todo el mundo lo usa tanto para acusar a otros de ser manipuladores como para defenderse de ser manipulados.

Básicamente su significado es un intercambio interpersonal en el que una de las partes ejerce, muy sutilmente, un control coercitivo sobre la otra. De ahí que esta última no sea libre para tomar una decisión, para adquirir toda la información, para entender de forma adecuada una cuestión. Y ello porque la persona que manipula utiliza toda una serie de elementos psicológicos y reglas del lenguaje que empujan a la otra a entender, informarse, decidir, en un sentido determinado. Justo el sentido que, previamente, la persona manipuladora ha decidido; el que más favorece a sus intereses.

Estaríamos ante un proceso de influencia llevado acabo por una persona –el manipulador- para influir en otra o en otras en el sentido que favorezca a intereses que le son ajenos. Se da en la familia, en la empresa, en la política, en las relaciones entre grupos, países, etc. Ningún ámbito de actividad se ve libre de manipulación.

Se lleva a cabo mediante estrategias relacionales como la intimidación, la culpabilización, los mimos y halagos, las órdenes dadas en el último minuto, los cambios de estrategia cuando ya está todo acordado y resto de métodos que permitan vencer la resistencia inicial sin llegar a ejercer la violencia física. Es decir, la comunicación en este proceso es falsa porque no tiene como objetivo el que se declara sino otro distinto que, de ser conocido, no hubiera llevado a entablar la relación pues la parte manipulada no se habría prestado.

Es difícil reconocerla en el primer momento. Más bien se la reconoce siempre por sus efectos concretos: dejar a la persona o grupo  totalmente desarmado y entregado en brazos de aquel que, precisamente, tiene los intereses más opuestos a los suyos. Mientras se produce, lo máximo que se suele percibir es una pequeña desazón, una nube que tapa lo que deberías estar viendo, y poco más.

No obstante, no está demás mencionar la regla básica de la comunicación verdadera y las características de la comunicación manipuladora para que, contraponiéndolas, tengamos elementos suficientes de información.

La comunicación auténtica se caracteriza por la información dirigida a la creación de una relación entre las partes -de ahí que no exista en ella elemento destinado a dinamitarla como podría ser el engaño-, su interés es tener un espacio donde la solución a las diferencias se produzca sin dañarse, donde no haya malentendidos sin aclarar, donde se escuche a la otra parte.

Mientras, la comunicación manipuladora tiene como objetivo convencer, vencer al otro para lo cual la información circulante está destinada a este único fin, no a crear la relación entre partes; no interesa resolver las diferencias que se produzcan ya que hacerlo implicaría no coaccionar sino dialogar; cuantos más malentendidos mejor para doblegar al otro; no hay escucha real sino imposición y los daños producidos son proactivos con el objetivo final.

En gestos y acciones también hay diferencias: en comunicación manipuladora la mirada es huidiza o dominadora, el tono de voz más alto o más bajo que el de los demás presentes, el rostro no trasluce ninguna emoción, se hacen muecas o movimientos rotatorios con los ojos, se cambia de conversación de improviso, se realizan otras acciones al tiempo que se habla, se murmura mientras otros están hablando.

Las consecuencias de la manipulación son el desarrollo de una relación destructiva, sin confianza entre las partes, problemas de salud para ambas partes, dependencia de las estrategias manipuladoras por parte del manipulador; instauración de la creencia social de que no se puede confiar en nadie, imposibilidad de participación social activa, disminución de la libertad de los individuos, ataque a la dignidad personal y social. No son pocas ni de menor importancia.

Se me dirá que se entiende mejor aplicada al ámbito de las relaciones personales pero, ¿y los ejemplos en el ámbito político y social? Pues, en los últimos tiempos, hay muchos ejemplos en estos dos ámbitos, aparte de los que cada uno sepa identificar en su entorno familiar, laboral o personal.

Fijémonos sin más en el debate de los dos candidatos de los grandes partidos a las elecciones europeas. Recordemos quién de ellos no conseguía controlar los gestos automáticos de su cara y mantenía una mirada dominadora con su oponente. Quién de ellos utilizó al día siguiente un lenguaje ventajista y no igualitario para referirse a la capacidad intelectual de su contrincante. Por seguir en la política, pensemos en el contenido de los discursos de los mítines y entrevistas en campaña a los candidatos y en su concordancia o disonancia con el texto escrito en el programa. Analicemos los programas estrella de las teles -supuestamente dedicados a debates políticos- donde los contertulios interrumpen continuamente al entrevistado, vieja táctica para evitar que el otro logre decir lo que realmente quiere decir y quede dicha otra cosa o, lo que es lo mismo, para que lo dicho no esté alineado con los intereses del que habla sino con los contrarios de su manipulador.

Otros acontecimientos recientes, ocurridos alrededor de la política, han desencadenado reacciones desproporcionadas, tanto en forma de afirmaciones como de propuestas legislativas represivas. Es el caso de restringir la libertad de expresión en redes sociales cuando el ofendido es un político (caso de la fallecida en León) pero no cuando lo es un ciudadano que sufre, no solo las consecuencias de acciones de una determinada política sino también la manipulación mediante la difusión y expresión de estas acciones en las redes, llevada a cabo por parte de políticos. También es el caso de culpabilizar de hechos luctuosos a colectivos sociales que han logrado éxito defendiendo a los humildes, como la PAH, a los que se responsabiliza de todo, desde el caldo de cultivo del asesinato mencionadao hasta de la violencia social causante del descrédito que sufren los políticos hoy día.

Tampoco las grandes cuestiones políticas están exentas de utilizar una comunicación manipuladora. Pensemos, por ejemplo, en el asunto de Cataluña. Se han dado todas las características, desde la promesa de aceptar lo que viniera de Cataluña –que luego se demostró no ser verdad además de que quién así hablaba no era la institución estatal encargada de aceptarlo o no-  hasta me sentaría a hablar si la otra parte fuera en serio que, sutilmente, califica a la parte opuesta como nada seria e imposibilita desde ese momento el sentarse a hablar, es decir, favorece tan solo los intereses del que sí se expresa y deja sin posibilidad de acción al otro, entregado en brazos de intereses alejados de los propios. Y todo ello cuando sería mucho más fácil sustituir estas actuaciones por otras en las que se reúnan, se escuchen, hablen, debatan y, después, decídan .

Ejemplos hay a miles pero, teniendo en cuenta el tiempo electoral en que nos encontramos, no quiero olvidarme del caso más paradójico de todos. La misma noche del día 25 veremos, al igual que en el resto de convocatorias electorales de las últimas décadas,  cómo –sea cual sea el resultado- todos los partidos han ganado. Sí, ganado. Porque así es como todos ellos lo manifiestan, ganar. No mejorar-avanzar- no retroceder sino ganar. Es esta una muestra de comunicación manipuladora, una treta sutil del lenguaje que haga parecer que se ha ganado algo y que logre que los afines permanezcan fieles a unas siglas u organización.

Es importante que reflexionemos sobre la manipulación porque sus consecuencias sociales son muy graves. El manipulador lo seguirá haciendo, cada vez más, porque es dependiente de estas estrategias así que la vida política será una sucesión de manipulaciones que irán creciendo, que generarán desconfianza de la población en los políticos; se instaurará la creencia de que todos son iguales; la ciudadanía no podrá participar plenamente al desconocer las reglas del juego (desconoce estas las reglas ocultas); no se sentirá segura para aceptar una propuesta política en entera libertad (¿y si estos también me manipulan..?); percibirá que no es tratada con dignidad, con respeto a sus derechos. Todas estas razones son las que socavan la confianza de los ciudadanos en sus representantes al tiempo que les alejan de la política.

Mi opinión es que ya es hora de cambiar las expresiones y las reglas de comunicación en política porque la desafección ciudadana hacia la política es ya muy elevada pero todavía no irreversible. Si cambiamos manipulación por comunicación auténtica iniciaremos el camino de la confianza entre representantes y representados al final del cual tendremos paz social y más democracia, elementos imprescindibles para construir el futuro.

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